En apenas 10 días, en lugares tan distantes entre sí como Piura, Ancash, Amazonas o Lima, 130 alumnos han caído intoxicados después de comer de un programa escolar de alimentación estatal. A otros, en Ayacucho, lo que les cayó fue el techo del aula sobre la cabeza. Afortunados todos, solo salieron heridos, pero a algunos de los primeros fue difícil ponerles suero para hidratarlos, tratamiento necesario después de vómitos y diarreas. ¿Por qué? Porque después de tres muertes (las confirmadas) el suero fisiológico de Medifarma (cuasi oligopólico en algunos lugares del país) perdió su registro sanitario al haber estado mal formulado desde su fabricación. Los fallecidos y los que sobreviven con secuelas de por vida, corrieron con la peor parte del recuento de víctimas, pero no son los únicos. La violencia criminal ha llevado al país a un promedio diario, sin precedentes, de seis asesinatos. Los peruanos también mueren con violencia cuando se cae el puente que atraviesan en un bus o cuando se están tomando una gaseosa en un centro comercial y el techo se viene encima. Y estamos hablando sólo de lo que va del 2025, en este trágico fin de verano.
¿Tienen algo en común esta larga lista de familias que lloran a sus muertos y atienden a sus enfermos? Tal vez, no se note a simple vista y parezca que todas son circunstancias diversas y lejanas entre sí. Pero si mira con atención se verá que hay algo que las recorre de lado a lado: no hay gobierno. Así de duro y brutal.
Estamos acostumbrados a reclamar Estado en un sentido teórico y a veces, regulatorio. En todos los casos señalados, Estado hay y regulación existe como para llenar una biblioteca. ¿Qué falta? Gestión pública. Eso, que solo un gobierno puede hacer. Y no es que este gobierno desee las muertes que he enumerado. Ningún ser humano tiene por aspiración estas desgracias. Lo que sucede es que para minimizar lo imponderable de las tragedias que emergen cada día, esta regulación, estos protocolos, responden a una acción política. Esa es la que no existe.
Dina Boluarte fue una vicepresidenta improvisada por Vladimir Cerrón, que detesta las cuotas de género, porque era lo que tenía a mano. Jamás imagino, ni él ni ella, que acabaría aterrizando en la presidencia. No hay un plan de gobierno, mucho menos una ideología, ni siquiera una línea de pensamiento con la cual leer la acción del gobierno. Solo hay un mantra: durar, durar, durar. Y en el camino identificar enemigos (los caviares, los fiscales, los jueces, el golpe blanco, los terrucos, los castillitas, u Otárola, si está a mano) atrayendo a amigos en el Congreso que permitan solo seguir durando.
Si tu planeamiento político se reduce a un verbo, no hay objetivos. Si no hay objetivos, no hay estrategia. A lo más, el gobierno exhibe algunas tácticas alocadas. El atarante, por ejemplo. En seguridad ciudadana vamos de la pena de muerte al penal de Challapalca; del terrorismo urbano a la franja publicitaria de los (¿) logros (?) del gobierno; de la salida de la Corte Interamericana a la salida de los fiscales supremos; del estado de emergencia al “cuarto de guerra”. Nada de eso es útil.
El ministro de Salud un día anuncia el retiro del registro sanitario del suero de Medifarma porque te mata, pero al día siguiente autoriza la comercialización de los saldos, porque ya no te mata. El ministro de Educación grita: ¡Viva el autismo! Mientras las escuelas se caen a pedazos y todavía recordamos que él sostiene que los derechos humanos no son para las ratas, en referencia a los 50 asesinados por este régimen. La ministra del Midis, que dupletea luego de su inefable paso por el ministerio de cultura, donde uno de sus mayores logros fue mandar a recibir a La Pestilencia, ha tenido una idea genial. A falta de plan, se le ha ocurrido suspender el programa de alimentación escolar. Al desaparecer el programa, hasta nuevo aviso, ya no habrá niños intoxicados. Brillante.
No hay gobierno. Esa es la realidad por los próximos meses. Hasta el 28 de julio del 2026, seguiremos igual. Frente a esta situación de precaria sobrevivencia, algunas instituciones públicas no desaparecen porque queda el Estado y sobre todo, el estado de derecho en algunas pequeñas islas. El BCR puede seguir controlando la moneda y la inflación, el sector privado puede seguir creciendo limitadamente pese al entorno y un contexto electoral podría darnos un aire de esperanza. Tal vez, no lo sabemos, el sistema de justicia y el sistema electoral, resistan los embates del congreso. Pero eso todavía está en el campo de la incertidumbre.
Al frente, se alistan candidatos con estrategias que se van afinando. De los 41 partidos inscritos, un paquete son franquicias. Tal vez el caso más grotesco esta semana es el de Hernando de Soto, 83 años, aviso a página entera, dice que él es el candidato y que la campaña se hace a su criterio, en un partido que parece no tendrá elecciones internas. No será el único. Lo importante para el pacto, sobre todo para Keiko Fujimori, está en mantener el mayor número posible de partidos para fraccionar el voto y pasar a segunda vuelta como la reina de los enanos, tal vez con un 8% y vencer a su contrincante escogido Vladimir Cerrón.
Gobierno y partidos en el poder, mucho remiendo para tan poca tela. Las costuras saltan todos los días y solo dejan ver la desnudez del poder, preocupado en palacio de gobierno por cirugías plásticas y relojes de lujo. Resiste Perú y no olvides que: #PorEstosNo.
Nació en Lima el 29 de Agosto de 1963. Obtuvo su título de Abogada en laPUCP. Es Master en Jurisprudencia Comparada por laUniversidad de Texasen Austin. También ha seguido cursos en la Facultad de Humanidades, Lengua y Literatura de laPUCP. Einsenhower Fellowship y Premio Jerusalem en el 2001. Trabajó como abogada de 1990 a 1999 realizando su especialización en políticas públicas y reforma del Estado siendo consultora delBIDy delGrupo Apoyoentre otros encargos. Desde 1999 se dedica al periodismo. Ha trabajado enradio, canales de cable, ytelevisiónde señal abierta en diversos programas de corte político. Ha sido columnista semanal en varios diarios.