¿Adiós Tito? Serbia busca borrar su legado yugoslavo
La resistencia al traslado proviene del presidente serbio, Aleksandar Vucic, quien se opone a la medida, en medio de un creciente debate sobre la historia yugoslava y los movimientos nacionalistas en la región.
Uno de los sitios más visitados de Belgrado podría perder su joya: la tumba del padre de Yugoslavia, Josip Broz Tito, cuya memoria ya no encaja en la narrativa de un poder serbio cada vez más nacionalista.
El alcalde de Belgrado, el nacionalista Aleksandar Sapic, pidió trasladar la tumba de Tito a Croacia, su país de nacimiento, sin tener en cuenta los 120.000 visitantes anuales a la "Casa de las Flores", donde se encuentra el mausoleo.
Es hora de que Belgrado "se aleje del comunismo", alega Sapic, para quien es esencial el traslado de la tumba "para el futuro de Serbia".
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Y para asegurarse de que no queda ningún recuerdo yugoslavo en la ciudad, el martes decidió pintar de azul los autobuses que antes eran rojos.
"Creemos que el azul bizantino imperial es más simbólico que el rojo socialista, que nos recuerda los puestos de perritos calientes y de yogur", explica Sapic, en referencia a los quioscos que tenía Belgrado cuando era la capital de Yugoslavia.
"El régimen comunista no tiene literalmente nada que aportar al bienestar del pueblo serbio", insiste el alcalde, quien espera erigir monumentos a la gloria del movimiento ultranacionalista chetnik.
La Comisión de Monumentos serbia recibió una propuesta del alcalde de construir un monumento a la gloria del líder chetnik Dragoljub (Draza) Mihailovic, cerca de una de las principales plazas de la capital serbia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la región era ocupada por los nazis, dos movimientos reclamaban ser la resistencia: los partisanos, que luego fundaron la República Socialista de Yugoslavia, y los chetniks, cuyo líder Dragoljub Mihailovic fue ejecutado en 1946 por crímenes de guerra y colaborar con los nazis.
Décadas después, una ley adoptada en 2003 proclamó la igualdad entre los dos movimientos, y en 2015 el Alto Tribunal de Belgrado revirtió la sentencia de 1946 y la calificó como un "juicio político".
Vojislav Mihailovic, nieto de Dragoljub Mihailovic y diputado de un partido opositor monárquico nacionalista, calificó la iniciativa de Sapic de "insincera" y acusó al partido oficialista de un golpe político, aunque saludó el recuerdo de su abuelo.
¿Quien va a recuperar a Tito?
Con la vuelta de los chetniks, "asistimos simplemente a la continuación de lo que comenzó hace 20 años, cuando esta nueva ideología nacionalista infiltró las instituciones y convirtió a un colaborador en un antifascista", explica Milovan Pisarri, historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial.
El presidente serbio, Aleksandar Vucic, quien fue ministro de Comunicación del exhombre fuerte de Belgrado Slobodan Milosevic, dijo oponerse al traslado de la tumba de Tito, actualmente integrada al Museo de Yugoslavia.
Pero la decisión corresponde al Ministerio de Cultura y a la Comisión de Monumentos, que no se han pronunciado.
Varias ciudades y pueblos de Croacia, Bosnia y Montenegro se postularon para recibir los restos de Tito.
En los años 1990, con el colapso de Yugoslavia y la guerra, resurgió la popularidad del movimiento chetnik. Ciertos grupos criminales paramilitares serbios adoptaron entonces apodos, símbolos y barbas chetnik. Incluso hoy, el rostro de Dragoljub Mihailovic ilustra camisetas y bolígrafos.
Pero Belgrado no está borrando solo los símbolos históricos y políticos. Varios de sus edificios simbólicos también están amenazados.
El famoso Hotel Jugoslavija, una joya de la arquitectura brutalista a orillas del Danubio, pronto dará lugar a una torre de 155 metros con hotel de lujo, casino y marina.
En el centro de la ciudad, el antiguo cuartel general del ejército yugoslavo, bombardeado en 1999 por la OTAN, será reconvertido en hotel y apartamentos de lujo por el yerno de Donald Trump.
Los dos edificios, parcialmente destruidos, fueron construidos como un homenaje brutalista al cañón del río Sutjeska, donde los partisanos libraron una batalla decisiva contra las fuerzas alemanas en 1943.
Para el historiador Milovan Pisarri, se trata de intentar borrar a Yugoslavia y todo lo que representaba, aunque a su juicio "Yugoslavia no puede ser borrada de la memoria de la gente".
El alcalde de Belgrado, quien quiere el traslado de las tumbas de cuatro partisanos del parque más grande de la ciudad, no respondió a las preguntas de AFP.