Cultural

Leila Guerriero: “Hay una enorme diferencia entre vender autos y hacer periodismo”

La última publicación de la reconocida periodista y editora argentina Leila Guerriero, “La llamada”, no solo está calificada como una obra maestra, es también una clase magistral sobre el ejercicio periodístico, un testimonio de su esencia que debe renovarse para no desaparecer. 

Leila Guerriero. Foto: Pablo José Rey.
Leila Guerriero. Foto: Pablo José Rey.

En La llamada (Anagrama, 2024), el último libro de Leila Guerriero, se cuenta la vida de Silvia Labayru, una joven argentina que en los años setenta fue víctima de la dictadura militar de su país. Como escenario de situaciones, es una historia de dominio público: no pocos tienen idea de lo que pudo pasar entre 1976 y 1983. En este orden de cosas, ¿qué de distinto le ofrece La llamada al lector informado? Pues bien, Leila Guerriero, al perfilar a Silvia Labayru, no solo ofrece las señas de una época de ideales y de resistencia, sino también expone un mural que revela las contradicciones de la condición humana. Silvia Labayru fue secuestrada y llevada a la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), en donde fue torturada, violada y usada. Cuando creyó que había quedado libre de este calvario, fue víctima de la condena social por haber, precisamente, sobrevivido. Con esta historia, Leila Guerriero ha edificado una obra maestra del periodismo narrativo, actualizando tópicos antes no tocados y firmando, una vez más, el magisterio de su tersa escritura. Leila Guerriero conversa con La República sobre este libro y la situación del periodismo hoy.

-¿Sientes que La llamada es tu libro mayor?

-Es muy difícil evaluar algo así siendo yo la que escribió el libro. No pienso en cada libro, sino en el recorrido o el dibujo que van haciendo los libros en general. Si yo pensara que es eso que vos decís, creo que sería un poco injusto con el conjunto. Pero más allá de eso, yo no puedo meterme en lo que opinan los demás.

-¿Cómo te llegó la historia de Silvia Labayru? ¿La estabas buscando?

-El libro no lo estaba buscando y era un momento muy raro para hacer un libro. Era plena pandemia. Yo no estaba ni siquiera cerca de empezar un libro. Cuando termino un libro, no es que me ponga a pensar de qué será el siguiente. Los libros van llegando solos. Las historias de mis libros son historias que de alguna manera fui encontrando. Pero La Llamada fue propiciada por Dani Yaco. Él fue la persona que me puso en contacto con Silvia. Yo creo que él tuvo un gran ojo de editor. Él es fotógrafo y también fue editor de fotografía en El Clarín por muchos. Él nos puso en contacto a Silvia. Él no tenía idea de lo que iba a salir.

-Sobre este periodo de la historia argentina, todos tenemos una noción de lo que fue esa dictadura. Tú estás muy informada de ello. ¿Qué te asombró para que veas lo nuevo en lo ya conocido?

-No me sorprendí con las historias de los militares, es algo que muchos conocen en Argentina. Pero sí me asombré con lo que me contaron Silvia y otras mujeres acerca del estigma que vivieron como sobrevivientes. Eso sí me resultó muy asombroso. No pensé que este dedo acusador pudiera señalar a gente que había salido de un sitio tan espantoso y mucho menos por parte de sus excompañeros de militancia. Yo no soy una persona cándida, soy periodista y los periodistas estamos informados de todo lo que pasaba dentro de la ESMA, de lo que hacían los militares o dejaban de hacer, de la situación de las abuelas de Plaza de Mayo. No puedo creer que te torturaron estando embarazada de cinco meses, qué bestialidad. Yo ya sabía que hacían esas cosas.

-Durante la lectura, se percibe un aliento poético en no pocos pasajes.

-En libros como Opus Gelber o Una historia sencilla, que abordaban temas como la música y el baile, hay una intención, en algunas escenas de descripciones, más líricas, más poéticas y más contundentes, pero en La llamada no pondría el adjetivo poético a nada, a ninguna de las páginas, salvo que a vos te parezca.

 -Siendo más preciso: ¿cuán importante es la poesía para tu escritura?

-La poesía es algo que yo leo siempre, no es algo que me alimenta solo para escribir determinado texto. Siempre estoy leyendo poesía, me sirve mucho y probablemente buena parte de eso esté infiltrado en el estilo, en la voz que tengo para escribir, pero me parece que La llamada no tiene ninguna intención impresionista, digamos, es algo muy aséptico, muy quirúrgico. El horror no se puede contar con poesía.

-La llamada salió en enero de este año. El ejemplar que tengo es de la sexta edición, de marzo. Es un éxito. ¿A qué crees que se deba su impacto?

-Cuando uno encarna la historia grande, en mayúsculas, en la vida de una persona, siempre produce un impacto, porque ya no es la historia de miles, que igual es un horror, sino que es la historia de una persona que puedes contar con mucho detalle. Esto que era enorme, le pasó a esta mujer, a este hombre.

-La llamada trae temas que no se están tocando mucho. El estigma de los sobrevivientes, como acabas de decir.

-Es algo que no está en la conversación pública. Además, Silvia es muy crítica de toda la actuación de las organizaciones armadas de izquierda de aquellos años.  Y eso es algo también muy difícil de abordar porque Silvia está muy lejos de ser una persona de derechas, al contrario, se reivindica como una persona de izquierdas, pero eso no quita que no pueda ser crítica con algunas cuestiones de organización. Eso es algo que está como completamente pendiente. Por supuesto, no soy yo la que tiene que dar esa conversación ni tenerla.

