Hombre es encontrado después de 20 años encerrado y torturado por su madrastra gracias al incendio que provocó en Connecticut
Un hombre fue salvado en la ciudad de Waterbury, Connecticut, de un incendio que él mismo provocó para poder recobrar su libertad. El joven de 32 años afirmo haber estado encerrado más de 20 años por su padre y su madrastra.
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El 17 de febrero, los bomberos encontraron a un joven desplomado en la cocina de su hogar, donde estuvo encerrado por más de una década. Su relato dejo a toda la comunidad de Connecticut en shock, luego que pusiera al conocimiento de todos su sufrimiento y la privación de su libertad, las autoridades investigan el caso de abuso que lo mantuvo cautivo.
Kimberly Sullivan, la madrastra del joven, es acusada de múltiples delitos, incluyendo el secuestro y crueldad humana. Conforme se desarrollan los acontecimientos, la historia de este hombre se convierte en una lucha por la libertad y un signo significativo de resiliencia.
Un rescate inesperado en Connecticut
El hombre fue finalmente rescatado luego de que iniciara un incendio en su propia vivienda, utilizando un encendedor que halló escondido en el bolsillo de una vieja chaqueta. Desesperado por poner fin a años de encierro y aislamiento, tomó la arriesgada decisión de prender fuego a su entorno como último recurso para ser visto y auxiliado.
Durante su traslado al hospital, confesó con voz entrecortada que prefería arriesgar su vida en las llamas antes que continuar prisionero: “Si el fuego no me quitaba la vida, al menos me daría una oportunidad de ser libre”. Su acto, aunque extremo, reveló la profundidad del sufrimiento que había soportado durante la mayor parte de su existencia. La intervención de los equipos de emergencia no solo salvó su vida, sino que también marcó el inicio de una nueva etapa, llena de preguntas, pero también de posibilidades.
Condiciones inhumanas del cautiverio
Durante los largos años de su cautiverio, el hombre fue sometido a condiciones absolutamente inhumanas. Vivía en un entorno insalubre, sin acceso a atención médica desde hacía dos décadas. En lugar de un baño, debía utilizar hojas de periódico para defecar y recurría a la ventana para orinar, una rutina que evidencia el abandono total en que se encontraba. Su cuerpo, reducido a apenas 30 kilos de peso, era una clara señal del maltrato físico y psicológico al que fue sometido por parte de su propia familia. La desnutrición severa, las heridas visibles y el deterioro general de su salud reflejaban años de abuso sistemático.
El detective Steve Brownell, quien fue uno de los primeros en hablar con él en el hospital, describió con crudeza el impacto que le causó su aspecto: “Parecía un sobreviviente del Holocausto”. Su testimonio conmovió a todos los presentes y dejó en evidencia la gravedad del horror vivido tras esas paredes.

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El proceso judicial de Kimberly Sullivan
Kimberly Sullivan, la madrastra del hombre, se encuentra en el centro de una investigación penal que podría llevarla a enfrentar cargos graves. Aunque su defensa ha intentado minimizar la situación, alegando que no existen pruebas físicas concretas de que el hombre estuviera encadenado, la narrativa se desmorona ante la contundente evidencia reunida por las autoridades. La policía ha presentado fotografías y descripciones detalladas del cuarto donde fue hallada la víctima: una habitación cerrada con llave desde el exterior, sin acceso a luz natural ni ventilación adecuada, reforzada para impedir cualquier intento de escape. Todo indica que el espacio fue modificado intencionalmente para mantenerlo prisionero.
A pesar de los esfuerzos de su abogado por deslegitimar las acusaciones, el testimonio del sobreviviente y las condiciones del lugar hablan por sí solos, pintando un panorama escalofriante de aislamiento, control y negligencia deliberada.