Esta semana La República informó sobre la detección de una banda de siete policías en actividad dedicados a robar oro en lingotes (cinco están prófugos). Páginas más adelante nos enteramos de otra banda, en este caso otros siete policías en actividad, detenidos por haber asaltado una casa en Juliaca. Otros tres policías fueron detenidos por diversos delitos.
Si uno sigue este tipo de noticias, que las hay muchas, lo que más llama la atención no es tanto su notoria abundancia, sino la fluidez con que los policías delincuentes van y vienen entre delinquir, ser detectados o capturados, y reintegrarse a la institución para delinquir de nuevo. Da toda la impresión de que estamos ante modalidades uniformadas de complicidad e impunidad. De delincuentes con sueldo del Estado.
Para que todo eso sea posible, se necesita un espíritu de cuerpo perverso a todo nivel, una vista muy gorda por parte de los superiores de esos delincuentes de entre casa, una suerte de subcultura del malandrinaje que capta a los jóvenes desde el momento en que ingresan a la institución. Se precisa, además, que los políticos siempre miren en otra dirección.
Es evidente que las debilidades de la policía algo tienen que ver con el actual estallido de inseguridad ciudadana. No es el único factor, pero es muy importante. Sobre todo si hay policías que se pasan al bando enemigo y aprovechan sus uniformes para moverse en la puerta giratoria que hemos descrito más arriba.
La situación que estamos describiendo no es nueva. Ni siquiera es producto de este gobierno. Ya en el 2006 la ministra Pilar Mazzetti denunció que el 20% de los policías era corrupto. Es probable que desde entonces el problema haya avanzado. Aunque ya no hay ministros capaces de hacer un comentario semejante.
Los altos jefes policiales despedidos rotan con el mismo rostro impasible, como si la cosa no fuera con ellos. Los mismos que no pueden capturar a Vladimir Cerrón, menos van a poder con las bandas de extorsionadores. Ministros y jefes forman algo así como una serie de ineficientes seriales. Esa ineficiencia es lo menos que se les puede atribuir.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).