La presión de Donald Trump a las universidades de Estados Unidos: el caso de Harvard
Harvard ha sido la primera gran universidad de Estados Unidos que se negó a aceptar las exigencias del gobierno de Donald Trump. ¿En qué situación se encuentra?
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La Universidad de Harvard enfrenta una de las mayores presiones políticas de su historia reciente tras la decisión del gobierno de Donald Trump de congelar más de 2.000 millones de dólares en subvenciones federales. La Casa Blanca alega que la institución ha fallado en combatir el antisemitismo dentro de su campus y exige cambios estructurales que incluyen la eliminación de programas de diversidad y un mayor control sobre el cuerpo docente y estudiantil.
Esta medida forma parte de una ofensiva federal más amplia contra varias universidades de Estados Unidos, entre ellas Columbia, a las que también se les han retirado fondos. El Departamento de Educación ha solicitado a Harvard datos sobre donaciones extranjeras, personal vinculado a gobiernos internacionales y actividades políticas de estudiantes internacionales. La universidad ha rechazado los requerimientos y ha denunciado una amenaza directa a su autonomía académica y a la libertad de enseñanza garantizada por la Primera Enmienda.
Trump contra las universidades de Estados Unidos
Desde el inicio de su segundo mandato, Donald Trump ha intensificado la investigación federal sobre universidades públicas y privadas de Estados Unidos. Su gobierno sostiene que estas instituciones han tolerado expresiones antisemitas en sus campus y ha condicionado la entrega de fondos federales al cumplimiento de nuevas directrices ideológicas. Entre las primeras medidas adoptadas, figura la congelación de miles de millones de dólares en subvenciones, becas, contratos de investigación y beneficios fiscales otorgados históricamente a centros de educación superior.
El 29 de enero, Trump firmó la Orden Ejecutiva 14188, la cual instruye a los departamentos de Educación, Justicia, Salud y Servicios Humanos a revisar la conducta de las universidades respecto al antisemitismo. Como resultado, varias instituciones se enfrentan a auditorías, pérdida de financiamiento y la exigencia de cumplir con nuevos requisitos, como incorporar agentes federales en sus campus, modificar criterios de admisión, y limitar actividades estudiantiles consideradas políticamente sensibles.
Estas medidas han sido justificadas por la administración como parte de una estrategia para proteger los “valores estadounidenses” en el ámbito educativo. Sin embargo, críticos argumentan que se trata de un intento por controlar el contenido académico y reprimir el pensamiento crítico. Aunque varias universidades han comenzado a ceder ante la presión, otras, como Harvard, han decidido rechazar frontalmente las condiciones impuestas por el gobierno, lo que ha intensificado el conflicto institucional.

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Las exigencias de Trump hacia Harvard
Harvard se ha convertido en el principal objetivo de la ofensiva republicana. El 11 de abril, la universidad recibió una carta oficial del Departamento de Educación en la que se detallaban las condiciones para mantener el acceso a fondos públicos. Entre las demandas más controvertidas, figura la reestructuración del cuerpo docente, con el pedido de priorizar a profesores afines a los objetivos de la Administración. También se solicita la eliminación de las políticas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) y el fin de acciones afirmativas en la admisión de estudiantes pertenecientes a grupos vulnerables.
Otra exigencia apunta directamente a los alumnos internacionales. El gobierno exige revisar el proceso de admisión para impedir el ingreso de candidatos que, según su criterio, no compartan los valores estadounidenses. Además, pide prohibir el uso de mascarillas dentro del campus, bajo el argumento de que estas fueron utilizadas para ocultar la identidad de manifestantes pro-Palestina durante protestas recientes.
Por último, se ha solicitado a Harvard que entregue un informe detallado sobre donaciones, subvenciones y contratos con entidades extranjeras, argumentando falta de transparencia. La secretaria de Educación, Linda McMahon, afirmó que la universidad no ha cumplido con su obligación legal de divulgar sus vínculos con gobiernos foráneos, lo cual calificó de “inaceptable e ilegal”.
El firme rechazo de Harvard: ¿Cuáles fueron las represalias?
Harvard respondió pronto. En una carta pública, el presidente de la universidad, Alan Garber, reafirmó que ninguna administración puede determinar qué debe enseñarse en una universidad privada, ni influir en sus procesos de admisión o contratación. Rechazó cada una de las peticiones, alegando que violan la autonomía académica y los principios protegidos por la Primera Enmienda. "Hemos informado a la administración, a través de nuestro asesor legal, que no aceptaremos el acuerdo propuesto. La Universidad no renunciará a su independencia ni a sus derechos constitucionales", aseveró.
Garber sostuvo que la universidad no cederá ante presiones políticas que comprometan su integridad intelectual. “Harvard puede sobrevivir sin fondos federales, pero no puede hacerlo sin libertad”, expresó. Añadió que la campaña del gobierno representa un atentado contra la educación superior y una amenaza a la libertad de cátedra en todo Estados Unidos.
Como represalia, la Casa Blanca confirmó la suspensión de subvenciones que podrían alcanzar hasta los 9.000 millones de dólares si la universidad continúa su negativa. También se cancelaron de forma inmediata dos becas por valor de 2,7 millones de dólares y se revisan contratos adicionales por más de 250 millones.