Cultural

La imaginación de J. G. Ballard

Autor de novelas rompedoras y cuestionadoras, varias de ellas llevadas con éxito al cine, como “Crash”, tenía como base la configuración autodestructiva de sus personajes.

J. G. Ballard.
J. G. Ballard.

El imperio del sol, La exhibición de atrocidades y, por supuesto, Crash son las novelas más conocidas del escritor británico J. G. Ballard (1930-2009). Claro, sin duda, otros lectores tendrán en su radar más títulos suyos. Ballard sigue siendo un escritor con muchísimos lectores. Seguramente, muchos llegaron a la obra de Ballard por la adaptación de Crash, la conocida adaptación del cineasta canadiense David Cronenberg.

Los personajes de Ballard tienen una inclinación por la autodestrucción, saben que van a quedar dañados, tanto físicamente como emocionalmente, saben que sus objetivos existenciales y materiales no tienen razón de ser si es que no tienen la sombra del fatalismo, como si la felicidad o la tranquilidad fueran pestes a las que sí o sí evitar. No son personajes horizontales, su configuración moral es digresiva, pero están lejos de ser plásticos.

Charles Prentice es un cronista de viajes que llega a Estrella del Mar, localidad de Costa del Sol, España, con el fin de saber qué es lo que ocurre en la cabeza de su hermano Frank, quien se autoinculpa por la muerte de cinco personas en un incendio, cuando lo cierto es que las pruebas y testimonios lo dejan fuera de tal responsabilidad. A diferencia de muchos personajes de novela marcados por el crimen, el delito y la estafa, los de Ballard no se refugian en sus escondites, dan la cara, asumen sus responsabilidades a tiempo, no se amparan en la lástima de los afectados y reniegan de toda actitud victimista. La pulsión por lo prohibido supura en casi todos los personajes de esta suculenta novela y, como tiene que ser, también las ganas de saber el por qué es tan adictivo lo prohibido.

Los temas en la obra de Ballard son complejos, pero su escritura no lo es. Esta es una seña de que es un escritor que sabe lo que quiere decir y que a la vez está atento a la posición de su receptor. Por ello, su escritura es diáfana, pero silenciosamente sustanciosa. Esta característica se nota, en su máximo grado, en Noches de cocaína, novela que publicó en 1994 y que se ha convertido en una de las favoritas de sus lectores. En Noches de cocaína no hay ningún amago formal, ninguna gambeta experimental.

Sobre Ballard hay también leyendas literarias, todas relacionadas a si él es un reflejo de la temática de su obra. En líneas generales, son leyendas que no interesan a los críticos, pero sí a los lectores. En este sentido, pensando en ellos, consignamos una respuesta, de una extensa entrevista, que Ballard le dio a Thomas Frick en 1984, para la revista The Paris Review.  Ojo:

“-Hablando de estimulación, ¿alguna de las drogas psicoactivas de los sesentas le proporcionó alguna clave para su escritura?

-Supongo que soy un bebedor entre mediano y pesado, pero no he ingerido ningún tipo de drogas desde un aterrador trip con LSD en 1967. Un error pesadillesco. Eso abrió para mí un ingreso al infierno que luego demoró años en cerrarse, y que me hizo dudar hasta de las aspirinas. Visualmente fue como mi novela de 1965, El mundo de cristal, novela que alguna gente cree que fue inspirada por mi trip con LSD. Eso me convenció de que una imaginación suficientemente poderosa y obsesiva puede llegar sin ayuda a las capas más profundas de la mente. La imaginación es la ruta más corta entre dos puntos concebibles, y es más que cualquier reacomodación física de las funciones cerebrales”.