Opinión

El legado de Walter Alva

La enorme contribución del arqueólogo no es retribuida por el Estado peruano.

EDITORIAL
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Cuando Walter Alva, arqueólogo peruano, descubrió la tumba del Señor de Sipán, considerada una de las maravillas de la civilización americana, hallada el siglo pasado, logró incluir en la agenda científica y turística del mundo un punto remoto en las arenas cálidas de Lambayeque, Perú.

Con los años y gracias a su empeño y contactos internacionales, el Museo Tumbas Reales de Sipán pudo abrir sus puertas para mostrar con detalle los descubrimientos de Walter Alva y otros investigadores de la cultura mochica y que tuvieron enorme resonancia. Hay incluso dos ediciones de la revista National Geographic dedicadas al hallazgo arqueológico en Huaca Rajada, el lugar elegido para dar sepultura al antiguo gobernante moche que vivió en el siglo III y a otros dignatarios también enterrados en la zona.

El arqueólogo ha recibido la Orden del Sol del Perú por su contribución a la cultura nacional. También ha recibido reconocimientos y premios internacionales.

En mayo de este año se ha podido conocer que el arqueólogo, que se jubiló con una pensión de 850 soles mensuales, no ha podido hacer frente a gastos médicos y de hospitalización, por intervenciones quirúrgicas y atención de salud que requiere en forma permanente. Aunque ha logrado superar la gravedad de su situación, su restablecimiento aún tardará algunos meses. La ayuda que ha recibido es de fuente privada y gracias a una cadena de amigos y admiradores de su trabajo y su legado.

Son 47 años dedicados a la investigación y la docencia. Walter Alva luchó durante años contra la desidia policial y gubernamental que alentaba a los saqueadores, mantuvo íntegro el patrimonio del Perú e impidió que las invasiones dañaran la zona arqueológica. Este esfuerzo personal no ha sido retribuido por el Estado, que no ha cumplido con la obligación de atender y dar calidad de vida a quien, como él, contribuyó a crear y fortalecer nuestra identidad nacional.

El mal ejemplo del Congreso, que reparte bonos sin mayor control y que despilfarra un enorme presupuesto, sin que hasta el momento tome alguna decisión meritoria excepto proyectar una clínica exclusiva para congresistas, nos coloca frente a una realidad vergonzosa. El Estado no solo maltrata con su indiferencia a hombres y mujeres como Walter Alva. También premia a quienes lucran y se benefician con su cercanía al poder.