Opinión

Un gran viaje a la China, por Augusto Álvarez Rodrich

"El problema de fondo es la falta de transparencia del Congreso".

AAR
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El viaje a la China de seis congresistas financiado por una empresa de tecnología es el último escándalo, y sin duda no será el último, de un parlamento deplorable marcado por su corrupción, ignorancia y mediocridad.

Jorge Flores Ancachi, Karol Paredes, Silvia Monteza e Ilich López (Acción Popular), Kelly Portalatino (Perú Libre) y Elizabeth Medina (Bloque Magisterial) fueron invitados por Digital Policy & Law Group a Shanghái a una convención de tecnología móvil.

Nadie se habría dado cuenta si no fuera porque Flores —implicado en el caso ‘Los Niños’— fue detenido por la policía cuando salía del país por estar impedido por presunto peculado doloso.

Al final pudo viajar, pero ya se había despertado el roche de este magical mystery tour parlamentario financiado por una empresa privada que podría constituir una infracción al código de ética parlamentaria.

El problema es, primero, que la viajera Paredes preside la Comisión de Etica y, segundo, que por sus declaraciones tras el escándalo es evidente que la señora no sabe qué es ética.

“Han sido tantas las comidas que hemos comido que ya ni me acuerdo qué he comido”, dijo muy cachacienta doña Karol cuando Jaime Chincha le pidió detalles del viaje, una declaración que solo compite con la conmovedora ignorancia de su colega Portalatino, quien proclama ser honesta solo por haber sido ministra de salud de Pedro Castillo, y justifica la utilidad del viaje a la China porque le permitió conocer que no es tan comunista como se cree, pues Shanghái es una ciudad muy moderna y tiene muchas empresas.

El problema central de un viaje financiado por una empresa privada es la falta de transparencia con que se aceptan estas invitaciones, las cuales debieran ser aprobadas previamente y constar en el registro de actividades para cotejar el voto de los parlamentarios por si se llega a aprobar una norma de interés de la empresa que hizo la invitación, una ‘inversión’ sin duda exagerada, pues a la mayoría de los integrantes de este congreso, unos verdaderos analfabetos digitales a los que les surge un súbito y enternecedor interés por la tecnología, te los compras con un viaje aquicito nomás a Chancay en vez de hacerlo hasta la lejana Shanghái.