Política

Francisco y su defensa del buen periodismo

Desde el 2019 la periodista Paola Ugaz pudo comprobar cómo el papa Francisco defendía con vigor a la prensa seria y se enojaba cuando le contaba de la persecución del Sodalicia contra ella, Pedro Salinas y Daniel Yovera. 

Paola Ugaz junto al Papa Francisco, quien respaldó su investigación sobre los abusos dentro del Sodalicio. Foto: cortesía
Paola Ugaz junto al Papa Francisco, quien respaldó su investigación sobre los abusos dentro del Sodalicio. Foto: cortesía

Por Paola Ugaz

Ayer en La República ofrecimos la primera parte de un artículo que muestra el compromiso del papa Francisco con la justicia y el buen periodismo. Durante una misión especial ordenada personalmente por él para el caso Sodalicio, la primera buena noticia que nos llegó fue cuando José Antonio Eguren presentó sorpresivamente su renuncia a la Arquidiócesis de Piura y Tumbes.

Esta noticia venía precedida por una decisión de Francisco que había pasado desapercibida para el gran público, pero no para las víctimas del Sodalicio: el 14 de setiembre del 2023, el papa nombró como arzobispo coadjutor de Badajoz-Mérida a monseñor José Rodríguez Carballo, quien era el secretario del Dicasterio de vida religiosa y durante años había sido el gran defensor del Sodalicio en la curia romana. Con esta segunda entrega, hoy concluimos una historia de corrupción y redención.

En noviembre del 2024, tuvimos una segunda buena noticia. Eguren Anselmi era expulsado del Sodalicio de Vida Cristiana junto con otros miembros dirigenciales. Esta vez no se trataba de sus turbios manejos económicos en Piura junto con el sacerdote Jaime Baertl. Lo que le llevó a la expulsión era el encubrimiento de graves abusos acaecidos en el Sodalicio y haber filtrado información muy reservada a un abogado del Sodalicio, quien escribió un libro solo para desacreditar a Pedro Salinas. Es el folleto difamatorio del abogado cercano al Opus Dei Percy García Cavero: El caso Pedro Salinas. De denunciante de abusos a mancillador de honras.

Una vez más escribí al papa Francisco para darle las gracias por lo que ocurría en Perú. Esta vez la respuesta de Francisco me llegó en primera persona. El 9 de diciembre de 2024, me recibía junto con Pedro Salinas y Elise Allen. Le dije: “Giuliana Caccia y Sebastián Blanco lo han engañado y han intoxicado su relación con las víctimas. Él contestó que “apoyaba plenamente a la misión Scicluna-Bertomeu, que iba a cerrar bien el Sodalicio y que nos autorizaba a contarlo”.  

El segundo enojo de Francisco

Francisco será recordado como el papa que vino a suplir las enormes carencias institucionales que provoca una corrupción, que en Perú es endémica según los observatorios internacionales. Tales observatorios de corrupción nos dieron, en 2024, 31 puntos sobre 100 y en un proceso de caída de posiciones, Perú ocupa el puesto 127 en el ranking global de 180, junto a Djibouti y Papúa Nueva Guinea. La media en Latinoamérica es de 40 puntos.

Si no hubiera sido por Francisco y su decisión de actuar contra el Sodalicio, los tres periodistas, Ugaz, Salinas y Yovera, podríamos estar enfrentando peores ataques judiciales de los que tenemos y las víctimas del Sodalicio estarían sufriendo lo contrario, la absoluta pasividad y desidia de las mismas instancias judiciales.

En una entrevista en La República, Jordi Bertomeu, uno de los miembros de la misión especial y ahora comisario apostólico para la liquidación del Sodalicio, subrayó unas verdades que en sí son una crítica constructiva. Explicó con transparencia lo ocurrido con el Sodalicio, rindiendo así homenaje al papa Francisco y su compromiso con la justicia. Una de las insistencias principales de Francisco había sido distinguir siempre pecado de corrupción. Bertomeu habló de un Perú que admira y que ha aprendido a querer en estos años. Un Perú que, sin embargo, sufre una grave crisis institucional que también toca a la justicia.

