Cultural

Una antología polémica y vigente: “McOndo” contra Gabriel García Márquez

Un reciente regreso a la antología de los chilenos Alberto Fuguet y Sergio Gómez nos indica que tan desacertados no estaban en sus postulados. El tiempo les dio la razón y muchos de sus autores incluidos hoy son estelares.

Gabriel García Márquez. Imagen: Difusión.
Gabriel García Márquez. Imagen: Difusión.

No recuerdo bien el momento en que escuché por primera vez de la antología McOndo, pero sí recuerdo la segunda: en un perdido día del segundo semestre de 1997, en San Marcos. Aquel día se presentaba en el auditorio de la Facultad de Letras el primer número de la revista-libro Ajos y Zafiros. Minutos antes de la presentación, una sensibilidad perversa empezó a repartir un volante y uno de los puntos del mismo decía algo más o menos así: “Hay que ser un ignorante para calificar a McOndo de antología valiosa”.

A partir de ese momento, apunté en mi agenda mental la lectura de McOndo (Mondadori, 1996), de los narradores chilenos Alberto Fuguet y Sergio Gómez.

Los años pasaban y aún no me sumergía en sus páginas. No leía McOndo pero a la vez sí, ya que comenzaba a devorar los cuentarios y novelas de los autores que la integraban, como Edmundo Paz Soldán y su excelente Amores imperfectos, Leonardo Valencia, Juan Forn, Ray Lóriga, José Ángel Mañas, Rodrigo Fresán, Jordi Soler y Jaime Bayly. Recién a mediados de 2003 pude enfrentarme al libro en cuestión.

En esa época atravesaba una etapa de posería intelectual, creía que, para ser un buen lector, había que ser lo menos impresionista posible. Era, pues, un insoportable opinólogo, un esforzado especialista en libros caletas, que sin razón alguna descalificaba a las publicaciones literarias de tendencia comercial. Bajo ese espíritu leí McOndo. Esta antología fue muy atacada, sin ser comprendida del todo, por los hijos de la escuela del resentimiento, como bien calificaba Harold Bloom a los integrantes de la academia.

Un tiempo después, y a lo mejor cansado de tanta narrativa inflada, y sobre todo de tanto florilegio de narrativa hispanoamericana cuyos prólogos hacían alarde de un excesivo conocimiento inútil con el que justificaban elecciones de autores muy malos, es que volví a ese primer amor de lector, el del lector a la caza de la verdad emocional, mi punto de partida para saludar o criticar.

McOndo me significó un grato redescubrimiento. Esta antología marcó una pauta, puso en la mesa ciertos senderos temáticos y estilísticos que, guste o no, marcan el devenir actual de la narrativa escrita en castellano. Hasta el momento de su publicación, no existía un discurso frontal contra la presencia del realismo mágico de Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982, para más señas.

Una antología debe ser siempre una respuesta. No puede quedarse en un inofensivo espíritu conciliador, de castrado muestreo. Una antología tiene que ser frontal. Es una respuesta a algo, una antología no es un tono al que se va a chupar y bailar. Las antologías valen por sus prólogos, se leen por sus prólogos. Y por más punto de desencuentro que tenga con el escrito por Fuguet y Gómez, debo resaltar su valentía.

McOndo, en comparación con otras antologías de narrativa latinoamericana e hispanoamericana que nacieron o viven “muertas”, mantiene una frescura que no hay que dejar de celebrar. Búsquenla en las plataformas de libros.