Trump versus China: la guerra de los aranceles, por Efraín Gonzales de Olarte


Las decisiones que toman los gobiernos están inspiradas en intereses y/o principios. En el gobierno de Donald Trump, los intereses no sólo son predominantes, sino que los principios se han tirado por la borda, empezando por la verdad. El mundo está amenazado de estar organizado sólo sobre la base de intereses económicos particulares, mientras que el bien común hará parte de la historia.

El sábado 5 de abril hubo manifestaciones contra la política de aranceles del Donald Trump en más de mil ciudades americanas y en varias ciudades del mundo ocurrió lo mismo. Todos los manifestantes están asustados por las medidas tomadas por un presidente que de hecho se ha convertido en un monarca mandón. Las medidas que ha tomado, no solamente son impopulares, no tienen sustento en la Teoría Económica, sino que, además, varias de ellas se han salido de las normas del Estado de Derecho norteamericano y, sobre todo, ha echado por tierra todos los tratados de libre comercio que EEUU había firmado con varios países, dando a entender que ya no se puede confiar en ningún tratado con EEUU. Así el mundo ha entrado en un período de incertidumbre, gatillada por quien cree que puede mandar en el mundo, según sus caprichos, sus ideas económicas bastante simplistas y de un comportamiento de un niño rico caprichoso.

¿Qué explicación podría tener un comportamiento así? En mi opinión hay un tema de fondo a considerar. China está próxima a ser la primera potencia económica y tecnológica del mundo1, en consecuencia, es una amenaza para los Estados Unidos que desde hace varias décadas ha sido la primera potencia mundial. Es una amenaza a la “seguridad americana” idea que promueve la hegemonía, la lucha contra el comunismo y el expansionismo territorial o económico de los Estados Unidos.

El problema es que China gobernada por el Partido Comunista y con un régimen autocrático ha tenido un desarrollo económico y tecnológico impresionante en sólo 50 años ha casi alcanzado a EEUU y sobre pasado a Europa. Ha planteado la “ruta de la seda” moderna como una estrategia de desarrollo basada en su expansión en el mundo en base a inversiones en infraestructura, comercio y apoyo financiero a países con los cuales tiene relaciones económicas y diplomáticas. Algo muy diferente a la estrategia americana.

Para alguien como Donald Trump –empresario rico, arrogante y republicano (WASP)- China no sólo es una amenaza es, sobre todo un enemigo económico a quién hay que neutralizar, por ello el slogan de su campaña electoral ha sido “hacer nuevamente grande a América” (HANGA) (make America great again), para convencer a los americanos sobre su cruzada y engatusarlos con esta promesa gaseosa.

Así, Trump, para ganar las elecciones, tuvo el importante apoyo de los más grandes multimillonarios americanos: Bezos, Musk, Zuckerberg, Kushner, cuyas fortunas sobre pasan fácilmente el 12500 0001000.000 dólares, además de algunas decenas de republicanos también multimillonarios. Es decir, hoy el gobierno de los Estados Unidos está en manos de los más ricos y, obviamente, las políticas económicas favorecerán a sus intereses y China es una amenaza para sus negocios y sus ganancias.

Es aquí donde se comienza a entender, los pretextos que ha buscado Trump para HANGA. Comenzó por acusar a México y Canadá de ser proveedores de Fentanilo, de promover las migraciones hacia los Estados Unidos, y, el argumento más prepotente: todos los países del mundo se han ido enriqueciendo gracias a los déficits comerciales de los Estados Unidos, especialmente China y los europeos, que son los países con los que tienen mayores relaciones comerciales.

En consecuencia, hay que ponerles aranceles para que las importaciones americanas reditúen impuestos (aranceles), con lo cual se reducirá el déficit comercial americano, se engrosarán las arcas fiscales americanas y América será nuevamente grande. El problema es que Trump asume que un déficit es igual a una perdida y un superávit a una ganancia.

Obviamente, Trump y sus asesores aparecen como ignorantes de los principios básicos de la economía moderna, pues si Estados Unidos compra del exterior más de lo que vende es porque no son competitivos o porque las mercancías extranjeras son más competitivas o simplemente no las producen. Por otro lado, Trump y compañía no han dicho nada sobre el superávit que tiene su balanza de cuenta corriente, en la que incorporan los múltiples servicios que empresas americanas exportan a todo el mundo (Netflix, Amazon, etc. etc.). Es decir, el asunto de los aranceles sólo es un pretexto con varios objetivos:

1. Retomar la iniciativa económica mundial, que la ha ido perdiendo EEUU.

2. Romper con todos los tratados de libre comercio existentes y reemplazar el multilateralismo por el bilateralismo, lo que fortalece la capacidad de negociación del gobierno de Trump.

3. Tratar de debilitar la economía China.

4. Tratar de reindustrializar EEUU con el modelo de Sustitución de Importaciones, creo que deberían pedir asistencia a la CEPAL.

Hay que reconocer que Trump está usando sus estrategias empresariales de negociación, que lo hicieron rico: atemoriza a tu competidor para luego negociar desde una posición favorable a él. Es factible que, en el mundo empresarial, esto funcione así, pero tratar de gobernar un país con la misma estrategia no sólo es un error de concepción, sino que sus resultados no sólo serán inciertos, pero sobre todo destruirá la democracia americana, sus instituciones y probablemente América, es decir EEUU, dejará de ser grande.

No voy a analizar el efecto nocivo que tendrán sus medidas sobre los ciudadanos americanos. Finalmente, los países tienen los gobiernos que se merecen.

Columnista invitado

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Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.