Con estas breves alusiones al problema que ha llevado a la supresión del Sodalicio, se explica algo que escandaliza a cualquier sociedad democrática en un Estado de derecho; es decir, que un grupo sectario viva en la impunidad por la connivencia entre una exfiscal general del Estado y sus abogados.

Cuando el papa supo del intento de desacreditar a la misión especial, primero insinuando que Scicluna era un corrupto en Malta y después intentando llevar a Bertomeu ante los tribunales sin respetar su condición diplomática por la función, se enojó. El colmo fue cuando también atacaron al cardenal Prevost en los medios por un falso delito de encubrimiento en Chiclayo. Al papa se le agotó la paciencia. El Sodalicio cavó su tumba cuando desafió al mismo papa y matoneó a sus hombres de confianza.  

La misión Scicluna-Bertomeu fue enviada por el Papa Francisco para suprimir el Sodalicio. Foto: cortesía

La misión Scicluna-Bertomeu fue enviada por el Papa Francisco para suprimir el Sodalicio. Foto: cortesía

“Pecadores sí, corruptos no”

En 2019, el papa comenzó a conocer de primera mano lo que ocurría en el Sodalicio, en especial sus irregularidades financieras. Como él me dijo el 26 de julio de aquel año, “los apuntes que usted me ofrece en el anexo para mí son de mucha utilidad”.  

Cuando parecía que Francisco iba a actuar con decisión, estalló la pandemia, que frustró una visita mía a Roma programada para el mes de marzo. Tras dos portadas de Expreso dedicadas a mi persona, siempre difamatorias, el 27 de octubre de 2020, el papa en una nueva misiva me dice: “Ya conocía algunos episodios de lo que me cuenta, pero su carta ha añadido otros”.

Esta comunicación es impresionante. En ella, el papa afirma: “Ya sabe cuál es mi postura: no tolerar corrupción del tipo que sea. ¡Pecadores sí, porque todos lo somos; corruptos, no!” (ver carta completa). Francisco dio en el clavo del problema en Perú. La corrupción mancha todas las instituciones, incluida la justicia. No solo afecta a algunos empresarios relacionados con la minería ilegal o el narcotráfico. El papa entendía perfectamente que el problema del Sodalicio y de los ataques judiciales contra los periodistas era la corrupción.

Ya en su época de arzobispo de Buenos Aires había dicho que la corrupción es una enfermedad que afecta a la sociedad en su conjunto, más grave que los pecados individuales. Como papa, Francisco ha demostrado su coherencia y honestidad personal por encima de componendas o cobardías vestidas de prudencia o diplomacia. Lo explicó en su libro Corrupción y pecado en el 2013: Perdono el pecado, pero no perdono al corrupto porque ha hecho del pecado una cultura.

Como demuestran sus cartas manuscritas, su compromiso con la justicia y con el periodismo serio han sido el punto de inflexión que marca la diferencia. 

Carta escrita y firmada por el Papa Francisco enviada a la periodista Paola Ugaz. Foto: cortesía

Carta escrita y firmada por el Papa Francisco enviada a la periodista Paola Ugaz. Foto: cortesía

La crisis institucional en Perú

La operación Valkiria, conocida por Francisco en diciembre del 2023, mostró la herida, pero la crisis institucional del Perú impidió que se llegara hasta las últimas consecuencias en el caso Sodalicio. Solo el Vaticano de Francisco ha reaccionado hasta ahora. La Fiscalía conoce desde hace años las denuncias de abusos y delitos económicos presuntamente cometidos por el Sodalicio, y Perú aún sigue a la espera de que alguien reaccione.  

Mientras la fiscal Manuela Villar —que investiga a líderes del Sodalicio por lavado de activos— sufre un acoso y derribo, “marca de la casa”, son esperanzadoras las noticias que llegan acerca de la nueva fiscal de la nación, Delia Espinoza, por su imparcialidad y voluntad de servir a la justicia.

Perú se encuentra en un momento decisivo. Sería una vergüenza más para este país que sus tribunales peruanos no hicieran nada y que sí lo hicieran los tribunales en Estados Unidos, tras el anuncio de la última decisión de Francisco de trasladarles información económica presuntamente comprometedora. Si bien esta parte de la historia no ha terminado aún, Perú estará siempre en deuda con este papa valiente que escuchó a las víctimas y fue amigo del buen periodismo.