Salvador del Solar: “Es un error pensar que las soluciones para nuestro país dependen de una persona y de un candidato”.
De paso por Lima, el expresidente del Consejo de Ministros habla en esta entrevista de la actualidad política, de la inhabilitación en su contra que podría aprobar el pleno del Congreso, y de sus últimas actividades en el mundo de la actuación.
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Para ser un hombre de discursos memorables, dentro y fuera del escenario, a Salvador del Solar le ha tocado interpretar estos días a un hombre lacónico. En El árbol más hermoso del mundo encarna a Julián, un guardaparque pegado a sus protocolos, que apenas habla con los seres humanos y que “opina para adentro”. “¡Muerto me van a sacar de acá!”, exclama Julián (Salvador), cuando describe su misión, la de preservar un área protegida de los invasores. Son apenas cinco palabras. En escena no hay discursos de diez minutos que sacan lo peor de un Congreso. El exprimer ministro dice que hoy está donde quiere estar. La actuación es su elemento. Se defenderá de las acusaciones en su contra en el Parlamento y en esta charla habla de su probable inhabilitación, pero insiste en que la política es un episodio al que no volverá. Ese telón cayó hace tiempo.
Julián, su personaje en El árbol más hermoso del mundo, es un hombre solitario, desconfiado, que se ha autoimpuesto una tarea que parece imposible: salvar al árbol más viejo del parque nacional en el que trabaja, lo que es noble, pero que también parece un poco inútil. No sé si usted siente que hay muchos julianes en el Perú, también dedicados a tareas quijotescas, que al final podrían ser derrotados.
Es una pregunta bonita. Creo que lo que dices puede leerse de manera concreta o literal, en el sentido de ver la relación entre un hombre y un árbol, y también de manera metafórica. Creo que Vernon, el árbol, también se presta para representar muchas otras cosas más. Este árbol es el mejor amigo de este hombre que vamos descubriendo que lleva 30 años en la reserva natural, desde que se fundó. Pero pensar en que el árbol es el mejor amigo de este hombre, nos lleva a pensar inmediatamente que el árbol, los árboles, la naturaleza, no solamente es la mejor amiga de la humanidad, sino que es aquella sin la cual no estaríamos aquí. Y creo que es muy diciente respecto de nuestros tiempos que la defensa de la naturaleza, pero también la defensa de la amistad, la defensa de la ternura, puedan verse como una batalla perdida, de manera que resulte aplicable lo que dices tú, que pueda verse como quijotesco el esfuerzo por preservar lo que es esencial. Hay algo que no está bien cuando hacer eso parece quijotesco.
Cuando debería ser lo normal.
Sí, claro, exactamente. En un momento Julián dice que debería importar mucho que Vernon esté acá. Y cuando el personaje de Ana (Orozco), después de haber tomado un poco, de haber bailado y desinhibirse dice: “Pero a quién le importa que este árbol esté acá. Un árbol perdido en medio de la nada”, él reacciona inmediatamente. Los años de soledad le han permitido desarrollar un sentido común distinto. Tanto que hay otro momento donde ella le dice: “A ti te gustan más los árboles que las personas”.
Ana define a Julián como un hombre tan sincero que parece antipático. ¿Alguna vez le han dicho a usted algo parecido?
No, en eso no nos parecemos con Julián. No por falta de sinceridad, sino que Julián después de tantos años hablando con un árbol o hablando solo, quizás ha ido perdiendo esa sociabilidad mínima, de saber si lo que está diciendo va a ser bien recibido o no. En mi caso, que no soy tan ermitaño como Julián, no comparto esa característica, pero sí procuro mantener la sinceridad, en la medida de lo posible.
El candidato que nunca fue
Cuando usted en 2021 descartó postular a cualquier cargo público, ¿sintió que algunas personas se sintieron defraudadas, que hubieran preferido que no fuera sincero en ese momento?
Sí, sobre todo porque, y lo he dicho algunas veces, pienso que es un error pensar que las soluciones para nuestro país dependen de una persona y de un candidato, y veo que tenemos y seguimos teniendo esa tendencia. Obviamente hay líderes, pero un líder es como un actor en ese sentido. Un actor podría decirse que no existe sin público, un líder no existe sin una cantidad orgánica de seguidores, de equipo, y en el caso de la política, de un partido. Lo que necesitamos es muchísimo más grande que un candidato, por supuesto que necesitamos los mejores candidatos posibles, y el menú que hemos venido teniendo últimamente no ha ayudado, pero siento que cometemos un error al procurar cifrar nuestras esperanzas en una individualidad.
