El consumo de carne roja procesada en exceso podría afectar negativamente el cerebro, revela un estudio de Harvard
Un análisis a lo largo de cuatro décadas señala que quienes consumen más carne roja procesada tienen un 14% más de riesgo de desarrollar demencia. Los especialistas recomiendan reducir este tipo de alimentos.
La relación entre la alimentación y la salud cognitiva ha sido motivo de investigaciones constantes en los últimos años. Un reciente estudio liderado por el doctor Daniel Wang, de la Universidad de Harvard, publicado en la revista 'Neurology', establece un preocupante vínculo entre el consumo excesivo de carne roja procesada y un mayor riesgo de desarrollar demencia. Según los hallazgos, tan solo una ración diaria de este tipo de alimentos incrementa el riesgo en un 14%.
El equipo analizó los hábitos alimenticios de más de 130.000 personas durante 43 años, considerando factores como antecedentes familiares, nivel socioeconómico y otros elementos relevantes. Aunque no se encontró asociación significativa entre el consumo de carne roja no procesada y el deterioro cognitivo, el estudio destaca que las carnes procesadas, al estar repletas de conservantes, sodio y grasas saturadas, impactan negativamente en el cerebro.
¿Cuál es la carne roja procesada?
Las carnes procesadas son aquellas que han sido transformadas mediante técnicas como la salazón, el curado, la fermentación, el ahumado u otros métodos que prolongan su conservación y mejoran su sabor. Ejemplos comunes incluyen panceta, salchichas, jamón, mortadela, salame, chorizo y hamburguesas con conservantes añadidos.
Según el especialista en nutrición Alberto Cormillot, este tipo de alimentos contiene altos niveles de nitritos, grasas saturadas y sodio, lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y problemas metabólicos. Además, estas carnes suelen incluir aditivos que pueden ser perjudiciales para la salud cerebral. En contraste, las carnes rojas no procesadas, como el bife de vacuno o una porción magra de cerdo, no presentan los mismos riesgos cuando se consumen con moderación.
¿Cómo reducir el riesgo?
El estudio sugiere que realizar pequeños ajustes en la dieta puede ser determinante para reducir el impacto negativo de las carnes procesadas en el cerebro. Por ejemplo, sustituir una ración diaria de carne roja procesada por alternativas más saludables ofrece beneficios significativos:
- Frutos secos o legumbres: Disminuyen el riesgo de demencia en un 19%.
- Pescado: Reduce las posibilidades en un 28%, gracias a su contenido de ácidos grasos omega-3.
- Pollo: Contribuye a una reducción del 16%, siendo una opción más saludable y versátil.
Además, una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables no solo protege el cerebro, sino que también fortalece el sistema cardiovascular, otro factor clave en la prevención de enfermedades neurodegenerativas.
¿Cuál es el consumo recomendado de carne?
Para minimizar riesgos, los expertos recomiendan limitar el consumo de carne roja no procesada a menos de 85 gramos diarios, el equivalente a una pequeña porción. Esta cantidad es suficiente para satisfacer las necesidades proteicas sin comprometer la salud.
Por otro lado, es fundamental priorizar fuentes de proteína más saludables, como pescado, pollo y legumbres, que ofrecen nutrientes esenciales, como antioxidantes y ácidos grasos, necesarios para el funcionamiento óptimo del cerebro. También es aconsejable evitar el consumo habitual de carnes procesadas, ya que incluso pequeñas cantidades, como dos lonchas de panceta o un hot dog, incrementan el riesgo de deterioro cognitivo.
¿Por qué la carne roja procesada afecta el cerebro?
El impacto negativo de las carnes procesadas en la salud cerebral se debe a varios factores. En primer lugar, su elevado contenido de grasas saturadas y sodio puede causar inflamación crónica y aumentar la presión arterial, condiciones que afectan directamente al cerebro.
Asimismo, al metabolizar la carnitina presente en estas carnes, el intestino produce óxido de trimetilamina (TMAO), un compuesto relacionado con el deterioro cognitivo y las enfermedades cardiovasculares. Estudios en laboratorio han demostrado que ciertos compuestos presentes en estas carnes favorecen la acumulación de proteínas amiloides, un marcador característico del Alzheimer.
Por último, los nitritos y conservantes utilizados en carnes procesadas pueden dañar el ADN y contribuir al envejecimiento celular, exacerbando los riesgos de enfermedades neurodegenerativas.