El papa Francisco y un legado esencial: la cultura del encuentro
Desde antes de que se hablara de la empatía, el papa Francisco incentivaba la cultura del encuentro, que buscaba entender al prójimo y sus circunstancias.

Este lunes 21 de abril de 2025, falleció el papa Francisco, el jesuita argentino José María Bergoglio, a los 88 años de edad, en Casa Santa Marta, espacio cercano a la Basílica San Pedro en Ciudad del Vaticano. Su muerte paraliza al mundo entero debido a varios factores. Uno, por la tradición de la Iglesia Católica, que cuenta con 1400 millones de adeptos, siendo parte del cristianismo, el cual tiene 2400 millones de seguidores entre católicos y protestantes. Razones suficientes, y no solo para la estadística (fue el primer latinoamericano en ocupar cargo medular en el andamiaje católico) de la importancia del representante mayor del catolicismo. Y, en segundo lugar, porque el papa Francisco consiguió lo que sus antecesores no pudieron: entabló un trato horizontal con la feligresía.
Este segundo dato no es menor. Desde que fue elegido papa en marzo de 2023, tras la renuncia de Benedicto XVI, Joseph Ratzinger (1936-2022), por problemas de salud, el papa Francisco mostró una apertura que fue bien recibida incluso por quienes no se sentían ligados a la religión católica. Esa fue la marca mayor del papa Francisco: el diálogo.
Aparte de su conocida preocupación por los más pobres y por realizar sus labores ministeriales junto a ellos (esa fue otras de las razones por las que fue elegido papa: al asumir el cargo, la Iglesia Católica atravesaba una crisis global de credibilidad a razón de las denuncias de pederastia contra sacerdotes y curas, y se requería de una reconexión con una feligresía decepcionada, que iba en aumento), José María Bergolio fue un amante de la lectura, un lector voraz. Además, fue amigo de Jorge Luis Borges y un conocedor de las novelas Adanbuenosayres de Leopoldo Marechal y La Divina Comedia de Dante Alighieri. No son novelas fáciles de leer; en especial, la primera, cargada de la poesía porteña, del aroma de los barrios populares y con una estructura trabajada sobre la base de la dimensión existencial del protagonista, Adan Buenosayres, y desarrollada como relato entre Jueves Santo y Domingo de Resurrección de un año no definido de la década de 1920.
Durante su gestión, el papa Francisco tuvo en agenda varios tópicos, siendo uno de ellos el de la cultura del encuentro. Pues ¿de qué va la cultura del encuentro, que no solo le interesó, sino a la que igualmente honró con una actitud que cultivaba desde antes de ingresar al noviciado en 1957 y que promovió como autoridad eclesiástica desde 2013? Francisco se adelantó a lo que hoy medio mundo llama empatía.
Francisco sabía de la importancia del diálogo. Buscaba la confluencia de criterios (sin importar si estos eran distintos) y esta actitud no solo fue reconocida, sino también criticada (en especial cuando llevó esa radiación a las minorías sexuales), y lo hizo en años en los que ya estaban mezclados los fundamentalismos religiosos e ideológicos.
Admirado y criticado; acertado y equivocado; no hay que dejar de reconocer su peso cultural, sus recursos intelectivos, guiados por la buena voluntad y creyendo en la cultura como medio de unión. Tenía ese convencimiento porque como jesuita o papa, nunca dejó de ser un hombre de cultura y sabía bien de su poder funcional y transformador.
Todos sus entecesores, al igual que él, eran cultos y leídos. Lo que hizo el papa Francisco fue poner todo ese conocimiento al servicio del prójimo. No es cuento. Todos lo hemos visto. Francisco predicó con el ejemplo.