Regiones sueltas en plaza, por Mirko Lauer
"Hoy cabe afirmar que, si ponemos de lado las llamadas islas de excelencia al servicio del Estado central, Lima y las regiones tienen los mismos problemas".

Circula la idea que la descentralización peruana del año 2002 hace un tiempo que llegó a su límite. Nadie la celebró el año pasado, y nadie la va a celebrar en este. ¿Cuáles son los problemas? El más notorio ha sido el enquistamiento de la corrupción en los Gobiernos locales. El segundo ha sido la proliferación de malas gestiones administrativas.
En el origen se pensó, en las regiones y en Lima, que bastaba con ir transfiriendo competencias para que los espacios subnacionales florecieran. No fue así. Más bien con más competencias los Gobiernos fueron revelando cada vez peor capacidad de manejar las cosas. Lo cual dio pie a una interminable cadena de conflictos.
La corrupción en los Gobiernos regionales se volvió insoportable, con cantidades de gobernadores investigados, enjuiciados, prófugos, o presos. Recién entonces a alguien se le ocurrió que el Gobierno central no tenía métodos de fiscalización de los regionales. No se puede afirmar que esos métodos ya existen del todo.

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Veinte años de esta situación han establecido intereses creados suficientes como para que las cosas no cambien realmente. La capacidad de ejecución (concretas obras ofrecidas a la población, producir gasto) ha aumentado, pero la dosis de satisfacción sigue por allí nomás, con algunas zonas todavía cautivas de la pobreza.
Es importante advertir que las consignas de las pasadas protestas fuera de la capital no fueron contra el centralismo, y se concentraron más bien en los temas políticos nacionales de la hora. Solo en Puno parece haber prosperado algo, una crítica distinta, no al centralismo propiamente dicho, sino al Estado nacional peruano.
Hoy cabe afirmar que, si ponemos de lado las llamadas islas de excelencia al servicio del Estado central, Lima y las regiones tienen los mismos problemas. Incluso algunos de los de la capital existen a mayor escala. Pero eso no está mejorando la situación de las regiones, donde la corrupción está pesando más que el desarrollo de élites.

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¿El estilo y el empecinamiento que se vienen dando en Puno son excepción? Cualquier respuesta tiene que ser a medias. Hay regiones con poblaciones bastante más pobres que otras, y eso contribuye a hacer la diferencia política.
Y en cuanto a la divisoria Lima-regiones, ¿quién va a curar a quién?