El striptease que nos dejó la toma J19, Augusto Álvarez Rodrich
"El futuro de las marchas y la debilidad de la sociedad civil".

Algunas lecturas post mortem del J19 —protesta, marcha, toma, etc.— sirven para proyectar su futuro y, más importante, para desnudar problemas de varios sectores.
Hay debate sobre el número de participantes, lo que, no siendo determinante sobre su éxito o fracaso, algo nos dice del J19. Fernando Vivas informó que, según el Mininter, se movilizaron 21 mil personas a nivel nacional y en el pico en Lima entre 4.800 y 5.200, mientras la Defensoría coincide con el cálculo policial sobre todo el país, pero registra entre 11 y 12 mil en la capital.
A partir de ello, Juan Carlos Tafur cree que eso “no alcanza para mover la aguja del reloj político ni un milímetro”, añadiendo que “lo más probable es Dina hasta el 2026” por la sociología de la inactividad del ciudadano peruano, la actitud predominante en Lima —diferente de las regiones—, el intento de expropiación política de la marcha por una izquierda desprestigiada y la agenda tan multipropósito del J19.
Fernando Rospigliosi coincide en el fracaso de la marcha, pero cree que sus activistas seguirán el esfuerzo, por lo que recomienda “no subestimarlos”.
Víctor Caballero, exjefe de conflictos PCM, cree que el J19 fue exitoso por ser parte de “un proceso de desobediencia civil frente a una alianza ultraconservadora del gobierno de Boluarte, congreso y grupos de poder económico”, abriendo “la posibilidad de reconstruir la alianza antifujimorista”.
A su vez, la ceguera del Congreso se observa en la respuesta absurda de la bancada conservadora de Renovación a un comentario de Phillip Butters sobre el J19 de que “la gente también ha salido a protestar, esencialmente, por este Congreso de mierda que tenemos (…) donde el que no es viajero es mochasueldo, ‘niño’ o sinvergüenza”.
Y Ricardo Uceda observa, a propósito de una Toma de Lima con un motivo principal del llamamiento desconectado de la gente, además de su carácter eminentemente político, la diversidad de las demandas, falta de transparencia sobre las dirigencias y la crisis de una sociedad civil debilitada en la defensa de los derechos civiles por el sectarismo y politización de las ONG que las lleva a no trabajar con sectores que piensan distinto a cada una de ellas en la defensa de una causa que es de todos.