Opinión

Día del Servidor Público

Queda mucho camino por recorrer hasta que se respete al funcionario de carrera.

Editorial
Editorial

No existe una gestión, tanto en el aparato estatal nacional como en el regional o local, que no haya llevado a un conjunto de personas a la función pública por razones que poco tienen que ver con el currículo y más con las recomendaciones y relaciones. Son los improvisados, los del carné partidario, que solo sirven para engrosar la planilla estatal hasta límites insostenibles.

En el Día del Servidor Civil se debe celebrar a quienes, pese a todos los obstáculos, se dedican a servir al público, a atender las necesidades de los ciudadanos y a construir una relación de confianza entre el Estado y sus “clientes”, con verdadera vocación por el bien común y las obras y servicios en beneficio de las personas.

No solo son las amenazas que corresponden a los procesos civiles y penales que se abren contra funcionarios públicos que intentan romper los criterios burocráticos y anquilosados de control que impiden la gestión; sino también se trata de las mafias que tienen el manejo de los procesos internos, a los intereses subalternos y a la inestabilidad persistente en los cargos públicos.

Todo contribuye a convertir al Estado en una máquina paralizada, de visión cortoplacista y que no innova para alcanzar metas cuantificables. Frente al régimen privado, pierde eficacia y cae en el desprestigio todo el aparato público.

Se calcula que en el Perú existen un millón y medio de trabajadores públicos, según la última data de Servir. Se ha buscado impulsar, además de una reforma más integral del Estado, una carrera pública que se base en la meritocracia, con la formación de gerentes públicos que, luego de recibir la preparación correspondiente, puedan ocupar los puestos del escalafón en los sectores.

Esta iniciativa no logró consolidarse y en los últimos siete años perdió el impulso alcanzado en la etapa previa. Nuevamente, triunfó el favor político y el aparato estatal volvió a llenarse de improvisados. El caso más flagrante es el del Congreso, que ha visto duplicarse el número de personal, sin que ello redunde en elevar la calidad de la labor que allí se realiza.

¿Dónde quedó el impulso de la ley de Servicio Civil para ir de la mano con la reforma del Estado? Poco o nada se ha avanzado en la materia y los Gobiernos que se han sucedido en los últimos años han preferido la prebenda y el carné partidario que el impulso serio a la meritocracia y a la carrera pública. Un Estado de calidad requiere un servidor público capaz y preparado.