El ambiente literario según Arthur Schnitzler
Cuando Schnitzler escribió esta novela, ya era un autor reconocido que disfrutaba de la legitimidad literaria.

Tardía fama, novela póstuma del escritor austriaco Arthur Schnitzler (1862 – 1931), inédita hasta el 2014 y publicada en español por Acantilado en el 2016, en traducción de Adan Kovacsics, fue un acontecimiento cuando salió y su relectura no solo nos lleva a recomendarla, del mismo modo a subrayarla como una festiva crítica del ambiente literario (el escenario de la novela es la Viena de finales del siglo XIX).
Hasta ese momento, con lo que teníamos a la mano de Schnitzler, bastaba y sobraba. Hay que tener en cuenta que Schnitzler dejó de ser una referencia caleta e ingresó al gran imaginario lector gracias a la película, protagonizada por Tom Cruise y Nicole Kidman, Ojos bien cerrados (1999) de Stanley Kubrick, basada en su novela Relato soñado de 1926.
Se deduce y no debe sorprendernos: la destacamos como una novela que pone en bandeja los ingredientes narrativos que posicionan a Schnitzler como un clásico europeo que debemos releer y descubrir. En sus páginas hallamos el magisterio de su mirada y la claridad de su prosa, cualidades que lo llevaron a ser considerado uno de los maestros del monólogo interior, pero no en la línea expansiva de otros gigantes, pensemos en James Joyce y en algunos representantes de la generación perdida (por ejemplo: William Faulkner y John Dos Passos). Lo de Schnitzler siempre fue la puesta en escena de la vena emocional de sus personajes y en esa empresa elevó la dimensión de la novela breve. Casi toda su obra narrativa está inscrita en este registro y, en honor a la verdad, la brevedad novelística durante la segunda mitad del siglo XX sería otra cosa sin su legado.
Tardía fama no está a la altura de sus novelas más conocidas (a Relato soñado, añadamos Morir, El regreso de Casanova y El destino del barón Von Leisenbohg), sin embargo, su publicación, especulamos, supone una suerte de respuesta a las triquiñuelas del mundillo literario que esclaviza a sus actores en el sinuoso, y no pocas veces desesperado, camino a la fama. Obviamente, la búsqueda de la fama “distingue” a todo circuito literario, cada cual con sus matices e inherentes curiosidades teñidas de mal gusto. Por ello, fijémonos en la figura de su protagonista, el anciano Eduard Saxberger, que en su juventud publicó un poemario titulado Andanzas, el cual no tuvo la resonancia deseada, lo que generó que se dedicara a una vida burocrática, hasta que una tarde, al regresar a casa, se le anuncia la sorpresiva visita de un joven llamado Wolfgang Meier. Este encuentro trastoca los apacibles días de Saxberger, alejándose de su cotidiana inmediatez hacia una realidad que creía olvidada: el tiempo en que fue un joven que quiso reflejar la vida mediante la palabra poética.
Cuando Schnitzler escribió esta novela, ya era un autor reconocido que disfrutaba de la legitimidad literaria y también del reconocimiento de intelectuales de su época, tal y como lo testimonian sus cartas con Sigmund Freud. A Schnitzler lo buscaba mucha gente, en especial escritores en ciernes a la caza de un padrino que les pueda brindar un inicial espaldarazo; imaginamos, pues, que más de un espeso le sacó de quicio y para exorcizar esos malos ratos escribió esta novela que ve la luz tras más de medio siglo.
Lo que imaginamos que un escritor puede hacer por el reconocimiento inmediato, Schnitzler lo expone con sutileza e ironía. No por nada usó un personaje mayor, un buen poeta olvidado al que Meier, integrante de un grupo literario (faltaba más) llamado Entusiasmo, lo busca por interés.
Bien lo decía el recordado escritor peruano José Antonio Bravo: “Hay que leer simbólicamente”.
Obviamente, la lectura simbólica está presente en su propia naturaleza, que en esta ocasión Arthur Schnitzler nos depara desde un título menor en su producción, pero superior a la media de lo que se publica como novela breve. La novela breve, hay que decirlo, es uno de los registros más difícil de dominar y en donde el autor austriaco demostró ser uno de los mejores.