Todos los proyectos totalitarios comparten ciertas compulsiones. Para llevar adelante sus designios antidemocráticos contra sus enemigos jurados, los temibles caviares, mermeleros, comunistas y demás cucos, requieren satanizarlos y aislarlos. Convertirlos en chivos expiatorios de sus propias tropelías. Hasta que un buen día, como en el poema de Brecht, ya no van por otros: vienen por ti. Para entonces es demasiado tarde.
De ahí lo que está sucediendo con el Lugar de la Memoria (LUM). Primero sacan a su director, el prestigioso historiador Manuel Burga. Luego, tal como lo ha reseñado La Encerrona, vaciando la agenda hasta dejarla en blanco. Para esto han debido dejar en el aire una serie de actividades previstas, avisándoles a última hora que la actividad se cancelaba por razones “técnicas”.
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Ya hace algunas semanas se anuló el proceso de premiación del gran historietista Juan Avecedo. Este maltrato alevoso no es, por supuesto, casual. Juan siempre ha sido una persona libre y, como todo humorista eximio, crítico de la solemnidad y el autoritarismo. Por eso la gente de a pie lo quiere y, aunque no existe mejor premio que el aprecio y agradecimiento espontáneos de las personas, el premio había sido atribuido por La Casa de la Literatura, un organismo del Estado. Sin embargo, la ceremonia nunca se realizó.
Por esas felices casualidades de la vida, soy amigo de Juan Avecedo, como lo fui siempre del fallecido Nicolás Yerovi. Ambos colaboraron en la memorable revista satírica Monos Y Monadas, reedición corregida y aumentada de talento, de la que fundara Leonidas Yerovi, abuelo de Nicolás (Nico para los amigos). Ahí estuvieron creadores de la talla de Carlín (Carlos Tovar), Rafo León, Marisa Godínez, Juan Acevedo, Lalo Morel y muchos más. Para muestra un par de botones flamígeros: Cuando el General Velasco clausuró todas las publicaciones críticas del momento, menos Monos, Yerovi y compañía sacaron una carátula (me parece que dibujada por Carlín), cuyo titular decía: “¡Exigimos que nos clausuren!”, con todo el elenco estable gritando airadamente por esa “discriminación”. Y esta otra, creo que también era de Carlín, en donde con ocasión de un paro general, el chofer del general Morales Bermúdez le preguntaba frente a un semáforo: “¿Paro General?” y Morales daba un brinco del susto. Esos momentos estelares del humor son parte imborrable del patrimonio histórico de la memoria nacional. Algo que ninguna censura torpe podrá desaparecer.
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Pues bien, el Ministerio de Cultura se negó a permitir que el velorio de Nicolás Yerovi se realizara en su local, a fin de que sus miles de admiradores pudieran acercarse a rendirle un homenaje de afecto y despedida. Un acto mezquino y un agravio contra un artista que merecía esa última oportunidad de ser saludado y aplaudido. De ese ministro nadie se va a acordar, en cambio somos multitud quienes nunca olvidaremos el empeño de Nico en hacernos reír en un país que vaya si necesita poder hacerlo.
Para no perder la costumbre de reprimir al talento crítico, el alcalde de Lima, Rafel López Aliaga, cuya personalidad querulante es una de sus armas favoritas, ha propugnado una represalia judicial contra el citado Carlín, por haber osado criticar la compra de esos trenes chatarreados en California. Además, pretendiendo que se trata de una donación. Reporteros sin Fronteras ha salido en defensa del excelente caricaturista, pero la amenaza avanza.
Tan es así, que ahora la han emprendido con el escritor Rafel Dumett, cuya obra El Espía del Inca fue una descomunal revelación narrativa. Con toda justicia, se le ha otorgado el premio de novela de La Casa de La Literatura por su nueva obra, El Camarada Jorge y el Dragón. Nuevamente el Estado incumple sus obligaciones con sus creadores, pues el premio no le ha sido entregado como corresponde. Está claro que lo que les resulta insufrible y peligroso, es la libertad de pensamiento y el filo crítico de estos pensadores y creadores. Rafel Dumett, a quien conocí muy bien en París, no se anda con medias tintas. Ha declarado que “hay una guerrita declarada contra quienes disienten o se ríen de la Presidenta y de su régimen.” Asimismo, que “existe una entraña criminal en el régimen de Dina Boluarte.” ¡Más barato les habría resultado darle su merecido premio!
No hay que tomar a la ligera estas agresiones contra creadores incómodos para el régimen. Nos están advirtiendo a todos que vivimos tiempos oscuros en el que no hay lugar para la luz del pensamiento crítico de los artistas, ni de nadie que se oponga a esta feroz arremetida contra la libertad de expresión y pensamiento. Como bien dice La República en un editorial reciente: “Para que el gobierno conceda un premio vinculado a la cultura en el Perú, primero hay que asegurarse de no haber enjuiciado jamás al régimen o a la presidenta Boluarte. Es la condición básica que se exige a los premiados”.
En cambio, lo que vemos a diario en los titulares de los medios, son muestras de humor involuntario, como el Ministro del Medio Ambiente, quien aseguró que en su condominio la gente sale tranquila, pues gozan de protección policial. El chiste se cuenta solo, pero la risa que produce es amarga y, en vez de catarsis, lo que genera es frustración e ira. ¿Cómo se puede ser tan cínico y chupamedias? Censuran el talento, en particular -pero esto es prácticamente una tautología- el talento crítico contra los poderosos y corruptos. Toca defenderlos pues ellos, los creadores osados, en contraste con estas autoridades adulonas y deleznables, son imprescindibles.
Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".