César Hildebrant le da el último adiós al papa Francisco: “Era un huésped incómodo a la Iglesia”
El periodista César Hildebrandt despidió al papa Francisco con un texto donde reconoció su intento de renovar la Iglesia y su defensa de los pobres, calificándolo como un “huésped incómodo” para los sectores conservadores del Vaticano.
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César Hildebrandt, uno de los periodistas más agudos del Perú, despidió al papa Francisco con un texto que, fiel a su estilo, no rehúye las contradicciones ni la memoria personal. En una reflexión cargada de historia familiar y religiosa, Hildebrandt reconoció en Jorge Bergoglio a un líder incómodo para la propia Iglesia que presidió: “Más que papa, Bergoglio fue un rehén, un huésped incómodo, un traidor inconcluso”, escribió. Desde su propia distancia con el dogma católico, el periodista lamentó la partida de un pontífice que, a su modo, trató de acercar la fe a los olvidados.
Hildebrandt recuerda su origen en un hogar de librepensadores y su escepticismo frente a los rituales eclesiásticos, pero a la vez rescata el legado de Cristo como un acto de rebeldía frente a las élites y al poder abusivo. En ese espíritu, afirma que Francisco, criticado por los sectores más conservadores, trató de recuperar una Iglesia más humilde y menos ligada a los privilegios. “Sin los pobres y los arrumados, la Iglesia es un club de encantados”, señala en su despedida al papa argentino.

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A lo largo de su texto, Hildebrandt subraya que la figura de Francisco incomodó tanto a los sectores ultraconservadores de América Latina como a las élites dentro del propio Vaticano. Recordó cómo la derecha, desde figuras como Javier Milei hasta los opinólogos locales, no dudó en tacharlo de “comunista” por su defensa de los pobres y su mirada crítica hacia el modelo económico global. “No creía, sencillamente, en este orden mundial impuesto a bombazos”, apuntó Hildebrandt, remarcando que Bergoglio, pese a las limitaciones de su cargo, intentó mantenerse fiel a los valores de justicia social que inspiraron su vocación religiosa.
En su despedida, el periodista también traza un paralelismo entre la vida de Cristo y el pontificado de Francisco: ambos enfrentados a los poderes de su tiempo, ambos convertidos en figuras incómodas para los guardianes del statu quo. Hildebrandt no oculta su escepticismo hacia la institución eclesiástica, pero reconoce en Francisco un intento sincero —aunque frustrado— de reconciliar a la Iglesia con su misión original. En medio de una fe que no profesa, el periodista concluye con una certeza: “hemos perdido a alguien importante”.