Opinión

Secuelas, por Mirko Lauer

"La marcha tendrá impacto, pero no va a cambiar casi nada, ni en Lima ni en las regiones. Lo cual en cierto modo es una mala noticia".

Lauer
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¿Qué puede pasar después de la marcha? La apuesta más segura es que habrá el anuncio de una nueva movilización, o varias, como ocurrió la vez pasada. No habrá cambios en el esquema de poder, y eso difundirá un clima de frustración. La famosa toma de Lima pasará de ser una amenaza de fantasía a ser un remoquete desacreditado. Nadie se presentará como padre de la criatura.

Si la cosa se resuelve de manera pacífica (que es como se ve desde hoy martes 18), el oficialismo cometería un error lanzándose a cantar victoria y a burlarse de sus opositores. A juzgar por sus palabras sobre el tema en una feria artesanal del Mincul, el ánimo de Dina Boluarte no va por ese camino, se atizarían las brasas políticas.

El problema del Gobierno frente a las secuelas de la marcha es que no tiene realmente nada que ofrecer al público. La gente ya está acostumbrada a los donativos en cash nacidos de la pandemia, y que nunca han resuelto el alza del costo de vida. Aun así, podría ofrecerse algo más de alivio económico, pero eso no va a inclinar la opinión pública hacia Palacio.

Paradójicamente, enfrentar la marcha ha convertido a los empresarios de todo tamaño en opositores ellos mismos. En las vísperas ellos no salieron a defender al Gobierno (¿alguien lo ha hecho?) sino a lanzar advertencias a los potenciales vándalos de esta hora. Algo nos dice que sus próximos reclamos serán al Gobierno mismo y al 1% de crecimiento del PBI este año.

La eventual moderación de la protesta lanzada producirá un suspiro de alivio en muchas autoridades del interior. Una marcha violenta y mediáticamente exitosa, con enorme concurrencia de masas, se traduciría en un refuerzo de los sectores radicales en muchas localidades. No son los sectores que están gobernando localidades ahora, pero no por falta de ganas.

En resumen, la marcha tendrá impacto, pero no va a cambiar casi nada, ni en Lima ni en las regiones. Lo cual en cierto modo es una mala noticia. Pues solo un susto serio podría inculcar a los congresistas una dosis de sensatez instantánea. Sin esa dosis da lo mismo en qué año lleguen las próximas elecciones.