Opinión

¿O es que los curas tienen corona? por Augusto Álvarez Rodrich

Acoso sexual y robos en la mira del Interpol del Vaticano.

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La visita a Lima del equipo especial del Vaticano para investigar abusos de miembros del clero hace pensar que, con fe y Dios mediante, están contadas las horas de quienes, usando la religión de biombo, por años cometieron graves delitos a vista y paciencia de quienes debieron actuar en su momento.

La misión formada por el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y el sacerdote español Jordi Bertomeu, una especie de Starsky y Hutch del Interpol del Vaticano para estos casos que han erosionado en todo el mundo la reputación del catolicismo, se reunió con integrantes del clero, directivos del Sodalicio denunciados por las valiosas investigaciones de los últimos años, los autores de estas —como los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz— y víctimas del acoso de miembros de esta organización religiosa que pervirtió su actuación.

La iglesia se demora mucho, muchísimo, en investigar estos hechos, pero la evidencia acumulada ya obliga a actuar. Dicen que, cuando ese equipo llega a un lugar, de modo abierto —pues ya han estado en el Perú varias veces antes, aunque con perfil bajo—, es porque su informe final está casi listo para entregarse al papa Francisco y que, a través de las instancias pertinentes, se apliquen sanciones a quienes delinquieron y a quienes se hicieron de la vista gorda con una complicidad penosa.

Se prevé que las penas serán grandes. Salinas declaró en este diario que “no se descarta la disolución del Sodalicio” y que el cardenal Juan Luis Cipriani —‘refugiado’ en la santa sede— y la conferencia episcopal se comportaron con “indolencia alucinante” ante los delitos de violaciones y acoso sexual y psicológico, además de corrupción por robos sistemáticos dentro de la iglesia o el uso de esta para enriquecerse, en ambas modalidades de modo indebido.

Todos los involucrados que sean hallados culpables, ya sean los directivos del Sodalicio, Cipriani o hasta responsables de la conferencia episcopal, entre otros, por acción u omisión, deben dar cuenta de sus actos, pero lo que resultaría incomprensible es que las sanciones solo se realicen en el ámbito eclesiástico, cuando los crímenes sexuales, económicos y los robos deben ser procesados, como cualquier ciudadano, en la justicia regular. ¿O es que los curas tienen corona?