Hay hombres que solo requieren discurrir 20 años sobre la tierra para dejar su sello imborrable. Uno de esos personajes es Javier Heraud, poeta, quien perdió la vida en la selva, en un levantamiento armado que acabó muy mal para los alzados, fácilmente desarticulados por las fuerzas del orden.
No se le atribuye al poeta muerte alguna, excepto la suya. Sin embargo, su participación en la acción armada no es la razón de fondo para que, por lo menos en Lima, existan tres centros educativos que lleven su nombre. Su poderoso mensaje poético ha sido suficiente para preservar su recuerdo.
Heraud siempre será la potente voz de los 60 que llega hasta nuestro tiempo, de poca entrega a la causa social y de muy limitado quehacer colectivo. Los seres humanos somos multidimensionales y no es prudente evaluarlos tan estrechamente.
No cabe duda de que la corrupción y la insania de la delincuencia son los retos actuales. Promover estos delitos desde las leyes o desde los espacios públicos resulta tan grave que seguramente el tiempo permitirá enjuiciar este comportamiento de la clase política. No es menos importante que se busque la impunidad de crímenes sin nombre, que son considerados por la justicia nacional e internacional como de lesa humanidad.
Aún conservamos en la memoria las matanzas de población civil y desguarnecida, que quedó atrapada entre la insania terrorista y la respuesta militar errada y exagerada. Hay procesos judiciales que siguen impartiendo justicia donde pretendía imponerse la impunidad.
Por lo pronto, renovemos la esperanza en un futuro de paz con justicia social y con el espíritu de nuestros héroes, ahora que se acerca el bicentenario de Ayacucho. Sigue siendo el Perú una promesa fallida para muchos de nuestros hermanos. Es tiempo de esforzarnos en distribuir mejor y garantizar la vida. No impartir odio sino pan y justicia, en una tierra donde quepamos todos, no solo quienes más tienen. Y volvamos a Heraud, recordándolo: “Y la poesía es un relámpago maravilloso, una lluvia de palabras silenciosas, un bosque de latidos y esperanzas, el canto de los pueblos oprimidos, el nuevo canto de los pueblos liberados…”.