Perú: 7 de cada 10 trabajadores son informales, ¿cómo opera el mercado más grande del país?
La informalidad concentra al 72% de la fuerza laboral peruana, con dinámicas de eficiencia, adaptación y alta rotación de productos que sostienen su crecimiento fuera del sistema formal, según estudio de Arellano.
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En el Perú, la informalidad no es un fenómeno aislado: representa al 72% de la población económicamente activa (PEA), es decir, a 12.875.604 personas de un total de 17.833.356. Según Rolando Arellano, coautor del estudio 'Profundizando en el Comercio Informal' presentado durante el CAMP 2025 junto a Hugo Ante, no se trata de personas que abandonaron el sistema formal, sino de quienes nunca lograron ingresar a él, al crecer en un entorno sin presencia del Estado ni acceso a apoyos formales.
Desde la perspectiva laboral, el 72% de los trabajadores carece de planilla, no está protegido por normas de salud y seguridad en el trabajo, ni realiza aportes a EsSalud, según datos del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE).
“La economía peruana tiene una escasa capacidad para generar empleo asalariado formal", afirmó el economista Fernando Cuadros a La República.
La situación es aún más crítica si se compara a nivel internacional. Mientras en los países de la OCDE el 90% del empleo es asalariado, continuó explicando, en Perú apenas alcanza el 50%. Incluso frente a otros países sudamericanos, donde el promedio de empleo asalariado oscila entre 60% y 70%, nuestro país queda rezagado.
En el ámbito tributario, la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (Sunat) señala que el 80% evade obligaciones como el pago del IGV, el impuesto a la renta y la emisión de comprobantes de pago.
Respecto al cumplimiento de normativas, el Ministerio de la Producción (Produce) reporta que el 91% de los negocios no cumple con requisitos básicos, como tener licencia de funcionamiento, acatar las normas de defensa civil o contar con registro sanitario.
En cuanto a la percepción, sólo el 50% de los negocios se reconoce a sí mismo como formal o informal, lo que evidencia una importante brecha entre la situación legal real y la autopercepción de los propios actores económicos.
Los detalles fueron expuestos horas antes de la presentación del Registro de Información de Trabajadores en la Informalidad Laboral, el cual recopila datos sobre más de 12 millones de peruanas y peruanos en situación de informalidad laboral, en torno a su nivel educativo, tipo de ocupación y actividad económica, entre otros indicadores.
Con ello, subrayó la presidenta Dina Boluarte, se diseñarán políticas públicas más precisas que respondan a las realidades concretas de los trabajadores en situación de informalidad laboral, y de esta manera impulsar su camino hacia la formalidad.
“Convoco hoy a todos los sectores del Ejecutivo a redoblar esfuerzos para impulsar la formalización laboral. Este desafío no es responsabilidad de un solo ministerio, es una misión compartida de nuestro Gobierno”, indicó.
Entre los sectores que podrían dinamizar el empleo formal, Cuadros mencionó a la industria metalmecánica, la exportación industrial, el turismo, y el sector textil y confecciones, siempre acompañados de políticas de financiamiento, innovación y simplificación administrativa.
"No es tarea de un solo ministerio ni de un solo nivel de gobierno. Se necesita un espacio articulado de trabajo entre el Ejecutivo, los gobiernos regionales y locales", sentenció.
La balanza inclinada de la informalidad en Perú
No obstante, aunque la informalidad ofrece claras ventajas —no existen restricciones regulatorias, no se pagan licencias ni impuestos, y no se otorgan derechos laborales—, esta flexibilidad contrasta con los altos costos, entre los que se encuentran el financiamiento caro, la inseguridad en el funcionamiento de los negocios, los decomisos y las extorsiones.
“En Gamarra el alquiler te puede costar S/500 el metro cuadrado, pero formalizarse implica enfrentar costos igual de altos. Hay una lógica medio perversa”, detalló Arellano a este diario. “Si se quiere apoyar a la pequeña empresa, pero se le cobra 15% de impuestos y, al crecer, se le sube a 30%, en realidad se la está desincentivando”.

Tienen el mercado más grande. Foto: Arellano
El mercado más grande del Perú se encuentra en el sector informal, según el mismo estudio. Mientras los clientes formales —propios (F1) y de la competencia (F2)— representan una fracción menor, los consumidores del sector informal (F3) abarcan la mayor parte del mercado, seguidos por un grupo de no clientes (F4).