Si no hay organizaciones, más allá de candidatos, ¿siente que en el Perú se vota con ilusión, o que al menos se votará con ilusión?
Tengo la impresión de que la ilusión no ha estado presente en las elecciones más recientes. Más bien ha habido un deseo de oponerse a algo que se percibe como una amenaza para el país. El voto anti creo que ha prevalecido más, sobre todo en las más recientes elecciones. Creo que hubo ilusión cuando se eligió a Fernando Belaunde con el regreso de la democracia. Creo que el voto del primer gobierno de Alan García fue un voto también con ilusión, con la esperanza de que significara un cambio verdadero, siendo un partido al que Haya De la Torre no había conseguido llevar al poder. Creo que había ilusión detrás de la candidatura de Mario Vargas Llosa para el 90, donde proponía un gran cambio. Me da la impresión de que para mucha gente la candidatura de Ollanta Humala significó también una ilusión. Y creo que hubo también un grado de ilusión respaldando a Pedro Pablo Kuczynski, aunque no consiguió pasar a segunda vuelta con un respaldo inmenso, pero luego en segunda vuelta ganó y creo que había ilusión por la cantidad de personas preparadas que él llevaba y por su propia trayectoria.
He notado que ha olvidado el decenio fujimorista, ni lo ha mencionado.
No creo que haya habido ilusión en la elección de Alberto Fujimori, al menos en la inicial.
Quiero volver al 2021, cuando se hablaba de la probable candidatura que usted descartó. ¿Alguna vez sintió que había gente que empezaba a cocinar su propia campaña sin que usted se hubiera enterado?
Yo siempre dije con toda claridad que no pretendía postular. Supe por algunas personas que hubo cuentas falsas de Facebook que estaban pidiendo recaudar dinero para una supuesta campaña. Traté de alertarlo tan pronto me enteré. Pero no supe de nadie de la actividad política como tal que estuviera cocinando la campaña.
¿Y le incomodaba aparecer en las encuestas? Recuerdo un titular de EFE que decía: “El favorito en el Perú es el ex primer ministro Salvador Del Solar.
Me parecía mal que se generen expectativas falsas. Y también he mantenido un silencio largo, relativo. Ha habido una cantidad de eventos que han sucedido en nuestro país sobre los que me hubiera gustado pronunciarme, como ciudadano, como persona pública que pasó por el servicio público y también por la actuación. Me he mantenido en silencio precisamente para no generar ninguna expectativa, para que nadie piense que al hablar de política entonces estoy preparando un terreno para una candidatura. He roto ese silencio en algunas ocasiones y sobre todo ante el proceso que ha llevado adelante el Congreso, en defensa propia. Y yo tomé la decisión de no hacerlo incluso generando críticas de algunas personas que se preguntaban dónde está, por qué no dice nada.
O qué se preguntaban por qué es tibio.
Por las razones que quieran decir. Pero no, la verdadera razón es que cuando a mí el presidente Kuczynski me convoca para la posibilidad del Ministerio de Cultura, yo realmente confié que me unía a un gobierno que iba a completar su quinquenio. Y pensaba y sigo pensando que un verdadero Ministerio de Cultura, financiado para un país como el nuestro, es un ministerio que puede hacer una enorme diferencia. Y por esa razón acepté esa invitación que no esperaba. Luego, habiendo estado ahí, y ante la crisis política que desató la renuncia forzada del presidente Kuczynski, acepté la invitación del entonces presidente Vizcarra.
El discurso de la moción de confianza
Quiero llegar a ese punto. ¿Por qué aceptó ser primer ministro del señor Vizcarra? ¿Tenía alguna pelea pendiente?
No, ninguna. Cuando el presidente Vizcarra me convoca yo pensé que me quería preguntar si quería asumir el Ministerio de Cultura nuevamente. Cuando me dijo que no se trataba de eso, le dije que yo no me sentía con la suficiente experiencia para un cargo como el de primer ministro. Pero me dijo: “Mira, hemos compartido gabinete (él era ministro de Transportes cuando yo estaba en Cultura) y necesito una persona en el puesto de primer ministro en la que yo pueda confiar”. Y eso me pareció un elemento crucial. Y lo pensé cuidadosamente y acepté. Siempre tuve claro que lo que podía aportar desde ese lugar era una capacidad de diálogo, la posibilidad de tratar de llegar a acuerdos, la posibilidad de comunicar con perspectiva a la ciudadanía.
