Nueva modalidad delictiva sacude el Perú y Brasil: mujeres son captadas y obligadas a robar en lujosas tiendas de Sudamérica
Las mujeres son atraídas con falsas promesas y luego son explotadas en Sao Paulo, Brasil, donde son forzadas a robar en tiendas de lujo para saldar deudas impuestas por los criminales.
En las entrañas de una problemática que mezcla explotación, crimen organizado y un ingenio que desafía la legalidad, emerge una nueva modalidad delictiva en Sudamérica. Este fenómeno, protagonizado por jóvenes peruanas conocidas como “tenderas”, es objeto de denuncias que no solo revelan su accionar, sino también la red criminal que las controla.
La exportación de estas mujeres a Brasil, específicamente a Sao Paulo, responde a un esquema planificado por "Los Guevara", una organización criminal peruana con amplia presencia en tierras brasileñas y dedicadas al robo de lujosas tiendas. Un reciente informe presentad por Panorama, reveló los testimonios de testigos y videos recopilados que destapan cómo estas jóvenes, inicialmente atraídas por promesas de mejores oportunidades, son sometidas a un sistema de explotación que tiene maltrato físico, amenazas y deudas imposibles de saldar.
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El traslado de las mujeres desde Lima Norte hacia Brasil
De acuerdo con testimonios y material audiovisual recopilado por Panorama, el recorrido de las mujeres se inicia en Lima, donde se reclutan a jóvenes en barrios populares, principalmente en el norte de la capital. Una vez que logran convencerlas, se inicia el traslado hacia Brasil utilizando documentos falsificados que les facilitan el cruce de diversas fronteras sin ser detectadas. Una de las rutas más comunes implica atravesar Desaguadero, en la frontera entre Perú y Bolivia, antes de ingresar al territorio brasileño.
Una de las mujeres compartió su experiencia, revelando que “la tía de Jean Pierre es la responsable de embarcar a las chicas, garantizando que lleguen a su destino y que adquieran pasajes con identidades falsas”. Este método facilita la llegada de las jóvenes a Sao Paulo, donde son recibidas por miembros de la organización. A partir de ese momento, inicia el verdadero sufrimiento.
El sistema de control se establece a través de un mecanismo de deudas, conocido entre las víctimas como “multas”. Al ser trasladadas por la organización, las jóvenes acumulan deudas que deben saldar mediante actividades ilegales: el robo de lujosas tiendas. Una testigo afirmó que los costos reales del viaje son exagerados, convirtiéndose en cifras desmesuradas: “Aunque se gastaron 500 soles en llevarnos a Brasil, nos cobraban hasta 3.000 reales, y esa deuda aumentaba cada día”. En ese sentido, entre las tiendas que asaltaban figuraba Riachuelo, Renner, Centauro, entre otras.
La nueva modalidad de crimen organizado: peruanas eran obligas a robar en Sao Paulo
El modus operandi de las redes de robo en Brasil se caracteriza por su sofisticación y el uso de técnicas diseñadas para eludir la vigilancia de las autoridades. Las mujeres involucradas emplean mochilas recubiertas con papel aluminio, lo que les permite bloquear las alarmas de seguridad. En caso de que estas medidas fallen, recurren a métodos alternativos, como quemar las etiquetas de los productos para desactivarlas. Una exintegrante de la organización reveló que “si no tienes el imán para desactivar las alarmas, puedes quemar la etiqueta hasta que deje de funcionar”.
Una vez consumado el robo, las mercancías son trasladadas a puntos estratégicos para su distribución, tanto dentro de Brasil como hacia otros países. Según el relato de una víctima, “la ropa robada se envía de estado en estado, hasta que todo es recolectado en Sao Paulo y luego mandado a Bolivia para su venta”.
Sin embargo, el costo de participar en esta red criminal trasciende las deudas económicas. Muchas jóvenes enfrentan castigos físicos severos si no cumplen con las exigencias de la organización. La mujer implicada compartió que “si no sabías cómo robar o si te equivocabas, te jalaban el cabello, te golpeaban e incluso te aplicaban descargas eléctricas”. En situaciones extremas, algunas de estas jóvenes desaparecen sin dejar rastro. Una madre relató la angustia de no tener noticias de su hija, quien envió un último mensaje que decía: “Mami, yo me quiero volver a Lima, no quiero estar aquí”. Desde entonces, la familia ha estado sumida en la incertidumbre tras esta nueva forma de delinquir.