Tubo indefenso, por Mirko Lauer
"El oleoducto norperuano ya parece un colador. Seis perforaciones en lo que va del año se suman a las anteriores, que no son pocas".

El oleoducto norperuano ya parece un colador. Seis perforaciones en lo que va del año se suman a las anteriores, que no son pocas. Pérdidas por reparación, por crudo derramado, por daños al medioambiente circundante. Hay casos llamables naturales (rocas, erosión), pero una gran mayoría es atribuible a acciones humanas.
En algunos de estos últimos casos estamos ante el sabotaje perfecto, en que quienes malogran el oleoducto le exigen a Petroperú contratarlos para las reparaciones. El círculo vicioso explica parte de las tres docenas de desperfectos desde el 2016. Pero no todo daño puede ser reparado por el talento local.
En algunos casos la cosa es más franca. En la semana pasada un derrame del oleoducto coincidió con el bloqueo de acceso de trabajadores de Petroperú a una planta de la comunidad Santa Rosa (Loreto) y con el asalto a una de las válvulas automatizadas de la operación. Todo en el contexto de diversos reclamos al Estado.
Cuando comienzan las investigaciones policiales o fiscales en cada perforación, la cosa termina más o menos en que la responsabilidad es de Petroperú por no cuidar o mantener bien el oleoducto (tiene casi 900 kilómetros de largo). Una actitud que se presta a la aparición de nuevas perforaciones y nuevos contratos.
Este tipo de situaciones tienen problemas para llegar a las primeras planas. Los agujeros aparecen en lugares remotos, los daños no se trasladan formalmente a la población de las ciudades, los sospechosos amazónicos tienden a ser vistos más como víctimas que como infractores. Mucho más fácil es que Petroperú regañe un poco y asuma los gastos.
La situación se parece en algo al camino que va de la mina Las Bambas hasta la costa, donde los habitantes circunvecinos practican una versión del gran asalto al tren un mes sí y otro también. Todas repeticiones del género “la toma de” y muestras del tipo de relación que mantenemos los peruanos con la ley.
¿Cómo se soluciona todo esto? ¿Una patrulla especial para escudriñar la espesura? ¿Sensores ultramodernos? ¿Imágenes del satélite peruano? Lo más sensato sería que las comunidades a lo largo del tubo entren en razón y se llegue a acuerdos sostenibles. Pero eso significa llegar a ese mismo tipo de acuerdos dentro de las propias comunidades.
Mientras tanto vamos perdiendo petróleo y medioambiente, como por un tubo.