La calor esta juertaza, por Mirko Lauer
"No nos parece una exageración suponer que el calor modificará la fisonomía social, económica y geográfica de nuestra costa norte".

Cuando hacia el 2000 empezó a acelerarse la preocupación científica por el calentamiento global, una de las verdades sostenidas fue que el Perú estaría entre los países más golpeados por este fenómeno. Pero según el portal del Banco Mundial, desde entonces no ha sucedido nada dramático con la temperatura en el país. Eso podría estar cambiando.
En estos días incluso da la impresión que lo peor del calentamiento se viene dando en el hemisferio norte, con temperaturas récord y consiguientes catástrofes como incendios o sequías. Por momentos mueve a pensar que las inundaciones de nuestra costa norte este año son poca cosa en comparación.
Pero puede venir mucho más, y mucho peor. Se anuncia que el verdadero Niño monstruo es recién para el 2024, con la posibilidad de que todavía no hayamos visto realmente nada serio. Solo hemos percibido que los Gobiernos locales de la costa norte no están preparados para emergencia alguna, presente o futura.
Los científicos describen una situación perversa en que el calentamiento de la tierra a su vez calienta las aguas del océano Pacífico. Así se produce, entre Australia y nuestras costas, un trastocamiento del clima que a su vez se traduce en diluvios y sequías. Lo hemos visto antes, pero las intensidades año tras año son inéditas.
Ahora sí podemos empezar a aceptar que podemos ser uno de los países más afectados por lo que ahora se llama un Niño Global. No solo por la intensidad, sino por la desidia de las autoridades con poder sobre las emergencias. “No estábamos preparados” es una frase que bien podría figurar sobre nuestro escudo nacional.
Si bien el calor de estos últimos años está superando todo lo registrado, el impacto de El Niño en la costa peruana es muy antiguo. Las altas temperaturas y las inundaciones han liquidado culturas preincaicas enteras, e incluso algunos esfuerzos urbanísticos coloniales. Sumémosle todo lo arrasado por las aguas durante la República.
No nos parece una exageración suponer que el calor modificará la fisonomía social, económica y geográfica de nuestra costa norte. Ya lo ha hecho antes, y nuestra capacidad de reconstrucción, con cambios o sin ellos, ha demostrado ser muy limitada. Por decirlo de alguna manera, se necesitan nuevos ríos, nuevas ciudades, nuevas cosechas.