Ahora, antes de pasar a su experiencia como primer ministro, tengo una curiosidad. Ha estado en Arequipa, ahora está en Lima, ¿qué es lo que más recuerda la gente de usted? ¿Haber interpretado a Pantaleón Pantoja o el discurso de 10 minutos en el que puso en jaque al Congreso?
Yo creo que no es necesariamente algo excluyente. Me pasa con regularidad que alguien me saluda a lo lejos y me dice “Don Panta”. Hay gente que se acerca también para decirme que disfrutó mucho de Magallanes como película. Y se me recuerda también, obviamente, por el discurso de la cuestión de confianza. Lo siento muy variado en ese sentido. Cosa que también me alegra, porque creo que también representa diferentes facetas de lo que soy.
¿Y cuál es su recuerdo más recurrente del día de la cuestión de confianza?
Bueno, fue un día un día muy singular. Nunca pensé que en el Congreso se fueran a comportar de esa manera. Me sorprende mucho cómo han pretendido, desde diferentes sectores periodísticos y políticos, consolidar la idea de que entré pateando la puerta, de que fue un ingreso prepotente, cuando nunca siquiera toqué esa puerta. Yo estuve rodeado de varios parlamentarios, afuera del hemiciclo, mientras no me dejaban entrar, conversando de manera absolutamente civilizada, tratando de persuadirlos. Se nos recibió, me parece en el salón de embajadores, y ahí estuvimos con el gabinete en pleno. Y luego se nos comenzó a decir que el baño de mujeres estaba cerrado. El gabinete en ese momento era mayoritariamente femenino y el baño para las mujeres no estaba abierto. Se nos decía que iba a esperar mucho rato, que no se nos iba a recibir, y comenzó a pasar el tiempo y se cerró la puerta del hemiciclo para evitar mi ingreso. Finalmente, cuando entré, el entonces presidente del congreso, Pedro Olaechea, me dijo que por cortesía me daba 10 minutos.
Y allí usted le recordó que la Constitución lo avalaba a usted.
Sí, él se comportó de manera amable, pero el contenido de lo que decía creo que no correspondía, no era una cortesía darle apenas 10 minutos a un ministro cualquiera, menos al primer ministro. El artículo 129 de la Constitución autoriza a todo ministro a presentarse en el pleno y a tomar la palabra. Entonces, lo que yo recuerdo y lo que creo que debería destacarse es que lo antidemocrático fue que el Congreso cerrara la puerta del hemiciclo, fue que el Congreso no permitiera que yo leyera el discurso que tenía preparado, que se me restringiera a 10 minutos, eso fue lo antidemocrático. Lo antidemocrático fue haber dicho que verbalmente se otorgaba la confianza, cuando realmente se negó, porque en el pedido de confianza decimos: “Detengan este proceso que se ha hecho de manera opaca, acelerada, para elegir magistrados del Tribunal Constitucional”. Esa es una prerrogativa del Congreso, nunca lo negamos, pero dijimos: “Háganlo bien, con audiencias públicas, que nos enteremos como ciudadanía quiénes son los candidatos”. Creo que el Tribunal Constitucional hizo bien al considerar que todo fue constitucional. Puedo entender que haya opiniones contrarias. El derecho es opinable, no es una ciencia exacta, pero el Tribunal Constitucional lo definió. Sin embargo, sigue habiendo oposición, sigue habiendo desinformación.
Bueno, hay tanta desinformación sobre el tema que la Comisión Permanente ha aprobado su inhabilitación por cinco años y eso está pendiente de votarse en el pleno. ¿Qué hará si finalmente lo inhabilitan?
Efectivamente, la Comisión Permanente a pesar de que hubo voces, incluso voces opositoras, que señalaban este caso ha caducado, lo aprobó. Yo no puedo estar en desacuerdo con quien se dé cuenta que esto caducó, pero lo verdaderamente cierto, lo correcto, es que en mi caso no se trata de que no se me inhabilite porque mi caso caducó. A mí no se me debe inhabilitar porque no he cometido ninguna inconstitucionalidad y porque quien tiene que definir el tema, el Tribunal Constitucional, ya lo dejó zanjado. Quienes pretender decir, si es que no consiguen inhabilitarme, que entre comillas me salvé por caducidad, están queriendo ofrecer una narrativa incompleta y falsa. Habrá que ver qué ocurre en el pleno. En todo caso, siempre quedan las vías judiciales para decir que es evidente que el Poder Legislativo está avasallando el Estado de Derecho.
