Domingo

Niños sin acceso a redes, un debate urgente

Bajo las ideas plasmadas por el psicólogo social Jonathan Haidt en su libro "La generación ansiosa", Australia prohibió en noviembre el uso de redes sociales a niños menores de 16 años. Se teme que el uso indiscriminado de estas plataformas provoque daño irreversible a los más jóvenes. Otros países como Francia y comunidades de España han suprimido el uso de smartphones con acceso a redes en las escuelas. Desde el Congreso, nuestro país estudia medidas similares. 

Los llamaban teléfonos plegables o teléfonos almeja. Fueron una sensación en los primeros años de este siglo. Jack Nicholson y Leonardo Di Caprio inmortalizaron el modelo Sprint de Samsung en la película Departed. Y Motorola recurrió a la influencer Paris Hilton para hacer famoso su modelo Razr. En ambos casos, el teléfono tenía mensajería, internet, pantalla a color, pero le faltaba algo que tienen todos los celulares en la actualidad: acceso a las redes sociales. En un llamado desesperado, el psicólogo social Jonathan Haidt, profesor de Liderazgo Ético en la Universidad de Nueva York, ha pedido a los padres de familia que cambien los actuales smartphones por esos viejos modelos, para rescatar a sus hijos, sobre todo a los más pequeños.

En su libro, La generación ansiosa, best seller en la lista del New York Times, Haidt afirma que entre 2010 y 2015, con el uso indiscriminado de smartphones, que permiten a los niños conectarse a redes como Instagram y TikTok, y a depender de la aprobación de sus pares, con los famosos likes, y a compararse unos con otros, los índices de depresión y hospitalizaciones por autolesiones se dispararon en países como Estados Unidos, Canadá y Reino Unido.

En el código de Haidt, cuatro son las normas que deben cumplirse con urgencia: nada de smartphones hasta los 14 años, nada de redes sociales hasta los 16, escuelas sin teléfonos inteligentes y una infancia basada en juegos al aire libre.

“Los niños deben desarrollarse en el mundo real antes de que les permitamos trasladar sus vidas al mundo virtual, no deben crecer en TikTok sino jugando entre ellos”, le dijo el psicólogo social al periodista Andrés Oppenheimer en una reciente entrevista.

Haidt presentó "La generación ansiosa" en mayo de este año. Fotografía: AFP

Haidt presentó "La generación ansiosa" en mayo de este año. Fotografía: AFP

Canberra a la vanguardia

La llaman la “ley de internet más estricta del mundo” y fue aprobada el 28 de noviembre por el senado australiano. La norma fue conseguida gracias a un acuerdo tácito entre el primer ministro Anthony Albanese, del Partido Laboralista, y el líder de la oposición Peter Dutton, del Partido Liberal. Prohíbe el acceso a redes sociales (sobre todo la creación de cuentas y la publicación de contenido) a menores de 16 años, pero no traslada esta responsabilidad a los padres de familia, sino a los grande conglomerados tecnológicos.

Por ello, establece multas de hasta 32,1 millones de dólares a plataformas como Instagram, Facebook o TikTok que no cumplan con los términos de esta norma.

“Las plataformas tienen ahora la responsabilidad social de garantizar que la seguridad de nuestros hijos sea una prioridad para ellas”, dijo el mandatario laborista, días después de que fuera aprobada la ley.

Y aunque su idea suena altruista y hasta razonable, hay dudas que debe responder el mandatario: ¿cómo se implementa una medida como esta y quién impedirá y con qué mecanismo que los chicos declaren una edad falsa para poder crear nuevas cuentas en redes?

Julio César Mateus, profesor e investigador asociado de la Universidad de Lima, ha estudiado este problema y ha seguido con atención las noticias que llegan de Australia. Para él, “es casi imposible garantizar que, de forma autodeclarada, no se mienta al consignar la edad”. De hecho, cita estudios en Reino Unido que concluyen que los usuarios adolescentes falsean su edad real para acceder a las redes.

Quizá -dice- se pueda utilizar mecanismos tecnológicos como la biometría, para distinguir el rostro o la huella digital de los usuarios más jóvenes, pero eso abriría otro debate, como el empleo y almacenamiento de datos sensibles.

