En un notable reportaje, Epicentro TV expuso las flagrantes contradicciones del alcalde de Lima, quien dice predicar el amor. En efecto, en sus discursos menciona con frecuencia el amor de y hacia Dios. Pero simultáneamente afirma cosas como estas: “Los de La República son traidores a la patria y deberían ser fusilados”, “Gorriti es defensor de terrucos, es el jefe de la mafia caviar”, “mucha gente muere por culpa de este señor (Gorriti), “Gorriti cobra plata por sacar a esos de la cárcel”, “La gorda Rosa María Palacios es mentirosa, asesina”, “la Corte de Derechos Humanos es defensora de terrucos, deberíamos salir de allí”. También llama prensa mermelera a La Encerrona, el grupo El Comercio, América TV, Perú 21, etcétera.
Todos estos agravios vienen intercalados con declaraciones de amor a Dios y la extraña afirmación, visto el párrafo anterior, de que todos somos hermanos porque somos hijos de Dios. También repite que lo hace por la vida, pero eso lo hace a la par que habla de fusilar a sus enemigos, a los que no duda en llamar “ratas”. No falta el racismo en sus diatribas: “El negrito que se llama Speed, que ladra todo el día. Tuve que recibirlo porque tiene millones de seguidores”.
Los mantras que se repiten sin cesar son los de “terrucos caviares” y “mafia caviar”. El personaje que instala al centro de esta galaxia infame, es el de Gustavo Gorriti e IDL. Según Porky, como él mismo se llama, el director de IDL sería el master mind de la conspiración contra el Perú. Le adjudica un poder omnímodo, pues controlaría la fiscalía, logrando no solo liberar “terrucos” sino también sicarios y extorsionadores.
El caricaturista Carlín, en la edición dominical de este diario, expuso con su habitual brillantez, esta curiosa mescolanza de exhortaciones al amor y la sarta de insultos destinados a configurar un chivo expiatorio -Gorriti- que controla la supuesta mafia caviar: “Ahora esos malditos mentirosos me difaman diciendo que yo insulto. ¡Que me digan esos payasos, enfermos mentales, cuando he insultado a alguien, yo que soy todo amor!” Así comienza, micro en mano, el discurso de Porky, imposible de reproducir aquí sin ver el dibujo con el rostro del emisor, magistralmente captado por Carlín.
Uno de los muchos aspectos relevantes de esa evidente contradicción, es las liberaciones de sicarios o, eventualmente, terrucos, son posibles gracias a las leyes promulgadas por este congreso con el apoyo entusiasta del partido Renovación Popular, entre otros. Es la antigua táctica de inventar un cuco todopoderoso -Gorriti- y culparlo de todos los males, en particular de los causados por los mencionados partidos que controlan el Gobierno. En ese esquema proyectivo, Gorriti encabeza una telaraña que incluye a los medios de prensa que se atrevan, así sea tibiamente, a criticar la corrupción gubernamental. Gobierno, que, como es evidente, vive mientras lo mantenga el Legislativo.
Lo novedoso de estos discursos de Porky, es que están trufados de alusiones a Dios, a Jesús y al amor cristiano. Por disparatado que esto pueda parecer, es una táctica política. En una comunidad nacional desesperada, el recurso a las potencias celestiales, mientras se sataniza a sus críticos, puede resultar rentable en un país que aún es mayoritariamente cristiano.
Pero, además, estas constantes invocaciones de odio mediante los insultos, también son parte de una estrategia. El odio, decía Freud, es más antiguo que el amor. Sus palabras exactas son: “el odio, en su relación al objeto, es más antiguo que el amor”. La base de estas afirmaciones es que cuando venimos al mundo sentimos cualquier presencia ajena como una agresión potencial, que amenaza nuestra existencia. Hasta que el amor de la madre, o quien haga las veces de esta, logre convertir ese temor primordial en una relación amorosa de apego. Por eso, durante toda nuestra vida, estaremos divididos entre estos dos sentimientos básicos, que Freud designó como Tánatos y Eros.
Esta división primordial está en la base de nuestras relaciones interpersonales, sociales, con el otro, el extranjero, el enemigo, etcétera. Está clara la predominancia de Tánatos en los mencionados discursos de la autoridad edil. Por eso no hay que tomarlos a la ligera. La abundancia de alusiones a los “terrucos” y “caviares”, a la par que la presencia de invocaciones a fusilamientos, indica en qué dirección va esta corriente de pensamiento: solo mediante la violencia lograremos salir adelante, destruyendo a los que él designa como los responsables de la situación de caos y anomia que impera en el Perú.
El psicoanalista Paul-Laurent Assoun comenta: “odiar es una manera de auto conservarse, hasta la destrucción del otro, mientras que amar es una manera de hacer existir al otro”. Es obvio a qué apuntan los discursos citados: a destruir al otro designado como culpable de nuestros males, engendro del demonio. Ese otro es, pues, el causante de nuestras desgracias y debe ser eliminado sin contemplaciones. Toda esta fraseología del odio no es novedad. La vemos en diversos países del mundo. Lo novedoso es que solía ser patrimonio de la extrema izquierda, como Sendero Luminoso. Ahora ese odio ha cambiado de bando: lo monopoliza la extrema derecha y no se avergüenza. Más aún, la maquilla en nuestro país como sermones religiosos.
Los peruanos ya sabemos adonde conducen estas exhortaciones a la violencia. Ya sea en nombre de Mao, Abimael o Jesús, al final del camino está la muerte del otro designado como causante de todos los males de nuestra tierra.
Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".