Lima recuerda los 490 años de fundación española con un hombre baleado en el Metro. Nada que celebrar ni con el terror vivido el viernes en San Borja y tampoco con el Pizarro devuelto a unos pasos de Palacio. El historiador Arnaldo Mera me recuerda que esa estatua no es en realidad Pizarro, sino el Hernán Cortés que los mexicanos no quisieron y que aquí algún peruano nostálgico de la corona la recibió con beneplácito y le cambió el nombre. 490 años de fundación española y esta ciudad ha pasado por todo; el devastador terremoto de 1746, el salvajismo con el que fueron muertos los hermanos Gutiérrez, la bandera chilena flameando en la plaza durante la invasión, el incendio de Palacio que trajo la edificación actual, la huelga de policías en 1975 que devino en un verdadero caos social pocas veces visto, los paros armados y las bombas de Sendero, los secuestros y las extorsiones del MRTA, la Marcha de los Cuatro Suyos; y me quedo corto en el relato de eventos trascendentales que se nos quedaron marcados en la piel y en la memoria. La resaca de todo lo vivido nos enfrenta hoy a un presente que bien podría ser un poco de cada capítulo de terror en esta historia que debimos superar, pero que me temo no fuimos capaces de procesar.
Quizá sea por eso, quizá, que al no procesar la historia y lo que nos tocó vivir como ciudad, como país, es que estamos atravesando por otro fenómeno de terror que ya se ha apoderado de las calles. La ausencia de un liderazgo en el Perú nos está llevando por el limbo que, de seguir como estamos, nos conduce derecho a un abismo del que es incierto un retorno. De los eventos repasados líneas arriba, el que más recordamos es el del terrorismo. Nos cortó a muchos los días felices que no tuvimos por estar encerrados sin luz en nuestras casas, o saliendo a la selva de cemento fijándonos bien si en alguna esquina había un auto con aspecto de explotar en mil pedazos. Al terrorismo se le derrotó con inteligencia y seguimiento. Al sicariato y la extorsión se le deben derrotar de igual forma. Porque quienes vivimos esos años ya sabemos que lo que sucede en estos tiempos de explosiones, granadas y balas allí donde hay mucha gente —como en los ataques de San Borja, Lince, San Juan de Miraflores o Lurigancho— es terrorismo. Lo de Sendero y el MRTA fue por una ideología demencial por la captura del poder sembrando el miedo en la ciudad. Lo de las bandas de Aragua y tantas otras, que aparecen como amebas desquiciadas cada día que pasa, es por controlar territorios donde exprimen como garrapatas el sustento y la economía de miles de peruanos. Como Sendero y el MRTA, los extorsionadores hoy aplican la misma estrategia del miedo del ayer detonando explosivos a mansalva.
El daño que el Gobierno de Dina Boluarte le está haciendo al país es incalculable. La lista es larga, pero con solo haber observado la ley de detención preliminar nos deja expuestos a un verano sangriento. Como se sabe, el Congreso enmendó con un mínimo de vergüenza una norma que solo permitía prisiones cuando el delincuente esté cometiendo el delito; flagrancia que le llaman los juristas. Se la mandó corregida a Dina y Santiváñez, pero estos optaron por esperar el último día para observar. Atroz. Nos hemos quedado con el estropicio del Congreso avalado por el Gobierno. Es decir, que hasta marzo los extorsionadores y sicarios no podrán ser detenidos. Ya sabemos que Dina gobierna salvando el pellejo y que el país es lo último que le interesa. Es entonces cuando la necesidad de un verdadero líder se hace urgente para las elecciones del 2026. Le guste o no, amable lector, el único que se está asomando desde una estrategia trumpista y ultra es Rafael López Aliaga. Se sabe que el alcalde está gobernando la ciudad sin ninguna planificación, pero es quien está cantando en el tono chirriante con el que se canta en el mundo de hoy. Gritando, confrontando, atacando y asumiéndose como un falso antiestablishment, pero cuyo discurso bien podría parecerse no solo al de Trump, sino también al de un Milei o al de un Bukele. Ayer, en entrevista con El Comercio, ya toma distancia de Dina y hasta la critica desde una línea marcadamente opositora. ¿Qué otro político, qué otra candidata en potencia se animaría a ponerse en la primera fila, con un discurso de ideas tan sólidas como capaces de carear a Porky? Aquel que lo haga gran “desporkyzador” de la contienda será.
Está probado hasta la saciedad que Dina y este Congreso pasarán por el juicio de la historia que terminará echándolos a los leones. Lo que nos toca mirar ahora es qué futuro nos espera. La gente anda aterrorizada con la delincuencia galopante que, a diferencia de nuestra clase política, sí está unida en contra de la sociedad y dispuesta a exprimirle gota a gota toda la sangre. Es cierto que también hay políticos que se han vendido a la criminal minería ilegal, madre de toda esta desgracia; ellos también algún día pasarán por el cadalso. Necesitamos una depuración profunda de la casta y empujar a quienes valen la pena, que los hay, a lanzarse unidos y no permitir que el elector termine desmayándose frente a una cédula de sufragio del tamaño de una sábana. De ocurrir esto último, el 2026 será peor que el 2021.
Lima, 3 de noviembre de 1989. El país está en llamas y temeroso por culpa del terrorismo y la torpeza mayúscula del Estado; país muerto de hambre e inflación por culpa del gobierno de Alan García. La clase política reacciona desde todos sus frentes. Mario Vargas Llosa, Alfonso Barrantes, Henry Pease, Luis Alva Castro y otros líderes deponen sus disputas políticas y se unen en una marcha por la paz. Los políticos unidos le dicen no al terrorismo en una multitudinaria movilización que arrastró a una ciudadanía que encuentra por fin un mínimo de consenso.
Domingo, 19 de enero de 2025. El nuevo terror de estos tiempos, el sicariato, avanza y lleva a la agonía a un país dividido como pocas veces se ha visto. Cada partido, algunos ya sin ideología y otros enjuagando intereses oscuros, tiene seguidores en las redes que con insultos y mentiras consiguen darle ventaja al enemigo. Como en 1989, lo que se espera de los líderes de hoy es unirse contra un solo objetivo: acabar con el nuevo terror que sacude el país y que, de seguir en este camino, acabará estallándonos en la cara y allí no habrá Twitter que nos salve.
Comenzó su carrera en 1999 en el equipo fundador del Canal N. Durante todo el año 2005, hizo reportajes de investigación para el programa Cuarto poder, de América Televisión. Entre 2006 y 2007, fue editor general de Terra TV, un canal de televisión por internet de Terra Networks. Desde octubre de 2018 a marzo del 2022, dirigió el programa diario Nada está dicho por el canal de pago RPP TV. Desde el 2 de mayo de 2022, regresó a Canal N para dirigir el programa de entrevistas de política y actualidad: Octavo mandamiento.