Nuevos riesgos inflacionarios, por Kurt Burneo
“Adicionalmente existiría la posibilidad de conectar el gas de Camisea con las centrales térmicas de Ilo y Samay, dando más predictibilidad a la generación de energía eficiente para atender a la demanda energética en el sur del país”.

La inflación vista como un proceso de aumento sostenido de los precios promedio de bienes y servicios, es ciertamente un evento económico adverso sobre todo para los más pobres; en tanto si bien generalizadamente el poder de compra de los ingresos de todos se reduce, en términos relativos el aumento de precios para ellos, implica reducir su capacidad de compra de bienes y servicios básicos, empeorando el cuadro cuando justamente lo que más se ha venido encareciendo es lo más indispensable: así mientras la inflación promedio anualizada a mayo alcanzó un 7,89%, los alimentos con un peso de 40% en la canasta muestran una inflación anualizada de casi el doble, 13,1% en similar periodo.
Tras piedras palos. El caso es que en la perspectiva de la ocurrencia próxima de un fenómeno de El Niño global (FNG) en el Perú, lo común es suponer efectos climáticos adversos sobre algunas actividades económicas como la pesca o turismo o destrucción de infraestructura; pero no tan advertido, sería un indeseado efecto sobre la inflación —producto de una sostenida elevación de las tarifas eléctricas— que no solo la aceleraría, sino —dado el carácter estructural que la sustentaría— conduciría a que el Banco Central eleve su actual meta inflacionaria (2% anual). Veamos brevemente el porqué.
El FNG es un evento climatológico que podría agravar los estragos ya provocados por el fenómeno de El Niño costero (FNC) lluvias torrenciales en el norte y sequía en la sierra del centro y sur, donde están las centrales hidroeléctricas más grandes del país, generadoras de electricidad al menor costo y contaminación, es así que se afectan los reservorios que abastecen a centrales hidroeléctricas como Mantaro, Chaglla y Cerro el Águila.
La limitación en la generación de energía hidráulica originó que el Comité de Operación Económica del Sistema Interconectado Nacional (COES), que administra el mercado eléctrico, recurra a las centrales térmicas a gas y diésel para que entren a producir electricidad y cubrir la demanda. Es el caso de la entrada en operación de las centrales Ilo (Ilo) y Samay (Mollendo), ambas operadas con diésel, siendo económicamente no inocuo su uso, en tanto se incrementó el precio spot de la energía hasta en 7 veces su promedio.
Si bien en principio se afecta directamente a clientes industriales, que son los que asumen el incremento en los costos de generación, pero a continuación aumentarían los costos de energía asumidos por los hogares, en tanto las generadoras eléctricas pasarán el mayor costo a las distribuidoras eléctricas que son las que atienden el consumo residencial.
Directamente la electricidad tiene un peso de 2,6% en la canasta de consumo e indirectamente incide en los costos de producción de bienes y servicios, con lo cual en este último caso el aumento de tarifas llevaría a un indeseable incremento de estos, que no sería temporal dada la estructural insuficiencia de la oferta de electricidad respecto a la demanda.
¿Y qué se podría hacer para moderar un escenario de alzas estructurales de tarifas eléctricas? Habría varias opciones, desde el desarrollo de nuevos proyectos de generación eficiente, esto es plantas eólicas (solo se usa menos del 2% del potencial y solares usándose menos del 1%); siendo el desafío lograr el financiamiento de las inversiones y reducir el tiempo para el desarrollo de estas; convocándose a licitaciones de compra de energía —que las distribuidoras no hacen— y así que haya competencia de precios.
Adicionalmente existiría la posibilidad de conectar el gas de Camisea con las centrales térmicas de Ilo y Samay, dando más predictibilidad a la generación de energía eficiente para atender a la demanda energética en el sur del país.
No hacer nada nos llevaría a una previsible dinámica alcista futura de tarifas eléctricas estructuralmente mayores junto a racionamientos de energía, e incluso esta dinámica tarifaria obligaría al Banco Central de Reserva a plantear una meta de inflación más alta que el 2% actual, no hacerlo podría extender en el tiempo el que la inflación siga estando fuera del rango meta, debilitándose la función de guía de esta última para la formación de expectativas inflacionarias por los agentes económicos dados los cambios en los fundamentos. Advertidos estamos.
