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Orígenes del Día del Trabajador: resumen sobre cómo inició esta fecha festiva que conmemora el legado de los Mártires de Chicago

El Día del Trabajador, celebrado el 1 de mayo, conmemora las luchas y logros de la clase trabajadora, destacando la huelga de Chicago de 1886 por la jornada de ocho horas.

Día del Trabajo tiene sus origen en la lucha de los Mártires de Chicago. Foto: Composición LR/IA.
Día del Trabajo tiene sus origen en la lucha de los Mártires de Chicago. Foto: Composición LR/IA.

El Día del Trabajador, celebrado cada 1 de mayo en diversos países alrededor del mundo, es una ocasión especial dedicada a reconocer las luchas, conquistas y derechos adquiridos por la clase trabajadora a lo largo de la historia. Esta conmemoración tiene sus raíces en las históricas manifestaciones obreras del siglo XIX, destacando la huelga que tuvo lugar en Chicago en 1886, donde se exigía una jornada laboral de ocho horas. Los acontecimientos de aquellos días marcaron un antes y un después en el movimiento obrero, dejando una profunda huella que perdura hasta nuestros días, denominándolos 'Mártires de Chicago'.

El Día del Trabajador trasciende la mera celebración de un feriado; simboliza el recuerdo vivo de aquellos que lucharon por condiciones laborales más equitativas, salarios dignos, seguridad en el trabajo y el respeto a la dignidad humana. En muchas partes del mundo, se llevan a cabo marchas, eventos conmemorativos y actividades culturales que resaltan tanto los logros alcanzados como los desafíos que aún persisten en el ámbito laboral.

¿Cómo se inició el Día del Trabajador y quiénes son los 'Mártires de Chicago'?

El origen del Primero de mayo como Día Internacional de los Trabajadores se remonta al Primer Congreso de la Segunda Internacional Socialista, celebrado en París en julio de 1889. Durante este encuentro, los partidos socialistas de Europa y América del Norte acordaron dedicar el 1 de mayo a rendir homenaje a la clase trabajadora y a sus luchas históricas.

La elección de la fecha no fue casual: se hizo en memoria de los Mártires de Chicago, un grupo de sindicalistas estadounidenses condenados a muerte tras una huelga en 1886 que exigía la jornada laboral de ocho horas. A pesar de que las pruebas en su contra eran escasas y el proceso judicial estuvo lleno de irregularidades, estos trabajadores fueron ejecutados, convirtiéndose en símbolo de la lucha obrera.

Desde entonces, el Primero de Mayo se transformó en una jornada emblemática para los trabajadores, especialmente en las naciones industrializadas, donde se exigía no solo la jornada de ocho horas, sino también mejores condiciones de vida: ocho horas para trabajar, ocho para el ocio y ocho para el descanso.

En algunos países, como Rusia, la celebración no se oficializó hasta después de la Revolución de 1917 y la creación de la Unión Soviética. En otras naciones europeas, como España, Portugal y Francia, el reconocimiento de la jornada laboral de ocho horas llegó en 1919. Sin embargo, en muchos otros lugares, los avances laborales no se concretaron hasta bien entrada la década de 1920 o incluso más adelante.

¿Qué hubo detrás de las huelgas y peticiones de los Mártires de Chicago?

El éxito que tuvo la celebración del Primero de Mayo, repitiéndose año tras año, solo se entiende al considerar las duras condiciones de vida de los trabajadores industriales a finales del siglo XIX y principios del XX. En aquel entonces, la mayoría de los obreros enfrentaba jornadas extenuantes de sol a sol, recibía salarios miserables y, en muchos casos, incluso los niños eran forzados a trabajar en entornos sin ninguna protección ni seguridad.

Este panorama de explotación y precariedad creó el terreno perfecto para que las ideas comunistas y anarquistas ganaran fuerza dentro de amplios sectores del proletariado. Tanto los partidos de izquierda como los sindicatos utilizaban la fecha del 1 de mayo no solo para reivindicar mejoras laborales, sino también para demostrar su creciente poder con manifestaciones masivas en las calles.

En muchos países, estas movilizaciones también incluían demandas políticas más profundas, como el cambio de régimen. Esta tendencia se intensificó especialmente después de 1917, cuando el triunfo de la Revolución Rusa ofreció un ejemplo tangible de un sistema comunista en acción.

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