Anthony Albanese (izquierda) y Peter Dutton lograron que Australia prohíba el ingreso de menores de 16 años a las redes sociales. Fotografía: AFP

Anthony Albanese (izquierda) y Peter Dutton lograron que Australia prohíba el ingreso de menores de 16 años a las redes sociales. Fotografía: AFP

De cualquier manera, no sería la primera vez que un país elabora una legislación específica para regular el uso de contenido en internet destinado a los más jóvenes. En 2021, las autoridades chinas restringieron a tres horas semanales el ingreso de los menores de 18 años a los juegos en línea. Bajo el paraguas de esta normativa, exigieron a las empresas de videojuegos en internet que implementaran un sistema efectivo de verificación de nombres y de identidades. Y en diciembre del año pasado, el gobierno de Xi Jinping dio un paso más adelante para combatir la adicción a los videojuegos al anunciar que prohibirían las compras dentro de juegos en línea que sirven para mejorar el desempeño de los usuarios. La movida fue tan fuerte que provocó el desplome en la bolsa de diferentes compañías tecnológicas asociadas al entretenimiento que tienen presencia en el gigante asiático.

Sin pantallas en las aulas

¿Qué pasa con otra de las recomendaciones de Haidt: la prohibición de smartphones en las escuelas? 

Francia fue uno de los pioneros en restringir el uso de estos aparatos en las aulas. En 2018, el gobierno de Emmanuel Macron prohibió el uso de celulares en los salones de clase y en los recreos a menores de 15 años. Cuatro años antes, comunidades españolas como Castilla-La Mancha, Galicia y Madrid hicieron lo propio.

Entre 2022 y 2023, Suecia e Italia siguieron este mismo camino. Y este año, Brasil anunció que estudiaba la posibilidad de prohibir el uso de teléfonos móviles en la totalidad de sus escuelas, aunque esa decisión ya ha sido adoptada en un 60% de sus centros educativos. Incluso el Perú, a través del Congreso, ha planteado la prohibición de aparatos móviles en las escuelas. 

La prohibición, sin embargo, también puede tener una consecuencia poco meditada. La pandemia hizo que las relaciones sociales de los niños y adolescentes cambiaran, ya que durante el confinamiento se volvieron necesariamente virtuales. Y ese proceso de socialización de los menores, a través del internet, no ha desaparecido.

“Las redes sociales también pueden ser un espacio de conexión entre pares. Y hay un desarrollo de la identidad en el internet, pero también hay un mundo offline. El asunto es mantener una dieta balanceada entre el mundo digital y el real”, dice Julio César Mateus.

El mismo Haidt reconoce que los chicos deben mantener una conexión en internet, pero solo con mensajes de texto. Mientras tanto, recomienda a los padres de familia que formen pequeños grupos para fortalecer la idea de que los smartphones deben ser usados después de los 14 años. “Los niños pueden decir que son los únicos en la escuela que no tienen un teléfono inteligente, pero si sus padres coordinan con los papás de sus amigos, y todos se ponen de acuerdo en restringir el uso de esos aparatos, la idea de recuperar tiempo para ellos en el mundo real puede fortalecerse. Ese es el camino”, afirma.

Julio César Mateus. Investigador de la Universidad de Lima:

"El libro de Haidt es interesante porque dice que a estas alturas seguimos planteado correlaciones, y no relaciones de causa y efecto, entre los dispositivos inteligentes, con conectividad a las redes sociales, y la aparición de una serie de patologías y problemas entre los jóvenes. Él es un psicólogo. Y yo no hablo desde la psicología, porque no es mi especialidad, pero sí desde la comunicación. Y para mí es bastante claro que existen una serie de síntomas debido al uso de dispositivos: problemas de distracción por el número altísimo de notificaciones, o la dificultad para memorizar. La memoria está siendo claramente alterada y en general pasa lo mismo con una serie de operaciones cognitivas. Me parece que su postura es provocadora y convincente por la data que ofrece y por la evidencia que él pone en su libro".