Opinión

Esta democracia ya no es..., por Augusto Álvarez Rodrich

La urgencia de solucionar los problemas reales de la gente.

AAR
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La insatisfacción en alza de los peruanos por la incapacidad de la democracia de resolver sus necesidades básicas —economía o seguridad— está demoliendo el apego por este régimen, en un contexto regional parecido, pero que acá tiene registros de espanto.

Eso se observa en la última edición del Latinobarómetro, encuesta realizada a 19 mil personas en 17 países desde 1995, sobre actitudes hacia la gobernabilidad, que permite constatar el deterioro imparable de la democracia regional donde el Perú es uno de los más esforzados promotores del declive.

Los jóvenes latinoamericanos son los más propensos a las autocracias, acaso por desconocer lo que realmente implican, mientras que los mayores son sus principales defensores.

Los peruanos que creen que la democracia es preferible a otro régimen llegó en 2023 a 46%, una caída de 4 puntos frente a la encuesta anterior de 2021, ubicándose en el promedio de Latinoamérica, pero cuando se pregunta por la satisfacción por el funcionamiento de la democracia, el Perú es, con 91%, el país más insatisfecho de toda la región.

Las razones de esa insatisfacción tan alta tienen que ver con la mediocre capacidad de cumplir con demandas básicas para la vida cotidiana de la gente: alimentación, empleos y oportunidades, y seguridad ciudadana.

Quizá ya no tan sorprendente sea que el país más satisfecho con la democracia es El Salvador, donde el autócrata y populista Nayib Bukele destruye la democracia, pero resolviendo problemas concretos como la inseguridad.

Lo evidente es que a la gente le interesa, principalmente, la solución de problemas. De este modo, en el Latinobarómetro se pidió a los encuestados que calificaran su aprobación a 17 líderes, encontrándose que, en 15 de los 17 países encuestados, Bukele obtuvo la más alta calificación, por encima del papa Francisco y Volodymyr Zelensky, siendo los peores ranqueados otros dos autócratas sanguinarios y corruptos como el venezolano Nicolás Maduro y el nicaragüense Daniel Ortega.

La gente quiere una democracia que resuelva problemas, algo que deben considerar los directores del coro ‘esta democracia ya no es democracia’, que no le están dando contenido a sus tomas pensando en los ciudadanos.