Una carta de Violeta Barrientos, por Mirko Lauer

Cuando la provocación se ejerce sobre un ámbito que implica la remoción de los límites fijados en lo más arcaico de la cultura, como el género y la sexualidad, el temor se redobla, así como los “poderes del horror” –la provocación al exponer lo prohibido– se potencian

Estimado Mirko, esta carta se llama “María Maricón. Prohibido provocar”.

Un reciente artículo referido a la táctica de la provocación y a la obra María Maricón me induce a esta reflexión. Suena muy cuerdo, muy mesurado decir que la provocación puede ser contraproducente. La psicología afirma que la provocación suele despertar agresividad, pero también espíritu crítico. Hoy la provocación parece estar de moda gracias a Trump o Milei, y, sin embargo, este tipo de provocación no produce el escandaloso rechazo que aquella suscitada cuando se trata del género y la sexualidad.

No es tanto el acto provocador en sí, sino qué es lo que se pone en juego. Si son mujeres y homosexuales quienes empujan los límites culturales fijados por la ley estatal o religiosa para poder ser considerados en igualdad de derechos, la provocación toca un tabú que despierta ascos y temores ante sus potenciales transgresores.

Las feministas en los años 70 clamaron ser “gordas y feas” ante un concurso de belleza, porque ser bonita era el único valor a tomar en cuenta en una mujer, mientras que un hombre valía por su inteligencia o dinero. Si el desfile del Día del Orgullo Gay parece una exhibición contraproducente, es porque siempre se ha negado la existencia de homosexuales y se les ha obligado a llevar una doble vida a riesgo de ser castigados si se hacían visibles, como impuros y mal ejemplo.

“No se sumarán adeptos bajo tácticas contraproducentes”, se advierte. Pero es relevante que algunos pocos se atrevan a provocar en una sociedad modelada en la obediencia por iglesias y militares, y donde “las mayorías” han sobrevivido, escapando del Estado y amparándose en el sincretismo religioso o en la doble moral.

Cuando la provocación se ejerce sobre un ámbito que implica la remoción de los límites fijados en lo más arcaico de la cultura, como el género y la sexualidad, el temor se redobla, así como los “poderes del horror” –la provocación al exponer lo prohibido– se potencian. Desde la literatura y el psicoanálisis, Julia Kristeva escribió un ensayo para referirse al terror que suscita que algunas entidades remuevan el orden y aspiren a pasar de ser “objeto” a “sujeto”. Y nos dice además que el arte y la religión, al ser ambas catarsis, pese a estar a veces en oposición, purifican aquello considerado como abyecto.

Mirko Lauer

Observador

Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).