Nunca un congreso ha sido tan desaprobado por la población ni nunca un congreso ha sido tan carepalo con sus dobles, triples raseros. Hagamos el siguiente ejercicio: imaginemos que el golpista Pedro Castillo o a su esposa, antes de intentar ser dictador, hubiese sido sorprendido usando relojes Rolex, joyas y ternos valuados en decenas de miles de dólares durante sus presentaciones públicas. Imaginemos a Pedro Castillo o a su esposa, sometiéndose a una cirugía plástica, haberse sedado, anestesiado, sin haberle pedido permiso al congreso. Imaginen a Castillo, rebasado por los indicios y testimonios, bajo la sospecha de haber ayudado a la fuga de Vladimir Cerrón. Seguro a muchos se les viene a la cabeza un festín de melodramáticas flagelaciones públicas, por ejemplo, la escena de una furibunda e indignadísima Patricia Chirinos, la misma que quería denunciar constitucionalmente a Castillo por traición a la patria, gritando en el congreso, anunciando la presentación de una moción de vacancia para salvar la democracia, escandalizada por la conducta del “cuco terruco comunista” que teníamos de presidente. También al almirante Jorge Montoya, carajeando como en un cuartel, anunciando que lo hecho por Castillo nos permitiría vacarlo y acabar con el comunismo, que tal falta a la majestad del congreso no se puede permitir en una democracia. Otros, de seguro, como yo, ya leen el tuit de Keiko en X o alguna otra red social, videíto incluido, llamando a una lucha frontal contra los enemigos de la democracia. Esto, solo por citar algunos ejemplos cantados. Hagan lo mismo con Sagasti y Vizcarra y les dará el mismo resultado.
Los que antes defendían a Pedro Castillo son los mismo que ahora piden la vacancia de Dina Boluarte, dice Jorge Montoya, entre otros y está en lo cierto. Se olvida, sin embargo, como todos los de la derecha radical, que pasa lo mismo al revés y omite señalar el otro lado de la ecuación: los que antes pedían la vacancia de Pedro Castillo, por quítame estas pajas, son los que ahora relativizan todo lo que puede ser causal de vacancia respecto de Dina Boluarte. Hay que contar el cuento completo, observar las contradicciones en ambos lados y entender que la vacancia por incapacidad moral de un presidente, hoy por hoy, con las reglas actuales, depende de 87 votos, cuya “moral” no importa, que tienen la facultad de decidir sobre cualquier tema, repito, sobre cualquier tema, si algo es “moral” o “inmoral”, dependiendo de quién y por qué y para qué está en el poder. No importa la “moral”, ni su “incapacidad moral”. Hablemos claro y, señores políticos, si pueden hacer lo que no pueden, déjense de hipocresías.
René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.