Dentro de este amplio segmento, el 87% consume ropa en el canal informal y moderno (13% solo moderno), el 65% compra sus alimentos en el sector tradicional y el 87% realiza sus transacciones exclusivamente en efectivo. Además, el 57% accede a algún tipo de crédito informal, lo que evidencia dinámicas de consumo activas, aunque muchas veces fuera del sistema financiero formal.
En ese sentido, no se trata de erradicar la informalidad, sino de “entenderla, aprender de ella y construir servicios que motiven a los emprendedores a formalizarse. La formalidad debe ser una consecuencia natural del desarrollo, no una imposición”, concluyó Arellano.
Sin una marcada ventaja por ser informales, ¿por qué se mantienen y crecen?
El mismo estudio reveló que su éxito se sostiene en dos pilares fundamentales: una alta eficiencia en costos y operaciones, y una notable capacidad de adaptación al mercado.
En términos de eficiencia, los comerciantes informales manejan estructuras extremadamente ligeras: el 94% no tiene empleados, el 5% emplea solo a una persona y apenas el 1% tiene dos trabajadores.
Además, compran sus productos a precios muy bajos —el 74% se abastece de mayoristas, el 21% compra en mercados locales y el 17% directamente de productores o importadores—, buscando siempre el mejor precio y transportando sus productos ellos mismos para reducir costos.

Un factor clave en su rentabilidad es el manejo eficiente del inventario. De acuerdo con Arellano, los comerciantes informales rotan sus productos en un promedio de apenas 3,1 días, replicando prácticas similares al modelo ‘Just in time’.
Por categoría, los alimentos perecibles como frutas y verduras tienen una rotación más rápida (2,2 días), seguidos por desayunos y almuerzos (1,7 días), mientras que las prendas de vestir tardan 3,8 días y las golosinas, 4,3 días.
A esto se suma un uso intensivo del espacio: operan en locales pequeños o ambulantes, optimizando cada metro para exhibición y evitando costos adicionales como alquileres y almacenaje externo.
“Ellos van donde está la gente. Si se les reubica lejos del flujo peatonal, simplemente no venden. Además, utilizan cada vez más herramientas digitales como WhatsApp, Facebook o TikTok, aunque su fortaleza no está solo en vender por estos medios, sino en mantenerse comunicados con sus clientes”, explicó Arellano.
La segunda gran ventaja del comercio informal es su alta adaptación al mercado. Los precios no son fijos: varían según el cliente y las condiciones de venta.
El “regateo” es una práctica habitual y flexible: el 31% de los vendedores otorga descuentos a tres de cada diez clientes, el 21% a cuatro clientes, y el 17% negocia con dos compradores, entre otros.
Además, si un producto se vende rápido, suben los precios para maximizar ingresos; si las ventas se ralentizan, los bajan para rotar mercancía rápidamente. “Son la fuerza de distribución de muchas empresas formales”, remarcó el coautor.
Finalmente, los comerciantes informales también destacan por su capacidad para adaptarse a modas, temporadas y necesidades puntuales. Usan una estrategia de promoción directa y altamente personalizada: el 69% habla activamente a todos los que pasan, el 57% espera a que los clientes se acerquen y el 40% aborda a quienes demuestran interés.
Esta comunicación directa, junto a un alto conocimiento del consumidor, precios dinámicos, personalización de productos y movilidad hacia donde están los clientes, les permite operar con gran eficacia en un mercado altamente cambiante.
Comercio tradicional sigue liderando las compras en Perú, pese al avance de supermercados
A pesar del crecimiento de supermercados y centros comerciales en el Perú, el comercio tradicional continúa siendo el principal canal de compra, según revela el estudio publicado en marzo de 2025.
En el rubro de alimentos, el 65% de las compras se realiza en mercados, bodegas y a vendedores ambulantes, mientras que solo el 35% opta por supermercados y tiendas modernas. Esta tendencia confirma la fuerte preferencia de los peruanos por los canales tradicionales, especialmente para productos de consumo diario.
Algo similar ocurre en la compra de ropa: el 64% de los consumidores prefiere adquirir prendas en el comercio tradicional, frente a un 19% que elige el canal moderno y un 17% que recurre a vendedores informales en las calles.