K'intu Galiano: "En un país con este nivel de violencia, no compramos la idea de trabajar en uno mismo"
El director y dramaturgo nos habla de la obra protagonizada por Vania Accinelli. La historia aborda la salud metal y la estigmatización.
Vania Accinelli sale a escena y llevará sobre sus hombros la historia de tres generaciones: de una madre soltera, de una hija que intenta sanar sus vínculos recordando una niñez asfixiante, el abandono, pero también los momentos felices y el soporte emocional. Una nieta que conocerá cómo un diagnóstico de bipolaridad afectó a su familia. En Mi madre se comió mi corazón, las heridas están expuestas y la actriz interpreta a cada personaje. “En toda creación hay distintos desafíos, pero ahora el desafío es todavía mayor”, señala el director y dramaturgo K’intu Galiano, quien dirigió Watanabe y Hamlet está muerto.
Es la primera vez que Galiano y Accinelli, esposos y fundadores de una asociación cultural, coinciden como director y actriz. La República asistió al primer ensayo general en La Plaza. La obra se estrena este 29 y, aunque estamos en el segundo trimestre del 2025, es una de las propuestas más destacadas del año.
Además de abordar la salud mental, en la obra se interpela sobre la maternidad. ¿Esa mirada femenina tiene que ver con las conversaciones con la protagonista?
Sí, es una obra que me ha hecho, digamos, habitar más esa energía femenina y, ciertamente, mucho de lo que está ocurriendo tiene que ver con la mirada de Vania. También en obras donde ella no ha actuado me hace comentarios y yo los recibo y todo eso va nutriendo, ¿no? Pero debo decir que he tenido la fortuna de estar en el alumbramiento de nuestra hija (la actriz decidió dar a luz en su casa). Yo tuve el privilegio de poder recibir a mi hija en brazos cuando nació. Y el arte, en general, creo que nos permite la posibilidad de ponernos en los zapatos de otros, por ejemplo, de la salud mental. Ni Vania ni yo hemos atravesado la experiencia de haber vivido esa estigmatización, ese diagnóstico; sin embargo, estamos, con todo el respeto del caso, aproximándonos a una vivencia que es la de muchas personas en el mundo.

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La salud mental está en crisis, y es un privilegio la atención. ¿Qué impacto esperas en el público?
La salud mental es como la piedra angular. Cuando tenemos un problema físico, acudimos al doctor, pero todavía la gran mayoría de la gente no relaciona su salud mental con esos eventos de la salud física. Tratamos los síntomas, pero no asumimos porque es duro asumir la responsabilidad de nuestra salud mental. Desde mi punto de vista, es la única vía posible para poder habitar una realidad de bienestar. Ese bienestar personal son los cimientos de la posibilidad de un bienestar colectivo. Podemos lograr una ley por ahí, pero en nuestro país donde vivimos este nivel de violencia, de corrupción y de podredumbre moral, hay una tendencia a pensar que los corruptos son otros, que el mal está en algunas personas. No compramos la idea de trabajar en uno mismo para poder atender las verdaderas causas del dolor.
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Hay un personaje, la tía de la protagonista, funciona como un engranaje, ¿no?
Sí, ciertamente lo es y surge como una reproducción de algo que ocurre muchas veces. El primer impulso para escribir esta obra fue constatar la realidad de muchas mujeres cercanas a mí, amigas, familiares. Era una figura común, digamos, una familia con padre ausente o presente, pero emocionalmente ausente. Me parecía impactante constatar cómo, en varios casos, había un mal llamado trastorno mental.
Los que pudimos ver a Sofía Rocha en un escenario, podemos decir que fue una de nuestras grandes actrices. ¿La mencionas en la obra como un homenaje?
Sofía y yo éramos amigos y tuvimos la fortuna de trabajar en una obra, de hecho, en La Plaza, hace diez años. Y sí, es un homenaje; fue una mujer muy inspiradora. A mí, siendo hombre, digamos, me resultó impactante su presencia. Muchas de las decisiones que tomo surgen como algo muy orgánico. Quiero decir, no las premedito, no digo: ‘voy a hacer una obra en la que hay una tía y voy a mencionar a Sofía’, pero esto fue algo que ocurrió muy temprano; apareció su nombre. Y también Susana Reisz, una mujer muy importante en mi vida como alumno de Literatura. Es mencionada como una muestra de las muchísimas mujeres que existen y que, en este sistema, sobre todo el peruano, todavía tan patriarcal, no son tan visibilizadas como otros personajes.
En medio de la coyuntura actual, tus colegas dicen que es un milagro hacer teatro.
Sí, puede ser. Si tenemos la fortuna de vivir acontecimientos milagrosos en un país donde hay tanta pobreza emocional, pues entonces, desde mi tribuna, pienso seguir ejerciendo ese privilegio. Soy un amante del teatro y es poderoso cuando te encuentras con algo que, de alguna manera, toca una fibra y redirecciona una mirada.