La etapa maratón del Dakar pone a prueba la capacidad de los pilotos
Montaje de la tienda, lámpara frontal y comida liofilizada -en proceso de deshidratación para su conservación-: en la etapa maratón del Rally Dakar los pilotos han probado la rudeza de pasar la noche en medio del desierto saudita.
Este formato inaugurado el año pasado, en el que los competidores deben afrontar una larga etapa de casi 1.000 km de recorrido en dos días, obliga a los corredores a pasar la noche en condiciones espartanas.
Pero a diferencia de la edición anterior, en la que la llamada '48h crono' se programó en la parte final de la carrera, la organización decidió en esta ocasión que fuese la segunda etapa, apenas dos días después de tomar la salida en Bisha (sudoeste de la península arábiga).
Tras darse la salida a las 07H00 locales del domingo, los pilotos sólo podían correr hasta las 17H00, momento en el que estaban obligados a parar y dirigirse al campamento más próximo, donde pasaron la noche hasta acabar la etapa maratón el lunes.
En el vivac E, situado el pie de unas colinas rocosas, con algunos arbustos de espinas como única vegetación, la cabeza de la carrera llega polvorienta, agotada, al tiempo que el sol comienza a declinar.
Las motos y los coches quedan aparcados según el orden de llegada. Los motores toman aliento, mientras que los pilotos comprueban eventuales daños en sus máquinas.
Contrariamente a las etapas clásicas, en el campamento no hay un ejército de mecánicos que trabaja toda la noche en los vehículos y que permiten a los pilotos salir al día siguiente con monturas casi nuevas.
En la etapa maratón no está autorizada la asistencia mecánica y son los mismos pilotos los que deben realizar las reparaciones por si mismo, con una bolsa de herramientas como única ayuda.
El español Carlos Sainz tiene el semblante serio tras haber volcado con su Ford al atravesar una duna: el capó, el parabrisas y el techo de su auto han quedado arrancados, dejando desnuda toda la mecánica y el habitáculo.
Viendo el estado del coche es un milagro que el vigente campeón de la prueba y cuádruple vencedor del Dakar siga en carrera.
Minuciosamente, 'El Matador' y su copiloto comienzan a reparar lo imprescindible para poder reanudar la marcha el lunes y llegar a meta con el único objetivo de poder seguir en carrera, pese al retraso acumulado.
- '¿Dónde está la puerta?' -
Otro de los favoritos, el francés Sébastien Loeb, también tuvo problemas mecánicos: el mal funcionamiento de un ventilador provocaba un calentamiento del motor que le obligó a detenerse, acumulando el domingo media hora de retraso con respecto al líder, el saudita Yazeed al-Rajhi.
Finalmente el lunes salvó los muebles, después de creer que el sueño de ganar al fin el Dakar se le escapaba al nueve veces campeón del mundo de rallys. "Ya estoy contento con llegar aquí, porque cuando llegué al primer puesto de repostaje, pensé que me quedaba allá", admitió el alsaciano de 50 años.
Todos los pilotos se ponen manos a la obra para reparar sus vehículos, a veces no de una manera ortodoxa, como el estadounidense Seth Quintero, ganador de la primera etapa, que intenta recolocar el carenado de su coche a patadas.
Otros, como el catarí Nasser al-Attiyah y el saudita Yazeed al-Rajhi aprovechan el tiempo para alejarse del ruido y rezar juntos en el desierto.
Los pilotos de motos, sin tantas preocupaciones mecánicas, comienzan a prepararse para pasar la noche, con una tienda, una manta y una colchoneta suministrados por la organización.
Y para algunos no es tarea sencilla. "¿Qué es esto? ¿Dónde está la puerta?", pregunta el joven español Edgar Canet, que a sus 19 años es una de las promesas de la disciplina, mientras intenta montar su tienda de campaña. Dos compañeros acuden a su rescate, evitando que el español pase la noche al raso.
"Eh, los automovilistas, aquí es el rincón de los 'motards'", bromea un piloto de motos con el australiano Toby Price, doble ganador del Dakar en moto (2016 y 2019), que se ha pasado a los coches este año, cuando se dispone a montar su tienda.
Otro de los pilotos punteros en motos, el botsuano Ross Branch, espera que se caliente su ración de albóndigas liofilizadas, gracias a un poco de agua.
"Ha sido una buena noche. Hemos charlado con otros pilotos, pero tras diez horas de carrera, hemos comido y nos hemos ido a dormir", resume Nasser al-Attiyah.
Hay que guardar fuerzas para lo que resta de rally, que acabará el 17 de enero.
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