El discurso inaugural de Trump estuvo dentro de lo que se esperaba: contra el mundo, y no solo contra América Latina.
Así, directivas para retirar a Estados Unidos del Acuerdo Climático de París y de la Organización Mundial de la Salud plantean un EE. UU. “por encima de todo” y no sujeto a regla alguna. Chau multilateralismo.
Mientras, Europa toma clara distancia: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró en Davos que el cambio climático sigue ocupando un lugar prioritario en la agenda mundial, que el Acuerdo de París “sigue siendo la mejor esperanza para toda la humanidad” y que “Europa mantendrá el rumbo y seguirá trabajando con todas las naciones que quieran proteger la naturaleza y detener el calentamiento global”.
Destacan otros dos anuncios clave: aumento de aranceles y duras medidas contra los inmigrantes. Y hasta calificaciones militares para los carteles de la droga, dejando entrever que así podría legitimar eventuales incursiones militares estadounidenses. Concluyó su mensaje con una sintomática y reveladora frase: “Nada se interpondrá en nuestro camino”. Nuestra región —y el mundo— toma nota de esta frase.
Quedó “en el aire”, por ahora, lo de la intervención en Panamá para retomar el control del Canal. Pero todo lo dicho antes no fue enmendado: la amenaza de intervención “imperial” en Panamá, pues, persiste. Y la urgencia de una consistente reacción latinoamericana en la que debe trabajarse ya. Sabiendo, además, que para Trump América Latina es, ante todo, espacio para la confrontación o, más bien, de irrelevancia.
Y abrió interrogantes de fondo preocupantes.
Respondiendo a una corresponsal brasileña sobre la relación con América Latina, fue directo y contundente: “Ellos nos necesitan más de lo que nosotros los necesitamos a ellos”... “nosotros no los necesitamos”. En realidad, “gorro” de una serie de acciones anunciadas guiadas por una lógica: la confrontación. Su visión de la relación con nuestra región.
Si hay o no “necesidad” en los EE. UU. de América Latina, es algo que se puede discutir. Pero sobre lo que no cabe duda es que el comercio con América Latina es parte crucial —y necesaria— en la dinámica económica estadounidense. Y que la forma de enfrentar un eventual déficit comercial no puede ser el anacrónico proteccionismo, sino la mejora de la productividad.
Las exportaciones latinoamericanas a EE. UU. son parte relevante del “mercado interno” estadounidense: de productos agropecuarios para el consumo, de materias primas como cobre, hierro y petróleo, hasta de vehículos automotores y repuestos.
Pero las respuestas de Trump irían dentro del clásico y superado proteccionismo contra las reglas del libre comercio, si es que cumple con sus amenazas. Empezando por México, al que, junto a Canadá y China, se le aumentarían los aranceles a partir del 1 de febrero. Uno de los “fundamentos” para hacerlo no tiene nada de “comercial”: el alegado descontrol de las migraciones.
El asunto va más allá de México o Canadá. Pues la explicación fundamental a los “déficits comerciales grandes y persistentes” no tiene nada que ver con las migraciones, sino con la productividad. Y así saltó a la palestra el clásico, simplista y desfasado proteccionismo, prevaleciente antes del funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Por eso, el paso directo a las desfasadas medidas proteccionistas contra las reglas y estándares de la OMC. Puso sobre el tablero, como muchos temían, el eje de su agenda: guerra comercial que empezaría en febrero. Si atenta contra los estándares y reglas regulados por la OMC, abriría un amplio escenario de confrontación global. Al poner de lado, incluso, lo pactado en los acuerdos bilaterales de libre comercio (como el vigente con el Perú desde 2006) y poner el foco solo en el alegado déficit comercial, Trump está anunciando una guerra comercial global. Sin precedentes.
Pues estos preocupantes anuncios deberían conducir a una reacción pronta y consistente de los países afectados, con los correspondientes reclamos en la OMC, haciendo uso de las reglas y procedimientos allí establecidos. Un tema abierto y que toca, de una forma u otra, a toda América Latina, no solo a México.
Las inaceptables amenazas de tomar el Canal de Panamá ya vienen mereciendo reacciones desde destacados voceros del sentimiento latinoamericano, como el claro y contundente manifiesto publicado hace pocos días por decenas de excancilleres y líderes políticos de la región.
Estuve involucrado en recoger las firmas y adhesiones a ese importante manifiesto y debo decir, ante todo, que quedé muy positivamente impresionado con la general disposición de prácticamente todas las personas consultadas de firmar de inmediato. Signo de los tiempos que corren y de la potencialidad de lo que tendría que hacer América Latina.
En la región estaríamos en condiciones —y hasta en la obligación— de articular no solo “manifiestos”, sino acciones estratégicas importantes, que podrían incluir, por ejemplo, un proceso judicial internacional ante la Corte Internacional de Justicia contra la pretensión imperial de Trump.
Las expulsiones masivas están prohibidas por el derecho internacional. Tema que América Latina ha de seguir de cerca y en torno al cual podría tomar iniciativas: presentando casos en la ONU y el sistema interamericano. Otra “orden” de Trump, la de poner fin a la ciudadanía por nacimiento dentro de EE. UU., es una medida frontalmente inconstitucional en ese país.
Gran reto, pues, para nuestra región, que ha salido de dictaduras y atrocidades. Otra vez: poner el eje sobre los derechos humanos. Con el impulso de acciones ante el sistema interamericano y el universal. Pues con medidas amenazantes como las que anuncia Trump, estaría poniendo a su país, más temprano que tarde, en el banquillo.
Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fue Relator Especial de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados hasta diciembre de 2022. Autor de varios libros sobre asuntos jurídicos y relaciones internacionales.