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La civilización olvidada que conquistó América antes de los Mayas e Incas: esta ciudad inició el origen urbano en el continente

Es una de las ciudades más antiguas del mundo, se ubica en Perú y es más remota de América. Su legado urbanístico y científico desafía lo conocido sobre el origen de las civilizaciones en Sudamérica y América Latina.

Ciudad de Caral. Foto: composicionLR/casadecampolima
Ciudad de Caral. Foto: composicionLR/casadecampolima

Antes de que los mayas alzaran templos en la selva centroamericana o que los incas forjaran su imperio en los Andes, ya existía una civilización que dominaba la ingeniería, la planificación urbana y la organización social. Esta cultura milenaria floreció en lo que hoy conocemos como Perú, en pleno corazón de Sudamérica, y sentó las bases del urbanismo en América, mucho antes de que los nombres de cusco o Chinchen Itzá resonaran en los libros de historia.

Se trata de Caral, una metrópoli que surgió hace casi cinco milenios y que, por mucho tiempo, permaneció enterrada en el olvido. Su descubrimiento a finales del siglo XX cambió radicalmente la narrativa sobre el desarrollo de las sociedades en América Latina. Esta ciudad prehispánica no solo antecede a los grandes imperios conocidos, sino que también revela un modelo de convivencia basado en la ciencia, la religión y el respeto por el entorno natural.

La ciudad olvidada más antigua de Américas

Caral es considerada por los expertos como la civilización más antigua de América. Ubicada en el valle de Supe, al norte de Lima, esta ciudad preincaica alcanzó su esplendor entre los años 3000 y 1800 a.C., mucho antes del auge de los mayas en Mesoamérica o del imperio inca en los Andes. Su antigüedad la posiciona como un referente en el estudio de las primeras sociedades organizadas del continente americano. 

A diferencia de otras culturas de Sudamérica, Caral no nació al abrigo de conquistas militares o conflictos armados. Su crecimiento respondió a una sofisticada estructura social centrada en el conocimiento, el comercio y las prácticas rituales.

Según el hallazgo arqueológico, catalogado por la UNESCO como Patrimonio Mundial, el desarrollo urbano en América no dependió exclusivamente de los grandes imperios conocidos, sino que tuvo raíces mucho más profundas y autónomas.

Caral. Foto: Trek Machu.

Caral. Foto: Trek Machu.

Infraestructura de Caral

En medio del desierto peruano, esta civilización logró edificar pirámides ceremoniales, plazas públicas, espacios residenciales y sistemas de irrigación que aún hoy asombran a los especialistas. Todo esto fue construido sin el uso de herramientas metálicas, sin conocimiento de la rueda y sin la ayuda de animales de carga.

El diseño de la ciudad obedece a un pensamiento urbanístico avanzado, con áreas específicas para actividades religiosas, administrativas y residenciales. Los edificios fueron alineados según fenómenos astronómicos, lo que nos da señales de su simbolismo con el funcionamiento del cielo y su relación con la vida cotidiana. Además, Caral desarrolló técnicas antisísmicas mediante el uso de “cajas de resonancia” —bolsas de piedras que absorbían la energía de los movimientos telúricos—, algo inédito en la historia temprana de América Latina.

A diferencia de los incas, que expandieron su dominio mediante conquistas, o los mayas, que libraron batallas entre ciudades-estado, Caral consolidó su autoridad a través del prestigio, la religión y la cooperación comunitaria.

Caral fue la primera civilización de América y una de las primeras del mundo. Foto: Perú Travel.

Caral fue la primera civilización de América y una de las primeras del mundo. Foto: Perú Travel.

¿Cómo era Caral?

La vida en Caral giraba en torno a una economía mixta sustentada por la agricultura, la pesca y el intercambio comercial. Sus habitantes cultivaban algodón, calabaza y frijoles, mientras mantenían vínculos con comunidades costeras para obtener productos marinos. Esta red de comercio fue esencial para sostener a una población que, según estimaciones, superó los tres mil habitantes en su apogeo.

La sociedad caralina estaba jerarquizada, con una élite que vivía en residencias diferenciadas y que controlaba los rituales religiosos y el conocimiento astronómico. La evidencia arqueológica muestra que no hubo indicios de violencia armada ni fortificaciones defensivas, lo cual sugiere un modelo de convivencia más pacífico en comparación con otras civilizaciones de América.

La música, la danza y las prácticas espirituales también formaban parte del tejido social, como lo indican los instrumentos hallados en los templos.