Cultural

Los libros y la vida: “Mis vicios impunes” de Guillermo Niño de Guzmán

El reconocido autor peruano y su libro “Mis vicios impunes”, en donde no solo deja testimonio de su pasión por la lectura, sino del mismo modo una generosidad por compartir lo que sabe.

Guillermo Niño de Guzmán. Foto: John Reyes.
Guillermo Niño de Guzmán. Foto: John Reyes.

Uno de los libros peruanos que más disfruté leer en el 2024, fue Mis vicios impunes. Cuaderno de letraherido II (Tusquets) del escritor Guillermo Niño de Guzmán. Por cierto, el año pasado fue igualmente especial para Niño de Guzmán, puesto que publicó la edición conmemorativa de los 40 años de Caballos de medianoche, sin duda uno de los cuentarios mayores de nuestra tradición narrativa y de lejos el mejor primer libro publicado por un autor peruano.

Quienes seguimos la trayectoria del autor, sabemos que Niño de Guzmán tiene un bien ganado prestigio de gran lector. Pero este prestigio, si practicamos la especulación, no se debe a lo mucho que ha leído o a las cosas que sabe. Se deduce que Niño de Guzmán ha devorado ingentes cantidades de páginas de todo tipo a lo largo de su vida, pero su referencialidad proviene de una virtud que siempre debe destacarse en cuanto a la práctica de la lectura: la generosidad por compartir, eso mismo: compartir lecturas.

Mis vicios impunes es el testimonio de la adicción de un hombre por la lectura. No es su único título al respecto, en 1996 publicó En búsqueda del placer, en donde reunió sus artículos y ensayos literarios publicados en prensa; tres años después una selección, más filtrada, llamada Relámpagos sobre el agua. Este último libro, hay que decirlo, es uno de los textos que más releí durante un tramo de mi vida. Se había convertido en una especie de guía de lecturas.

En el año 2022, apareció Hasta perder el aliento, la primera entrega de la serie Cuaderno de letraherido. En este título, el cual, a diferencia de los otros de este corte, mostraba a un Niño de Guzmán más reposado debido a que los textos no nacían de la urgencia periodística, sino de una reflexión, de un filtro interior, detalles que, si bien son distintos al ánimo que inspiró en su momento a En búsqueda del placer y Relámpagos sobre el agua, mantienen la cualidad, la naturaleza que mueve a Niño de Guzmán a escribir sobre sus libros y autores predilectos. Ya lo dijimos líneas atrás: compartir lecturas desde la experiencia del asombro, no desde la sapiencia forzada o la posería letrada.

Niño de Guzmán es el pata con el que te encuentras en la librería y con quien te pones a conversar sobre literatura, la vida y muchas cosas. No es gratuita esta referencia. Ese ánimo empático es lo que marca al Niño de Guzmán lector, que vemos en los títulos ya consignados y del que somos testigos, en su mayor plenitud, en Mis vicios impunes, que debe figurar en toda biblioteca que se respete. Además, esta publicación tiene definido a su público objetivo: el lector voraz que está entre la lectura y la escritura, el lector inquieto que anhela leerlo todo y necesita de una bitácora o el simple lector que gusta de leer cosas que valen la pena. Así de sencillo es el asunto.

Por tratarse de un diario de apuntes, se percibe la libertad temática para pasar de Vargas Llosa a Kafka, de las peleas entre escritores (hay cinco capítulos dedicados a esta parcela de la vida literaria) a Onetti y los escritores peruanos, de Cheever a los escritores misteriosos (ocho apartados sobre este linaje), de Witold Gombrowicz a Jorge Semprún, etcétera.

Como conjunto y texto separado, Mis vicios impunes impacta por su premeditado desorden estructural. Es un reflejo en el papel de lo que es la vida vista mediante la lectura, no tiene esa racionalidad editorial que obliga a dividir en capítulos el tópico para hacerlo más asequible al lector. Hasta perder el aliento tiene méritos, los cuales he destacado en otra ocasión, pero su edición tenía componentes racionales que le quitaban magia a un libro que ya la tenía. Ese criterio no lo vemos en Mis vicios impunes, aquí Niño de Guzmán corre a sus anchas y esa libertad hace que potencie el factor asombro en el discurso, porque para nuestro autor no existe experiencia de lectura posible si esta no se relaciona con la verdad emocional que la legitima.

En la tradición literaria peruana no tenemos suficientes libros de este perfil.  Son pocos los autores con la autoridad para escribirlos. Para que Mis vicios impunes exista, se debe poseer una autoridad de lector y Guillermo Niño de Guzmán la ha forjado por puro amor y cariño a la lectura. Nunca usó el reseñismo como trampolín a la fama, a saber.

Este es un libro para tenerlo toda la vida. Es inagotable.