Para los latinos que viven en los EE. UU., la segunda toma de mando de Donald Trump ha sido un acontecimiento sombrío. No solo por las deportaciones anunciadas, tantas que uno se pregunta si será físicamente posible realizarlas. También por la autohumillación en la campaña electoral, donde latinos bien instalados votaron contra los otros, un poco como en casa.
En la ruleta del racismo, los miembros de la latinidad próspera hace buen tiempo que se consideran estadounidenses de primer nivel. Como, digamos, los descendientes de europeos. Pero el furor migratorio desde el sur empezó a relativizar esa idea y a dividir la cancha en latinos e inmigrantes. Nótese que solo los primeros pueden votar.
El nombramiento de un “viejo latino” (cubano nacido en Miami), como Marco Rubio al Departamento de Estado, parece un guiño a la latinidad. Pero, en el fondo, es él quien va a tener que hacerse cargo de los conflictos con América Latina. Por ejemplo, si la cosa pasa a mayores, llevarse al hombro el canal de Panamá.
A primera vista, las deportaciones parecen un asunto interno. Pero los países de donde vienen los inmigrantes ilegales, algo tendrán que decir, comenzando por México, el puente de una latinidad en desesperado tropel hacia los EE. UU. No faltarán los gobiernos que se nieguen a recibir a sus expulsados desde el norte.
Quizás los latinos prósperos y asentados piensan que han cruzado la línea hacia una legitimidad mucho mayor, acaso definitiva. Pero quizás el racismo anti-latino, puesto en marcha contra los inmigrantes, termine por alcanzarnos a todos los latinos. Se comienza diciendo que no es por latinos, sino por ilegales, y de allí se va escalando, según lo que vaya diciendo Trump.
Los videos de caravanas de ilegales camino de la frontera, masas administradas por México, ya han sido harto impactantes. El espectáculo de las multitudes retiradas a la fuerza puede ser chocante para las relaciones norte-sur en el continente. Preparémonos para esas fotos y para los comentarios hipócritas de los latinos pro-Trump.
Se ha dicho que el secretario de Estado Rubio va a ser particularmente duro con las dictaduras del Caribe. Ver para creer. Más fácil le será participar en el rodeo contra los inmigrantes ilegales. Por lo pronto, Nicolás Maduro ya le ha tendido la pegajosa mano a Trump, una mano paralela a la del argentino Javier Milei.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).