El viernes 10 de enero Nicolás Maduro juró como presidente de Venezuela habiendo perdido las elecciones y lejos del apoyo de masas del que disfrutara su antecesor, Hugo Chávez. Pero usurpa el mando presidencial con el respaldo de una «unión cívico-militar-policial perfecta» (Maduro dixit), que es decir, por la imposición de una dictadura cívico-militar en toda regla.
El 9 de enero, los medios y las redes sociales en el Perú y en el mundo viralizaron información de las movilizaciones de la oposición en Caracas y la retención temporal de María Corina Machado por parte de la policía motorizada, bajo el cariz de sus simpatías políticas, con resultados tan paródicos como dramáticos.
En el Perú, se dio la circunstancia que el 9 de enero, era además un día de duelo por las 18 personas asesinadas en Juliaca en las protestas de 2023. Aun así, los medios de televisión abierta ignoraron los eventos conmemorativos del segundo aniversario -la movilización ciudadana, la misa-, que convocó masivamente a la gente del altiplano. Como si los hechos de sangre no hubieran existido y como si la herida no estuviera abierta en demanda de justicia. Este silencio, ominoso, contrastaba de forma grotesca con la profusa cobertura que daban en directo de los eventos en Caracas, ese 9 y también el 10. En nombre de la “libertad”.
Si esta disociación de hechos fue notoria, no lo fue menos la expuesta en algunos espacios en streaming, redes o pronunciamientos que se condolían con los deudos de los muertos en Juliaca y exponían el rastro de impunidad que se extiende a la fecha, pero que, en un punto aparte, exaltaban sin ambajes la “dignidad” del régimen de Nicolás Maduro. A pesar y sabiendo como se sabe del carácter dictatorial del régimen venezolano y que la Misión Internacional Independiente de las Naciones Unidas lo acusa, en su Informe de 2020, de “crímenes de lesa humanidad”. Un hacerse de la vista gorda en nombre del “antiimperialismo”.
No hace falta ser experta en análisis del discurso para concluir la patente disociación de los enunciados “libertarios” de cierta derecha y los “antiimperialistas” de cierta izquierda. En los que la defensa de los derechos humanos o el respeto de la voluntad de los pueblos resultan de uso más bien instrumental. Principios que se abandonan en el vera del camino en nombre de interesas “superiores”, a saber el cálculo geopolítico o el simple oportunismo.
Kavita Krishnan, activista india, feminista y marxista, señala que en el nuevo orden mundial se asume la defensa de causas en nombre de valores humanitarios pero que, con frecuencia, se descubre detrás de la retórica consideraciones meramente geopolíticas: “Muchas voces en favor de Palestina reprochan el doble rasero de Occidente frente a los casos de Ucrania y Palestina, mientras que ellos mismos revelan su propio doble rasero al no apoyar la resistencia ucraniana o la orden de arresto contra Putin” (NuSo). Comprobar el doble rasero es fácil. Basta zapear la información en Fox News o RT, no tiene pierde.
Con respecto a Venezuela, las adhesiones “antiimperialistas” que recibe el régimen de Nicolás Maduro no son “antiimperialistas” en sentido estricto. Porque si el sector energético de Venezuela del inicio de la era Hugo Chávez (1999-2013) estaba asociada a las norteamericanas y europeas Chevron, Exxon, Statoil, ENI, BP, hoy es muy distinto el escenario. El politólogo argentino José Natanson indica que el régimen de Nicolás
Maduro “cuenta con el apoyo de China, que aunque interrumpió el flujo de créditos mantiene la relación comercial, las inversiones directas en infraestructura y la asistencia política; de Rusia, que le provee armas, apoyo logístico para la industria hidrocarburífera y respaldo financiero; y de potencias intermedias como Irán, Turquía y la India” (NuSo).
Las posiciones “antiimperialistas” que pasan por agua tibia el fraude flagrante en Venezuela siguen en ocasiones este posicionamiento geopolítico a favor de la presencia “imperial” capitalista de China y Rusia.
Kavita Krishnan aboga por un cambio de registro. Que los ciudadanos y ciudadanas exijan a sus países el respeto de normas básicas de convivencia: los derechos humano, la voluntad popular. Los movimientos populares de todo el mundo “Tienen que tomar partido y expresar su solidaridad basándose en normas democráticas comunes y no en consideraciones geopolíticas. Tienen que construir un movimiento global que defienda los valores y las reglas democráticas como aspiraciones y como derechos humanos compartidos” (NuSo).
El sector de la izquierda en Sudamérica que se mantiene en la retórica “antiimperialista” enfrentada a uno y solo un campo imperial (EE.UU.), en un contexto de la Guerra Fría de los años 1970, tiene en Maduro a un incómodo aliado. Porque la gente de a pie se informa. P.ej. si en Perú el rechazo al fraude en Venezuela alcanza el 91 % (DATUM, agosto), en Chile, el 90% (Panel Ciudadano, agosto) da como presidente electo a Edmundo González. Esa izquierda corre el riesgo de caer en la irrelevancia, asociada a la figura de Maduro (+ 3% y +2%, en Perú y Chile, respectivamente). Una izquierda aferrada a un significante vacío.
Socióloga y narradora. Exdirectora académica del programa “Pueblos Indígenas y Globalización” del SIT. Observadora de derechos humanos por la OEA-ONU en Haití. Observadora electoral por la OEA en Haití, veedora del Plebiscito por la Paz en Colombia. III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro por “El hombre que hablaba del cielo”.