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El soldado japonés que vivió casi 30 años oculto en una caverna sin saber que la Segunda Guerra Mundial había acabado

Shoichi Yokoi pasó 28 años oculto en la selva de Guam, convencido de que la Segunda Guerra Mundial seguía activa. Su hallazgo en 1972 impactó a Japón y al mundo, y lo convirtió en un símbolo de resistencia y honor.

Después de pasar 28 años escondido en la selva de la isla de Guam tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Shoichi Yokoi regresó a Japón. Foto: composición LR
Después de pasar 28 años escondido en la selva de la isla de Guam tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Shoichi Yokoi regresó a Japón. Foto: composición LR

La historia de Shoichi Yokoi, un sargento japonés que permaneció oculto en la selva durante casi tres décadas, es uno de los episodios más sorprendentes y conmovedores de la Segunda Guerra Mundial. Este soldado, guiado por un inquebrantable código de honor, sobrevivió aislado en una caverna de Guam, desconociendo que el conflicto había terminado en 1945.

El regreso de Yokoi a Japón en 1972 lo convirtió en un símbolo nacional y en una figura que encarnaba la disciplina y la lealtad que definieron al ejército imperial japonés. Su historia, llena de resiliencia y sacrificio, es un testimonio de la fortaleza humana frente al aislamiento y las adversidades extremas.

Segunda Guerra Mundial: el soldado japonés que sobrevivió 28 años en la selva

Shoichi Yokoi nació en 1915 en Aisai, Japón, y trabajaba como aprendiz de sastre cuando el ejército imperial lo reclutó en 1941. Tras servir en el noreste de China, fue trasladado en 1943 a las Islas Marianas, donde participó en la defensa de Guam durante una feroz batalla en 1944. La llegada del ejército estadounidense marcó un punto de quiebre para las tropas japonesas, que sufrieron miles de bajas en un enfrentamiento sangriento.

En medio del caos, y siguiendo el estricto código militar japonés que prohibía la rendición, Yokoi huyó junto a otros soldados a la espesa selva de Guam. La guerra terminó oficialmente en septiembre de 1945, pero Yokoi, ajeno a los acontecimientos, continuó su vida de reclusión creyendo que la contienda seguía activa. El temor a ser capturado y deshonrar a su país lo llevó a mantenerse escondido, ignorando los panfletos lanzados por las tropas estadounidenses que anunciaban el fin del conflicto.

 El 7 de febrero de 1972, una multitud se congregó en el aeropuerto de Tokio para dar la bienvenida a Shoichi Yokoi, celebrando con entusiasmo su regreso al país tras casi tres décadas de aislamiento en la selva.

El 7 de febrero de 1972, una multitud se congregó en el aeropuerto de Tokio para dar la bienvenida a Shoichi Yokoi, celebrando con entusiasmo su regreso al país tras casi tres décadas de aislamiento en la selva.

Supervivencia en la selva

La vida de Yokoi en la selva fue un desafío constante. Durante sus primeros años, compartió el aislamiento con otros dos compañeros, pero las difíciles condiciones de vida y la falta de alimentos los llevaron a separarse. Yokoi construyó un refugio subterráneo cerca del río Talofofo, donde vivió completamente solo desde la década de 1960 tras la muerte de sus compañeros.

Para sobrevivir, utilizó sus habilidades como sastre y fabricó ropa y herramientas a partir de fibras de coco, cáscaras de árbol y restos de la guerra. Con trampas improvisadas, cazaba ratas, anguilas y camarones, y complementaba su alimentación con frutas silvestres. En varias ocasiones, enfermó gravemente de malaria y tifus, pero logró recuperarse.

La rutina y la autosuficiencia marcaron sus días en la selva. El aislamiento no solo fue físico, sino también psicológico. Sin contacto humano durante años, Yokoi encontró refugio en su fe en el emperador japonés y su convicción de que cumpliría su deber como soldado al permanecer oculto.

El descubrimiento y la repatriación

El 24 de enero de 1972, un grupo de cazadores locales encontró a Shoichi Yokoi mientras pescaba en el río Talofofo. Al principio, Yokoi creyó que eran enemigos estadounidenses y suplicó que lo mataran para evitar la vergüenza de ser capturado. Sin embargo, los hombres le explicaron que la guerra había terminado hacía 27 años y que ahora lo estaban rescatando.

El regreso de Yokoi a Japón fue un acontecimiento nacional. Miles de personas lo recibieron con honores, y su frase al llegar, "Es vergonzoso, pero he vuelto", quedó grabada en la memoria colectiva del país. Aunque intentó adaptarse a la vida moderna, Yokoi admitió sentirse como un extranjero en un mundo completamente transformado.

A lo largo de los años, Yokoi se convirtió en una figura pública y trabajó como comentarista en televisión, promoviendo una vida austera y recordando los valores tradicionales de Japón. En 1991, tuvo la oportunidad de reunirse con el emperador Akihito, un momento que calificó como el mayor honor de su vida.

Shoichi Yokoi murió en 1997 a los 82 años, dejando un legado imborrable como símbolo de resistencia, lealtad y perseverancia. Su historia sigue siendo un recordatorio de cómo la guerra afecta profundamente tanto a los individuos como a las naciones.