Un país sin una verdadera representación
Haga una reflexión general. ¿Qué piensa usted del ejercicio actual de la política en el Perú?
Siento que estamos siendo gobernados por personas que no representan a nadie, que formalmente han llegado a los puestos que ocupan en el Congreso y en el Ejecutivo, por elección, no estoy diciendo que no, pero en la realidad yo creo que nadie puede discutir el hecho de que no hay ninguna representación real. Tampoco estoy diciendo que esto sea algo nuevo. Creo que hace mucho que tenemos un déficit de representación. No es el único problema que tenemos, pero creo que ahora es manifiestamente claro que no hay partidos políticos que sean verdaderamente representativos. Probablemente Fuerza Popular sea el único partido que pueda ser reconocido como tal, y lo digo sin importar mis distancias y mis discrepancias, y sin importar las cuentas que tienen pendientes de esclarecer.
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Alguna vez, cuando se refería a la incapacidad de ponerse de acuerdo que tienen estos grupos políticos, decía que el Perú es a veces un torneo de francotiradores.
Pues ahora creo que sí hay unos acuerdos mínimos.
Pero que no le convienen a la población.
No, que le conviene solamente a la interacción entre estos partidos y a su continuidad en el poder. Y, entonces, fuerzas que se supone representan visiones opuestas, que son enemigos políticos irreconciliables, suman votos de manera recurrente para una cantidad de medidas que resultan para su beneficio.
Claro, esa situación se puede graficar de una manera interesante con un diálogo en el que usted participa en la serie Cien años de soledad, cuando el general Moncada dice que a veces estos rivales encarnizados, estos liberales y conservadores, en realidad no son tan distintos, lo único en lo que se diferencian es la hora a la que van a misa.
Sí. Es ese es algo que le dice Aureliano (Buendía) a mi personaje. La única diferencia es que van a misa de cinco y a misa de siete, o algo así. Yo creo que hay muchas personas que estamos de acuerdo en que estamos siendo gobernados en este momento por una especie de pacto, una especie de alianza entre las fuerzas que controlan el Congreso, incluso siendo opositoras entre sí, y el Ejecutivo que no nos representa. Y el déficit de reacción ciudadana también nos está costando caro.
Ahí podría citar a otro de sus personajes, a Cinna, el poeta, al que usted interpretó en la pandemia, y que se preguntaba si debemos dejar todo en manos de los políticos. ¿Tiene una respuesta para eso?
Es que es un sistema completo el que tenemos que mejorar, y ese sistema completo implica un grado de participación y de involucramiento ciudadano mucho más alto que el que estamos teniendo recientemente. Por eso la urgencia de una reforma política, por eso la importancia de tantas cosas como, por ejemplo, tener elecciones previas, esta especie de primarias dentro de los partidos o abolir el voto preferencial que hace que personas que no responden ni a un partido, ni a la ciudadanía misma, pero que pueden poner mucho dinero en una campaña, lleguen al Congreso.
Los escenarios como refugio
Casi acabamos. Después de septiembre de 2019, de los hechos que hemos comentado, ha actuado en tres películas y una serie; ha codirigido una serie; ha dirigido una película; ha estado en algunas puestas de teatro y dirigido dos temporadas de un programa de entrevistas en streaming. Ha salido a conquistarlo todo.
Bueno, en realidad, y en el medio de lo que mencionas, tuvimos una pandemia, que nos paralizó a todos. Pero no es tan sencillo ocupar un cargo político y regresar a la actividad previa como como si nada hubiera ocurrido, porque una vez que pisas el terreno político, inmediatamente tienes un porcentaje significativo de oposición, porque te vas a plantar en un sector y vas a tener oposición de otro, y es un costo que toda persona que decide entrar al servicio público y a la política específicamente tiene que asumir. Ahora estoy tratando de dedicarme a aquello que me apasiona y dejando bastante claro que estoy en aquel lugar en el que quiero estar.
¿Cómo se autodefine? Alguna vez dijo que era esencialmente un contador de historias.
Yo, más que contador de historias, diría que creo que uno de los rasgos que me puede definir es el de comunicar. Creo que la actuación es una forma de comunicación particular, basada en el drama, en la ficción, que no debe confundirse con lo falso. Creo que eso está también detrás de las conferencias que he dado y creo que parte de las razones que me llevaron a estudiar Derecho tenían que ver con una inclinación a la comunicación que siempre sentí presente en mi vida, desde niño.