Ministro Juan José Santiváñez debe irse

Se va convirtiendo en un clamor de ciudadanía, instituciones y de algunos grupos parlamentarios.

Se trata de un ministro del Interior que ha pasado por diversas fases, ha hecho múltiples promesas y ha sido blindado por el mismo poder político sobre el que se asienta la permanencia en el poder de Dina Boluarte.

Los socios políticos de la presidenta se han hecho de la vista gorda una y otra vez frente al desastre de gestión de Juan José Santiváñez. Le han perdonado todo. Los muertos por razones violentas que se multiplican cada día, los transportistas que salen a las calles a jugar la ruleta rusa que les impone el sicariato, así como las fallas visibles de gestión, de conducción y de horizonte que se aprecian a simple vista.

Santiváñez ha desmentido a los medios y a los adversarios con mentiras sobre estadísticas existentes y que son inobjetables técnicamente. Ha entrado en conflicto con el propio ministro de Salud para señalar que no son reales.

No obstante, la realidad se impone. Hay 106 muertes violentas en una estadística que mide del 1 al 19 de enero. Un símbolo de los tiempos en los que la escalada criminal no cesa y nos coloca vulnerables ante la ola delincuencial.

Es tan grande el desmanejo de la cosa pública que en Trujillo ha estallado otro artefacto explosivo el mismo día en que el titular del Interior realizaba una visita a la ciudad que está atenazada por la criminalidad. Al igual que  otras provincias de La Libertad, también heridas de muerte por la presencia de sicariato, extorsión, minería ilegal y otros crímenes.

No hay que olvidar que Santiváñez es el responsable del desmantelamiento de la Diviac y de la separación de oficiales de alta especialización, a los que previamente hostilizó y procuró humillar con puestos subalternos. Se trata además de alguien que cumple con venganzas ajenas, que es capaz de llegar a la vileza para defender su cargo y que en el camino a la salida, que se cumplirá de manera inevitable, va haciendo grave daño a la institucionalidad. Se convertirá en algún punto de la historia en otro de los funcionarios olvidables de este régimen.