Cajamarca: patrimonio cultural de la humanidad, por Manuel Rodríguez Cuadros

"La preservación del patrimonio cultural de Perú y su socialización en la población, emerge, así, como un factor esencial para la consolidación de la Nación (...) La diversidad cultural del Perú es un atributo de la política exterior. La inexistencia de una política cultural exterior es una lamentable evidencia”.

El Perú contemporáneo es la síntesis de la evolución del Estado y la sociedad en un territorio y medio geográfico megadiverso, que sus habitantes comparten desde hace más de cinco mil años.

A partir de esa interrelación entre el hombre y su medio ambiente, se desarrollaron diversas formas de organización social, económica y política, en el contexto de una permanente pluralidad étnica y cultural. En ese largo proceso se ha ido constituyendo la Nación peruana. Con dificultades para someter, reordenar y aprovechar un medio geográfico difícil, a veces hostil a la vida humana. Pero, también, a partir de la presencia europea (siglo XVI) y durante la República, con dificultades para consolidar la Nación, por la existencia de un Estado y una estructura del poder político, económico, social y cultural fraccionada, desigual y discriminatoria.

Antes que una ausencia de Nación, en el proceso histórico peruano contemporáneo ha existido una fragmentación de la identidad nacional. A la visión andina del Perú, se opuso la concepción costeña de la patria. Y a la percepción de las élites y los sectores dominantes de la sociedad, las identidades nacionales de las mayorías nacionales, urbanas y rurales.

Se trata de una evolución social compleja y contradictoria en la que la visión del Perú de cada sector social o étnico, fraccionado, se articula con factores identitarios comunes. El más obvio: compartir y organizar la vida y la coexistencia social en el mismo territorio. El más dinámico: la cultura peruana, diversa y múltiple, que es el gran factor de cohesión nacional. Las expresiones culturales comunitarias, locales y regionales, en su propia pluralidad, se articulan crecientemente como creaciones que se integran en un ser identitario nacional-peruano.

El patrimonio cultural diverso, material e inmaterial, ha sido y es dentro de los procesos fraccionados de construcción del Estado y la sociedad, un factor transversal de la conciencia y la identidad nacional. Y es, también, un recurso de los pueblos para mejorar sus niveles de vida y bienestar.

La preservación del patrimonio cultural de Perú y su socialización en la población, emerge, así, como un factor esencial para la consolidación de la Nación. La sociedad y el Estado tienen el deber de garantía para que ese patrimonio, recibido de nuestros antepasados, pueda ser preservado, recreado y transmitido a las futuras generaciones. Este proceso no es solamente nacional. Es también universal. La UNESCO, a través de la Convención para la preservación de patrimonio cultural y natural (1972), ha generado una normativa de derecho internacional, una teoría, técnicas y procesos para la preservación y protección de los bienes culturales que poseen un valor universal excepcional.

Para preservar estos bienes y asegurar su transmisión intergeneracional, la UNESCO ha creado la lista del patrimonio cultural de la humanidad. Los bienes culturales que son objeto de este reconocimiento gozan de un ámbito de protección multilateral, de naturaleza universal. Su protección ya no es solo una responsabilidad nacional, comprende a la comunidad internacional.

Los Estados donde se encuentran los bienes patrimonio de la humanidad, adquieren obligaciones internacionales para que, junto con la acción del Comité del patrimonio mundial, elaboren y apliquen políticas de preservación, protección y puesta en valor sostenible de ese patrimonio.

El Perú tiene inscritos en la lista del patrimonio de la humanidad, como bienes culturales, a Machu Picchu (1983), la ciudad del Cusco (1983), el sitio arqueológico de Chavín (1985), la zona arqueológica de Chan Chan (1986), el convento de San Francisco y el centro histórico de Lima (1988-1991), las líneas y geoglifos de Nazca y Palpa (1984), el centro histórico de la ciudad de Arequipa (2000), la ciudad sagrada de Caral-Supe (2009), el Qhapaq Ñan-sistema vial andino (2014) y el observatorio astronómico de Chanquillo (2021). Todos, bienes culturales heredados de las antiguas civilizaciones del mundo andino.

