Gustavo Mohme Llona: sin libertad de prensa, no hay democracia
Homenaje. En pleno empoderamiento del autoritarismo fujimorista que pretendía perpetuarse mediante la rerreelección, desde las columnas editoriales de La República, el fundador y director de este diario trazó la línea de una lucha que se mantiene vigente, 25 años después de su partida.
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En tiempos recientes ha comenzado a tomar cuerpo, con frecuencia, perversidad e intensidad, una campaña de odio hacia La República con contenidos notoriamente falsos, mentiras altisonantes y fabricaciones delirantes. Una campaña que recuerda mucho a las que fabricaban Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos en sus encerronas en el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Eran calumnias que luego propagaban a medios de comunicación que financiaban clandestinamente, como canales de televisión —así lo acreditan decenas de vladivideos—, y también en las portadas y páginas de la llamada “prensa chicha”, a la que pagaban en efectivo con fondos del SIN. La reaparición de ese discurso perverso contra este periódico y sus periodistas es porque, concluido dicho régimen autoritario hace 25 años, La República mantiene viva y fortalecida la línea que trazó su fundador y director, Gustavo Mohme Llona (25 de abril de 1930-23 de abril de 2000): sin libertad de prensa, no hay democracia.
Gustavo Mohme Llona siempre entendió que cuando los autoritarios desplegaban sus oleadas de difamaciones sobre La República, lo que pretendían era castigar a este diario para que los demás supieran que correrían la misma suerte si criticaban, cuestionaban y denunciaban el crimen y la corrupción del régimen. Hoy que se cumple un cuarto de siglo de la partida de Gustavo Mohme Llona, es una oportunidad para recordar su legado, que puede apreciarse en los editoriales que escribía y publicaba en esos tiempos recios para la democracia y la libertad de prensa. En las actuales circunstancias, su vigencia es contundente.

Pido la palabra. El político Gustavo Mohme se vinculaba con las organizaciones de trabajadores y otros gremios que buscaban representación para ejercer sus derechos. Foto: La República
El 4 de agosto de 1996, cuando La República había comenzado a ventilar actos de corrupción gubernamental, y desde Palacio de Gobierno se hostilizaba a este diario, Mohme escribió sobre la relevancia de fiscalizar al Gobierno: “El mensaje es claro. La ecuación política establecida entre el aumento de los casos de corrupción oficial y la poca predisposición del Gobierno a investigar las denuncias motivan la exigencia de la opinión pública de que estos casos sean reseñados por los medios de comunicación. Algo así como que necesitamos más libertad de prensa. Este mensaje va añadido a otro: no queremos silencio oficial ni impunidad; no es bueno, no ayuda a la democracia”.
A los políticos autoritarios que se mortifican porque La República los fiscaliza, expone sus actos que deberían ser públicos y se resisten a rendir cuentas; y en represalia tildan al diario y a sus periodistas de “terroristas”, “comunistas” y “traidores a la patria”; les respondemos con las mismas palabras de Gustavo Mohme Llona: “No queremos silencio oficial ni impunidad; no es bueno, no ayuda a la democracia”.
En la época de Fujimori y Montesinos, también se pagaba para difundir informaciones fraudulentas —ahora conocidas como fake news—, en las incipientes páginas web, mediante organizaciones de pantalla como la Asociación Pro Defensa de la Verdad (Aprodev), o se clonaban periódicos con contenido adverso al diario original.

Revolución. Gustavo Mohme padre e hijo en la redacción de La República cuando se inició la transformación del proceso de edición mediante la aplicación de nueva tecnología (1988). Foto: La República

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El autoritarismo resistente
Esta práctica que no tiene nada que ver con la actividad periodística, ha encontrado un espacio infinito en las redes sociales, en las que se lanza el discurso de odio de los autoritarios y se reproduce tantos likes reciben. No es casual que haya cobrado fuerza cuando se aproximan las elecciones. Lo que pasa es que los autoritarios pretenden imponer un mensaje único. El mensaje único se contrapone a la libertad de prensa y a la democracia. Por eso atacan a La República.
El 16 de abril del 2000, en plena campaña de la rerreelección de Fujimori y Montesinos, editorializó Gustavo Mohme Llona. Nótese que ya se usaba el “terruqueo” para desacreditar a los oponentes: “La estrategia oficialista se está dirigiendo a venderle al país un perfil macabro y subversivo de la oposición, con el propósito de descalificar sus credenciales democráticas. Así, la juventud, que luchó contra el fraude en la primera vuelta electoral, es presentada como terrorista. (…) El lenguaje del presidente (Fujimori) se confunde y se abraza con los titulares de la prensa amarilla”.

Investigador. El fundador de este periódico fue integrante de la comisión que investigó la matanza de campesinos de Cayara, Ayacucho, en 1988. Foto: La República
Así es, el lenguaje difamatorio de los políticos autoritarios contra la prensa independiente se abraza con las inmundas campañas en las redes sociales en agravio de medios y periodistas críticos. Responden al mismo guion. Es una narrativa actualizada de la estrategia de Fujimori y Montesinos, que consiste en destruir la reputación del oponente.
El 26 de marzo del 2000, Gustavo Mohme Llona editorializó sobre las evidencias de que Fujimori y Montesinos forzaban una reelección ilegal, y la exposición de numerosos casos de manipulación del proceso electoral por parte del Gobierno. El régimen pretendía perpetuarse, pero encontró en La República un firme opositor. El Gobierno dirigió sus baterías contra el diario y sus periodistas, utilizando todas las armas a la mano para intimidar, pero no lo consiguió. Recuérdese que en el golpe de Estado del 5 de abril de 1992. Fujimori y Montesinos ordenaron la captura de La República. Un pelotón del Ejército incursionó en su redacción del jirón Camaná 320, a una cuadra de Palacio de Gobierno. Al día siguiente se publicó la histórica edición con páginas en blanco, en protesta por la censura del gobierno fujimorista. Ese 26 de marzo de 2000, decíamos, Gustavo Mohme ratificó la misma línea: un milímetro a los autoritarios enemigos de la libertad de prensa y la democracia: La única solución era que Fujimori se retirara del proceso electoral: “El aparato del fraude no tiene ninguna legitimidad política ni prestigio moral. Las denuncias sobre el uso de recursos del Estado y la infiltración oficialista en los organismos electorales apenas han tocado las partes más superficiales de una maquinaria que ya ha copado jurados electorales especiales, organismos departamentales, oficinas supervisoras provinciales y mesas electorales. La inminencia de la segunda vuelta electoral no anula la posibilidad del fraude, este solo se alejará con la renuncia del candidato de la reelección”.
Hoy, a los 25 años de la desaparición de Gustavo Mohme Llona, la lucha por la libertad de prensa y la democracia cobra mucho más sentido, ante un evidente crecimiento de los autoritarios de todo pelaje.

Los inicios. Gustavo Mohme Llona en las oficinas de la constructora Woodman & Mohme en Piura, en los años 60. Foto: La República

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Contra el periodismo de investigación
- Como en la época de Fujimori y Montesinos, los autoritarios dirigen sus esfuerzos en desacreditar al periodismo de investigación. Desde el Congreso se ha intentado criminalizar el trabajo con fuentes de información judicial y fiscal.
- Más recientemente, con la reforma de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI), el propósito inmediato es afectar al periodismo de investigación que recibe contribuciones para financiar las coberturas independientes, especialmente relacionadas con la corrupción y el crimen organizado. Los autoritarios lo que pretenden silenciar es todas las voces cuestionadoras.