Lo que pretendió hacer el gobierno de Dina Boluarte esta semana, fue un intento de confiscación blanda. Y esos gestos no se pueden dejar pasar, por más retrocesos que se hayan producido. Sí, este gobierno del tres por ciento –a través del ministro de Justicia, Eduardo Arana–, quiso apoderarse de un espacio importante del horario estelar de la televisión tradicional masiva. El objetivo era que los medios emitan un contenido previamente producido por el Estado con los logros –entiéndase logros como propaganda– en aquello que el gobierno menos ha logrado: reducir la inseguridad ciudadana. Era una confiscación por donde se le mire. Obligar a un medio a emitir un programa de esas características hubiese sido no solo ilegal, sino también inconstitucional. Que el gobierno haya desistido de tal propósito no borra de un sopapo el talante autoritario que ha demostrado tener. Es más, tras este anuncio fallido hay que mirar con más cuidado cada propuesta que hace el Ejecutivo de Boluarte.
Ya sabemos lo que ronda en este gobierno ante cada paso que da. Que Dina sobreviva, que sus ministros prediquen estupideces como las vivas de Quero al autismo o que el nuevo ministro del Interior mire atónito y en vivo a una presidenta que no sabe qué decir cuando se le cae el teleprompter. Esto último es una demostración gráfica de quién nos está gobernando. Algo de experiencia tengo con la lectura de una noticia con el dichoso prompter. Mis maestros me advirtieron siempre que, si el dispositivo ese fallaba, había que improvisar. Lo que muchas veces pedí es que yo escribiera mis guiones, sobre todo si –como era habitual en los noticieros nocturnos– había una dosis de interpretación en el hecho a narrar. Me concedieron el pedido. Y cuando el teleprompter se caía, yo ya sabía lo que estaba diciendo y continuaba mi alocución frente a cámaras con lo que tenía en la cabeza. Y les hablo desde la modesta experiencia de un presentador de noticias. Pero si eres presidente, la primera funcionaria de la Nación, no puedes quedarte en silencio por casi un minuto. Eso en televisión es un desastre. El cuarto de guerra enmudeció con la protagonista y el elenco sin saber qué decir. Eso es, más o menos, lo que es este gobierno. Solo repiten y repiten la cantaleta de que todo está bien; claro, para ellos.
Y así querían hacer un programa diario de televisión, interrumpiendo burdamente el horario estelar. A mí eso me sonó a un remake del Telecentro velasquista. Mientras escuchaba a Arana haciendo la propuesta, imaginaba un programa con el fondo de la marcha de banderas. Seguidamente, una voz en off diciendo algo como: “señoras y señores, la excelentísima presidenta constitucional de la República, doña Dina Ercilia Boluarte Zegarra, se dirige al país para transmitir los logros conseguidos a la fecha, en materia de seguridad ciudadana y otros asuntos de interés nacional; con ustedes la señora presidenta del Perú”, luego seguía la música en off para hacer una disolvencia a cámara con el Aló, Dina.
En los años setenta, la dictadura militar confiscó los canales de televisión. Los canales cuatro y cinco, cuyas estaciones están muy cerca allá en Santa Beatriz, emitían una programación única, sobre todo durante la parrilla noticiosa. Tal como me lo contó un añejo maestro de la tele, los guiones se hacían en la Oficina de Información del Ejército, la OIE. Al caer la noche, los textos llegaban en auto y un militar se los entregaba al jefe de redacción. Esas noticias eran leídas por los conductores de la época, sin cambiarle una coma. Todo era loas al gobierno militar y ver el noticiero era la “evidencia” de un país próspero y sin problemas. Pues, más o menos eso era lo que quiso hacer Dina Boluarte con la complicidad de Eduardo Arana. No te pongo un tanque en la puerta del canal, sino que te cambio la ley y te obligo a emitir un programa de cuarenta minutos, producido y dirigido por un gobierno en ejercicio. Autoritarismo puro y duro en la era del streaming.
¿Y por qué la propuesta autoritaria fracasó? Porque sencillamente ese proyecto de ley tenía que pasar por el Congreso. Y, como ha quedado demostrado con la censura a Juan José Santiváñez, este Congreso ya está tomando distancia de esta presidenta porque, sencillamente, ya están en campaña para el Senado. Solo basta ver el show de interpelaciones que tienen montado para la semana que empieza mañana. Pasarán por el cadalso desde el premier, los ministros de Salud, Educación, Transportes y Midis. ¿Y acaso eso está mal? No, al contrario. Es lo que debieron hacer siempre, pues, el Congreso tiene la prerrogativa del control político. Pero sepa usted bien que este Congreso hace lo que hace porque la gran mayoría quiere reelegirse en el Senado.
De los cinco ministros en cuestión, ninguno merece el perdón. Comenzando por el premier que escribe artículos denunciando golpes blandos desde la prensa y la Fiscalía. Justamente, la abortada confiscación blanda de los medios masivos era una vendetta por las investigaciones contra este gobierno. El ministro de Salud es el responsable político de las muertes producidas por el suero maldito de Medifarma. El de Educación, Morgan Quero, está más al pendiente de los infortunios de la señora Boluarte que del futuro de la niñez peruana. O de decir otras sandeces como que un profesor de inglés no necesita saber inglés para enseñarlo, o elogiar a un abusador de menores, o llamar ratas a los que murieron protestando contra este gobierno. La ministra del Midis, Leslie Urteaga, también merece una sanción porque Wasi Mikuna (lo que era antes Qali Warma) ha intoxicado a un centenar de niños con leche malograda; lo mismo que con la carne de Caballo y en mal estado hace unos meses. Ese desprecio a los chicos enerva a cualquiera.
Todo esto y más, usted no lo vería nunca en un programa de TV producido por este gobierno. Nos quisieron agarrar de tontos, pero no pudieron. Como solía decir un entrañable columnista, mejor “apago el televisor”.
Comenzó su carrera en 1999 en el equipo fundador del Canal N. Durante todo el año 2005, hizo reportajes de investigación para el programa Cuarto poder, de América Televisión. Entre 2006 y 2007, fue editor general de Terra TV, un canal de televisión por internet de Terra Networks. Desde octubre de 2018 a marzo del 2022, dirigió el programa diario Nada está dicho por el canal de pago RPP TV. Desde el 2 de mayo de 2022, regresó a Canal N para dirigir el programa de entrevistas de política y actualidad: Octavo mandamiento.