-En el caso de Silvia, ¿el estigma venía por el hecho de ser mujer?

-En el caso de Silvia y de otras mujeres, no creo que el estigma del sobreviviente sea específicamente por el hecho de precisamente ser mujeres y de ser además sospechosas, digamos más allá de cualquier sospecha de cualquier tipo que pudiera haber de esto que equivocadamente, horrorosamente, se repitió durante mucho tiempo acerca de las relaciones que podían llegar a tener con sus captores, cuando en realidad eran violaciones. No hay ninguna relación, ningún consentimiento. Y en el caso de Silvia, en particular, es una mujer muy hermosa y como dice su amiga Lydia Vieyra, le hicieron pagar el hecho de ser hermosa, rubia y de ojos celestes. Como si esa belleza la hacía sospechosa de haber usado esa belleza para manipular de alguna manera donde la tenían secuestrada. En realidad, su hija estaba bajo vigilancia de los militares, su familia entera también. Podían hacer un gesto y aniquilar a todos. No hay ningún tipo de elección posible, más allá de que ella tenía muy claro todo el tiempo cuál era su situación adentro.

-Entre los lectores del libro, hay muchísima gente joven que ha conectado con él.

-A mí, por el libro, me ha escrito muchísima gente de 21, 22, 23, 30 años, y un poco como azorados, digamos, por la cantidad de grises que hay en todo esto, que siempre se muestran planos de blancos y negros.

-La llamada refleja también lo vivo que está el periodismo, más aún cuando atravesamos tiempos en los que se incide en la crisis del mismo.

-El buen periodismo se puede hacer en muchos sitios. No me gusta cuando veo las portadas de los diarios, de los serios, un titular para que los lectores hagan clic y después ves que la nota no tiene nada que ver con el titular. No me gusta escuchar la amargura de los colegas con los que estoy en contacto todo el tiempo, que trabajan en redacciones y hablan de la sobreexigencia, de la exigencia de hacer las notas a través del teléfono o del Zoom. El Zoom es una herramienta importante, pero también hay que salir y no estar sentados. Es la precarización del trabajo. No todos podemos tomarnos un año o dos para escribir un libro. Pero el buen periodismo se debería hacer más allá de los libros. El hecho de que el periodismo contundente, bien hecho, bien investigado, bien escrito, haya llegado de una manera más amplia, en estos últimos años, a los libros, a mí sí me parece una buena noticia. Que las editoriales estén otorgándole a la no ficción la misma entidad, digamos, que se le otorga un libro de ficción. La crónica larga, el reportaje de largo aliento, ha encontrado un lugar y se ha abierto paso y ha llegado a las casas editoriales. Eso me parece estupendo. Sería bueno, también, que ese buen periodismo, chequeado, bien investigado, bien escrito, un poco más reposado a “te entregó la nota en 10 minutos”, pudiera llegar a tener un espacio más amplio en los medios de comunicación, ya sea en impreso o ya sea en la web.

-La llamada es un libro con muchos pliegues humanos. No solo nos habla de una tragedia personal.

-La condición humana jamás puede ser reducida a blancos y negros, a buenos y malos. Se trata de equilibrar las cargas para no terminar haciendo un dibujo casi paródico. La vida de Silvia Labayru no es una vida desagradable, ni tuvo una vida espantosa todo el tiempo después de aquel espanto que le pasó en aquellos años. Yo no quería contar los años en los que le pasó todo el horror de su vida, quería contar toda su vida. Entonces ahí también empiezan a aparecer otras cosas, ¿no? Es una mujer que tiene muchísimo humor negro, es una mujer que tiene inteligencia, es una mujer que lee, que escucha música, que viaja, que está de novia o en pareja con una persona a la que quiere mucho, tuvo otro hijo, se casó de nuevo, tuvo un marido con el que funcionaron las cosas bien, mal, peor, mejor, desavenencias, colegios, reuniones de padres, un gusto por el fútbol. Hay muchísimas cosas metidas en la vida de una persona, no es nada más tres años en los que casi la aniquilan.

-¿Qué no te gusta del periodismo hoy?

-Me parece soberbio levantar el dedito y decir no me gustan tales cosas. Yo no quisiera cargar contra el periodismo en general, porque veo que hay cosas que están bien. Lo que sí me parece complicado es estar detrás de las mediciones. Eso lo hacen los medios, no los colegas. ¿Cuántos clics tiene tu nota? Si no tiene más de tanto, la bajamos. A ver qué quiere la gente, entonces vamos a escribir más notas sobre gatos o sobre gastronomía. No era así, era al revés. Yo leía los diarios sabiendo que me iba enterar de algo que no existía, no que me refrendaran una creencia que yo ya tenía. Para eso, me miro el ombligo, no leo un diario.

-¿Qué consejo le darías a los periodistas jóvenes?

-No me gusta dar consejos, no bajo de las montañas con las tablas de la ley. Que lean mucho y que no pierdan el entusiasmo. Si están en este asunto, hay una enorme diferencia entre vender autos y hacer periodismo. Que se dediquen a pensar por qué uno se dedica al periodismo y no a vender autos, en todo caso. Ahí van a encontrar algún tipo de respuesta.