Hasta inicios del siglo XVI no existió una sociedad internacional universal, sino varios mundos, cuyos espacios geográficos se pensaban finitos. Se trataba de sociedades internacionales particulares, como los “mundos” de las sociedades mediterráneas, la India o la China. En el Perú floreció la sociedad internacional particular andina. Al producirse las guerras de conquista y el subsecuente hecho colonial, el mundo se universalizó, desde el punto de vista de la geografía, las interacciones sociales, la economía y la política. En ese momento se inició propiamente la globalización.

Alan Covey, en Apocalipsis en los Andes: la conquista española y la transformación del mundo andino, ha señalado que el enfrentamiento de un imperio regional (España) y un imperio universal (el Tahuantinsuyo), graficado por la captura y ejecución de Atahualpa en Cajamarca, significó el fin de las civilizaciones antiguas y el inicio del mundo contemporáneo. Otro historiador norteamericano, Jared Diamond, reconoce un simbolismo excepcional a la batalla de Cajamarca, como “el momento más dramático y decisivo entre el viejo mundo y el nuevo mundo”.

Más allá de la táctica militar-diplomática del engaño que Pizarro empleó para someter a Atahualpa, el enfrentamiento de Cajamarca marcó el momento crucial en el que a través del hecho colonial se universalizó el mundo.

En ese contexto histórico, consolidada la conquista española, Cajamarca, como el Cusco, bajo el régimen colonial, se refundó y evolucionó dentro del sincretismo y el paralelismo cultural. Del mestizaje y la segregación de la población originaria andina. Su original trazo dio lugar al diseño urbano propio de las ciudades españolas y a sus construcciones de adobe y piedra volcánica de carácter civil y religioso.

El año 2032 se conmemorará 500 años de la batalla de Cajamarca, la prisión y muerte de Atahualpa. Esa fecha tiene una significación histórica mayor. De carácter universal. Constituye, también, el contexto histórico en el que debería inscribirse la ciudad de Cajamarca en la lista del patrimonio cultural de la humanidad.
El Gobierno debería adoptar la decisión de presentar el expediente, conforme a los requerimientos y criterios metodológicos establecidos en la Convención de 1972. El requisito fundamental ya está cumplido. El año 2002, Cajamarca fue inscrita en la lista tentativa. Se trata del registro de los bienes que los Estados han determinado como prenominaciones.

El expediente para la nominación –desde la perspectiva de las ciencias sociales y las artes– debe sustentar que el Centro Histórico de Cajamarca posee un valor universal excepcional. Que las condiciones de autenticidad e integridad que exige la convención de 1972 se configuran en una densidad suficiente. Y que el bien puede inscribirse en la lista, aplicando por lo menos dos de los criterios exigidos por la UNESCO: 1) constituir un ejemplo sobresaliente de un tipo de conjunto arquitectónico o paisaje que ilustre uno o más etapas significativas de la historia humana; y 2) que muestre la existencia de un importante intercambio de valores humanos a lo largo o dentro de un área cultural del mundo, en el ámbito de la cultura, la tecnología, las artes monumentales, el urbanismo o el diseño paisajístico.

La diversidad cultural del Perú es un atributo de la política exterior. La inexistencia de una política cultural exterior es una lamentable evidencia. La diplomacia descentralizada, un ostensible vacío. La nominación de Cajamarca para su reconocimiento como patrimonio cultural de la humanidad, en medio del disenso de la hora actual, debiera ser una iniciativa de un necesario y saludable consenso nacional

Manuel Rodríguez Cuadros

Exministro de RREE. Jurista. Embajador. Ha sido presidente de las comisiones de derechos humanos, desarme y patrimonio cultural de las Naciones Unidas. Negociador adjunto de la paz entre el gobierno de Guatemala y la guerrilla. Autor y negociador de la Carta Democrática Interamericana. Llevó el caso Perú-Chile a la Corte Internacional de Justicia.