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Cultural

Darío Sztajnszrajber: “La filosofía es el diálogo con el otro y otra cosa es el formato de discusión instituida que establece que uno destruya al otro”

¿Por qué es importante la filosofía en un mundo espoleado por las urgencias? Y si ella cumple una función, ¿cuál sería específicamente? Para tener ideas claras al respecto, La República entrevista al reconocido filósofo argentino Darío Sztajnszrajber.

Darío Sztajnszrajber.
Darío Sztajnszrajber.

En un mundo como el de hoy, marcado por las prisas, los resultados inmediatos y las urgencias personales, el solo hecho de reflexionar no consigue un sitio en la agenda del día o, lo que es peor, es considerado como una pérdida de tiempo. Por ello, en este escenario marcado por la aceptación y la crematística, no deja de ser alentador que la filosofía se esté abriendo paso en el gran público gracias a pensadores/filósofos/intelectuales que han sabido conectar con él mediante un discurso de difusión que, como tal, está a años luz del lugar común. Uno de ellos, es el argentino Darío Sztajnszrajber. Conductor del programa de televisión Mentir la verdad de Canal Encuentro de Argentina y autor de libros de filosofía, como Filosofía a martillazos, ¿Para qué sirve la filosofía? y El amor es imposible (en Paidós), que los lectores agotan como las novelas de Stephen King, Darío Sztajnszrajber conversa con La República sobre lo que en realidad es la filosofía y la necesidad de ella para los tiempos que corren.

-Como van las cosas, parece que sacar tiempo para pensar o reflexionar es una especie de extravagancia.

-Es que yo creo que, realmente por eso, en un mundo de tanta prisa, de tanto frenesí, la filosofía ofrece una descompresión, ofrece una forma diferente, nos ofrece una diferencia, una otredad, una manera distinta de relacionarse con las cosas, que de algún modo recupera una vocación originaria. Por algo es una disciplina que tiene tanto tiempo y que desde sus orígenes postuló siempre una relación con la pregunta más allá del cómo se establece el cotidiano.

-Vivimos una etapa polarizada y la filosofía te brinda un alto. En este sentido, la filosofía sí tiene una utilidad.

-Utilidad entre comillas. En la medida en que esa utilidad se vuelva totalitarismo, me parece que la filosofía se traiciona. La filosofía es el diálogo con el otro y otra cosa es el formato de discusión instituida que establece una especie de ring donde lo único que se espera es que uno destruya al otro. Es la destrucción del otro. No hay diálogo. Ni hay una idea de ver qué es lo que el otro me trae de novedad. La filosofía es el encuentro con el otro. Y el otro es otro porque no me cierra. El otro nunca va a pensar como yo. Si piensa como yo, ya no es otro, porque es alguien que ha perdido justamente su otredad y lo he mancomunado a que piense como yo. Hace años, en un debate sobre matrimonio igualitario en Argentina, lo único que quería era destruir al otro y sus argumentos. En un momento, ese otro me paró en seco y me dijo sabes cuál es tu problema, Darío, vos tenés la cabeza tan abierta que un día se te va a caer el cerebro y me mató en el momento. Yo también tengo mis limitaciones, me hago el abierto y lo soy, sin embargo ¿qué significa ser abierto? y me acordé de esa frase de Nietzsche que es fascinante: “Tu mejor amigo es tu peor enemigo”.

-Una frase que se escucha mucho tiene que ver con que nada tiene sentido ahora.

-Yo creo que es al revés, o sea, vivimos tiempos donde todo tiene demasiado sentido, pero impropio. Y entonces, la filosofía propone justamente ese escape. Me gusta pensar en la filosofía como un perderse en un mundo que tiene respuestas para todo. No solo es la velocidad, sino las certezas, que son verdades instaladas, más propicias al buen funcionamiento de las cosas, a convertirse en una especie de recetario para que todos lo manipulemos y lo utilicemos correctamente y poco para ese lugar que abre la filosofía, que es la confrontación con nuestra contingencia, con nuestra actitud, con nuestras dudas.

-Tus libros, aparte de su carácter de difusión, inciden en colocar a la filosofía en un terreno horizontal para todos.

-A mí me fascina tanto la filosofía que yo no puedo creer que a la gente no le guste, no le encante, no se pierda en sus preguntas, entonces, tengo la pasión del docente que transmite y que quiere convencer a todos que no hay nada mejor que tirarse un atardecer con la cabeza mirando para el cielo y haciéndote todas esas preguntas que te insertan en una especie de angustia liberadora que te hace sentir vivo. Eso es lo que intento transmitir todo el tiempo.

-Los que ven tu programa, son principalmente jóvenes.

-Los jóvenes se engancharon con estas preguntas, pero ¿por qué se enganchan?, porque ya están enganchados y no sabían que eso que debatían con los amigos en una noche era filosofía y que ese debate con los amigos acerca de decir vamos a poder ser felices o no supone una cantidad enorme de libros escritos desde Aristóteles en adelante acerca de lo que es la felicidad, que trabaja estas mismas preguntas. Entonces, la filosofía es ese encuentro entre ideas y preguntas que todo el mundo se hace.

-La filosofía incentiva el espíritu crítico.

-La filosofía va en contra de los valores que hoy estructuran y hacen funcionar nuestra vida cotidiana. Y en ese sentido, digamos, es mejor tenerla fuera. Es mejor que se enseñe poco en las escuelas, es mejor incluso confinarla como algo infantil o cosa de volados. Me voy a volar un poco y hacerme preguntas, y como algo de “drogadictos”. ¿Por qué? Si te haces las preguntas que la filosofía te propone, nada de lo que funciona usualmente de manera correcta puede funcionar sin problema. La filosofía justamente no resuelve problemas, los crea. Crea problemas donde se supone que no hace falta problematizar la realidad porque todo está funcionando bien.

-También hay mucho prejuicio con la filosofía.

-Heidegger decía no es que estamos viviendo la naturalidad de la vida cotidiana y huimos haciendo filosofía. No, la filosofía se reconcilia con la naturalidad de una vida en la cual nacemos para morir y, por lo tanto, lo normal es estar angustiado porque sos consciente de la finitud. Entonces, ¿qué hacemos? Al revés, huimos al cotidiano. O sea, la vida cotidiana es un lugar de escape, ¿para qué?, para olvidar la magnanimidad de nuestra contingencia que se nos vuelve insoportable, pero eso que se nos vuelve insoportable es inspirador de un conocimiento más agudo de lo que somos. Conocernos a nosotros mismos, como dicta la máxima socrática, es entender que en el fondo de todo no hay fondo y entender eso es algo que no permite que después uno vaya y se compre una hamburguesa, suba algo en Instagram y esté haciendo las cosas que el cotidiano de algún modo te exige.

-Últimamente, se discute el amor. ¿Cómo lo explica la filosofía?

-El problema del amor es que lo hemos llevado exactamente para el otro lado. Fagocitamos al otro, no nos dejamos invadir por el otro, contagiar por el otro. La flecha de cupido no está en la agenda, no pones me voy a enamorar en 43 días. Te enamoras cuando menos lo esperabas y cuando menos lo necesitabas te pegaron el rechazo. Y ese mundo que tenías armado, se te cae a pedazos. Hay algo incalculable en el amor, como hay algo incalculable en esa especie de problematización a la que te lleva la filosofía. Es maravilloso el espacio al que te lleva la filosofía, pese a que puede ser visto como algo que no es muy productivo.