No fue suficiente con querer resolver un real problema de desprestigio que hunde al Congreso alargando la falda de las empleadas parlamentarias; sino que se tuvo que recurrir a una vieja prédica del machismo, en la que se responsabiliza a las víctimas de los ataques sexuales sufridos. Todo por salir al paso de una sustentada denuncia de violación sexual que pone a un congresista como posible autor del delito.
A esta altura de las indagaciones practicadas por una Comisión de Fiscalización a la que no se le da la facultad de convertirse en grupo investigador, tenemos en claro que el ingreso de personal al Congreso poco tiene que ver con meritocracia, currículo, estudios, etc.
Hay una serie de variables que permiten que se convierta en alto funcionario alguien que tiene una denuncia por violación, por ejemplo, y que personas sin ninguna experiencia laboral ni estudio conocido ganen directamente 7.000 soles. En el ínterin, nos enteramos de que no había necesidad de asistir o tener un horario y realizar determinadas labores.
También se ha podido establecer que nadie sabe o no recuerda qué autoridad recomendó a estas extrabajadoras y al exfuncionario acusado de organizar la red de prostitución en el seno del Congreso. Hay una amnesia colectiva que no permite brindar a la Comisión de Fiscalización datos certeros.
Para lo que sí fueron ágiles fue para atribuir al largo de las faldas del personal femenino parlamentario la responsabilidad de muchos de los problemas que hoy aquejan a los atribulados tribunos.
Fue esa misma agilidad la que movió la declaración de Edwin Martínez en defensa del acusado congresista José Jerí, contra quien existe una reciente denuncia de violación sexual.
Ocurre que Jerí organizó una reunión de celebración de fin de año en una finca en Canta, que terminó después de varias botellas de licor en una bochornosa denuncia formulada por una de las invitadas del parlamentario. Martínez atribuyó la supuesta violación a que la víctima “tomó demasiado”.
Parece un libreto común al que se está recurriendo en el Congreso. “Alárgales la falda” o “tienen la culpa porque toman demasiado” responden al viejo machismo que aún hoy cuesta tanto desterrar. Cubrirles el rostro y no dejarlas estudiar o votar podrían ser las próximas iniciativas, si no se les pone un rápido paralé.